La brigada invasora y el cordón de La Habana
Por Eduardo N. Cordoví Hernández
HAVANA TIMES – La bodega de Esteban estaba, como se dice, haciendo esquina. Entre la acera y la calle: el parterre. Donde crecía un enorme pino. No sé por qué, en Cuba se llama a muchas cosas con palabras inglesas. (Debe ser penetración ideológica).
Le decíamos: el pino de la esquina, aunque no era pino, sino casuarina. En todas las esquinas del barrio crecía una. daban sombra a las ruletas de jugar los chicos a las bolas. Las bolas son lo que en España y Latinoamérica llaman canicas.
Ahí estuvieron los pinos –que no eran pinos– antes de yo nacer.
Un día; alguien descubrió que eran viejos o constituían peligro para el alambrado eléctrico durante los ciclones o podían atraer rayos. Y los talaron.
Entonces, estaba en apogeo aquello de la Brigada Invasora Camilo-Ché.
Era un ejército. Avanzaba, desde la entonces provincia de Oriente, hacia el occidente del país, tumbando monte[1]. Era una guerra, para rescatar terrenos a fin de sembrar más caña de azúcar y pastos ganaderos.
Los bosques venían abajo con técnicas militares, equipo militar, personal uniformado bajo el nombre de Ejército Juvenil del Trabajo… Cada semana en los cines, en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, daban los partes bélicos y la información visual: hileras de tanques de combate, atados unos a otros con gruesas cadenas o cables de acero con pesadas bolas de hierro las cuales iban, a su paso, aplastando las malezas; los zapadores dinamitaban añosos árboles… En fin: Una guerra.
Hoy, pudiera preguntarse: ¿Y adónde, fueron los habitantes del monte? Muchos ven en las sequías actuales, el producto de aquella conflagración contra la floresta.
Pero aquellas experiencias iniciales de la revolución, que sus detractores llaman locuras, no todas fueron destructivas.
Los episodios más emotivos que recuerdo, están en el llamado, Cordón de La Habana.
El intento de convertir la capital, en zona de importancia económica por la producción cafetalera. El proyecto rodearía La Habana de sembradíos del tipo de café que crece rápido y de alto rendimiento. Un arbusto bajo, para recoger fácil el grano. Esta variedad de cafeto se llama caturra.
Y comenzaron las movilizaciones populares por medio de Los Comités de Defensa de la Revolución, conocidos por sus siglas: CDR, nombrados familiarmente ce-deerres. Una asociación de masas a nivel de cuadra.
El entusiasmo, apoteósico. La participación capitalina, extraordinaria. Se llegaba del trabajo: si había tiempo, se aseaba uno y comía ligero y se salía con los niños grandecitos, para los puntos de concentración donde esperaban los camiones, rastras, ómnibus, para transportar a los vecinos hacia las distintas áreas de trabajo.
Nuestra zona iba a Las Guácimas, un poblado casi rural (lo es todavía) al sureste capitalino.
Actividades: llenar con tierra bolsas de polietileno. Servirían para plantar las posturas. Trasladarlas hacia zonas de siembra, etcétera. Muchos, trabajaban de día y percibían un salario. Estos improvisados campesinos, eran personas que habían presentado sus documentos para emigrar hacia los Estados Unidos y, mientras les llegaba la salida, eran separados de sus puestos laborales y enviados a trabajar al Cordón de La Habana o como barrenderos de calles. Pero el mayor volumen de actividades era realizado con Trabajo Voluntario nocturno por la población.
Salíamos alrededor de las seis de la tarde. Regresábamos sobre las doce, o poco más, de la noche.
Era una gran fiesta. Cantábamos durante la ida y el regreso. Había mucha luz en los campos. ¡Cómo de día! Oportunidad para los novios perder el control de los mayores. El tiempo de las infidelidades bajo la cobertura del esfuerzo por desarrollar al país. Momento en que despertó gran cantidad de tímidos.
Las meriendas: abundantes, saludables y gratis. Jugos de frutas, yogur, panes con queso… Todo el tiempo: música popular variada, emitida por altoparlantes.
La emisora CMCA, que transmitía en inglés para el exterior, y cuyo spot publicitario era recitado por un locutor de voz engolada diciendo: Ci-em-ci-ei or di friend vois ov Kiuba, Brodcastin from Havana, Kiuba, fri territori ov América; desapareció, dando paso a Radio Cordón de La Habana, que más tarde también pasó a la historia.
Hubo otro plan anexo. Las cortinas rompe-vientos. Otro cordón, externo al cafetalero. Constituido por altos árboles como eucaliptos y casuarinas que protegerían al café caturra y a la capital misma del embate de los vientos ciclónicos en el verano.
Más tarde… La realidad.
El café tipo caturra no resultó bueno. Cambiaron el nombre de la emisora por Radio Ciudad de La Habana. Los Puestos de Mando para las movilizaciones desaparecieron. Años después, las casuarinas sembradas en las cercanías de las playas, fueron taladas. Contaminaban las arenas.
Muchos ven la inexperiencia de un joven Estado, sofocado por una superpotencia. Otros, el error de elegir como plataforma de programa político-económico, un sistema económico-social ineficiente o viceversa. Asimismo, se apela al fatalismo geográfico y al influjo de las estrellas.
Se dice hasta que, la realidad, es una cierta hipnosis inducida socialmente por la cultura ¿Cuál es verdad? Le preguntó Pilatos a Jesús. Pero no le respondió.
[1] Aunque monte, en otros países de lengua hispana, se entiende como montaña. En Cuba monte significa, sobre todo en singular: zona boscosa, selvática. En buena técnica en Cuba se puede decir que no hay bosques ni selvas, sino monte.
Lea más del diario de Eduardo N. Cordovi aquí en Havana Times
Ideas absurdas y estupideces que se le ocurrían a no se quien. Mira que acabar con los árboles de la ciudad (y lo siguen haciendo) en aras del alambrado público. A la gente los CDR los usó de sirvientes sin sueldo. El café no se da en cualquier zona, la verdad es que se han hecho horrores.
Muy buen articulo. Recrea parte de la historia de la cual no sabia mucho. Saludos
Hablando de desastres, provocados por la «genialidad» de Fidel Castro, hay que decir que la brigada invasora che guevara, partió desde mangos de baraguá, en la actual provincia
de Santiago de Cuba, con los tanques de la division 50 y otros medios bindados, bajo el mando militar del entonces comandante Néstor López Cuba, destruyendo a su paso bosques y frutales, desde Oriente hasta Occidente. Para que se tenga una idea de la magnitud de esta barbarie, los árboles maderables que no llegaban a ser derribados se volaban con explosivos y se incineraban, y como entretanimiento, el tal López Cuba y Fidel Castro le disparan con los cañones de los tanques, emulando cuál tenía mejor puntería. Nunca voy a olvidar que al entrar en La Habana, arrasaron con la finca propiedad de un ingeniero agrónomo que tenía una extensa plantación de frutales, entre ellos los mangos más hermosos que he visto en mi vida, arrasada sin contemplaciones. Y eso para los que aún desconocen quien fue el padre de estas salvajadas, sólo tienen un nombre, Fidel Castro Ruz.
Ahora se lamentan de la falta de café, pués bien, otra «perla» del Comandante;, por razones familiares tuvieron mis padres relaciones con el principal técnico en café del Ministerio de la Agricultura en Oriente, alguien, esta vez desconocido, dictaminó que en los cafetales se había detectado la «Rolla del Café», pués la reacción del energúmeno en jefe fue mandar a chapear todos los arbustos de café, tuvieran o no contaminados en el macizo de cafetales mayor de Cuba. La reacción del ingeniero, quien era también propietario de una finca cafetalera fue negarse a ejecutar la orden y renunciar a esta canallada. La reacción de los camaradas la pueden imaginar.