Hablando de una cosa para hablar de otra
Por Eduardo N. Cordoví Hernández
HAVANA TIMES – Ya he hablado en mis diarios de las tertulias que establecemos los amigos del vecindario, en cualquier esquina. Por lo regular se realizan también en el portalito de alguno, y a veces duran todo el día, casi todos los días y recuerdan las famosas “esquinas calientes” de La Habana, donde los fanáticos discutían sobre “La pelota”.
En estas de mi barrio, los temas son variados, aunque siempre los mismos: Lo más actual de la vida, del país y del mundo… y, a pesar de que no participo mucho y que por lo general evado, me sirven para “cargar las pilas”. Pues termino pensando ideas y llegando a conclusiones que no se me hubieran ocurrido, de no haber estado allí y escuchar ciertas opiniones que se expresan. Igual sucede todo lo contrario y me sobrecoge ver que tantas personas consuman sus vidas en horas y horas diarias de charlas intrascendentes, en las que no es raro que surjan querellas que crean alejamientos abruptos y dolorosos por mucho tiempo, entre personas que nos conocemos desde la niñez.
Y precisamente esta triste dinámica de conjunto me ha hecho refrenarme para participar, porque soy más bien alguien que no me tomo la vida demasiado a pecho y me parece que es más sano estar aquí tal como están los turistas, que llegan y como están de paso no compran una casa, sino que la alquilan. No compran un auto, andan en taxi o rentan uno. Vienen con poco equipaje, andan ligeros, si acaso compran alguna ropa y cuando se van se la dejan a cualquiera.
Me parece una buena manera esa de vivir como un turista. Está bien atender y mantener algunas cosas, pero nada puede ser más importante que estar sereno y dedicarse uno a las cosas que dan más gusto y evitar discutir por asuntos que no están en nuestras manos resolver, no dar opiniones sobre hechos que no nos constan o sobre personas que no conocimos ni es probable que vayamos a tener oportunidad de conocer nunca.
En estos días de Olimpiadas, en la intrascendente tertulia de mi barrio, tal como en varios canales de infuencers y youtubers he escuchado las dispares interpretaciones sobre el cubano luchador grecorromano Mijaín López. Aunque no soy precisamente un fanático deportivo, sino apenas un espectador ocasional por ver la pelea donde se decidía su quinta medalla de oro en Olimpiadas… Asistí al encuentro televisivo donde su oponente era otro cubano que participaba representando a Chile.
Allí estaba yo, deseando interiormente que ganara el otro y no el cubano que iba por Cuba. Tan sólo porque ya él era, con suficiencia, famoso en el mundo por ser campeón cuatro veces, y el otro ninguna; y también, de alguna manera, me molestaba que esa justa gloria de ser campeón cinco veces, iba a ser objeto de un orgullo vanidoso que sería extendido, extrapolado, cedido y manipulado como triunfo de algo bastante lejos del deporte.
Me sentí vil, me sentí mal por estar juzgando cosas que, en realidad no tienen sentido para mí. Me sentí mal porque, para mí, los juegos olímpicos son una forma más de las muchas otras que sirven para adormecer a las personas. Y por eso un poco a veces me burlo de cualquier cosa, como divertimento, y no de hacer daño ni ofender a nadie. Incluso de cosas tenidas por muy serias. Me encanta encontrarles detalles, para reír de esas cosas tan torpes por las que la gente termina matando y dejándose matar.
Hace unos pocos días volví a ver esa película fenomenal de Robert Redfort y Barbra Streisand, The Way We Were del año 1973 dirigida por Sydney Pollack, que pasa por ser romántica, pero cuyo asunto principal es la comunicación. Aquí la conocemos como, Nuestros años felices.
No sé por qué los traductores cambian los títulos a las películas. En España se estrenó como, Tal como éramos, que me parece mejor título que el anterior, pero que me parece todavía vago, porque el título en inglés dice: La manera en que fuimos. De lo que trata en esencia la película es de “la manera de ser que fueron”, cada uno, y que no incluyó intentar comprenderse. La gente no sabe lo que significa comprensión. Significa: estar de acuerdo. Y qué difícil puede ser estar de acuerdo con algo que nos molesta…
En el filme Robert Redford es quien no se toma la vida demasiado a pecho, al fin y al cabo, nunca nadie ha salido vivo de ella, y por eso podía hacer chistes con los asuntos que para la Streisand eran demasiado serios.
La manera en que eran, the way they were, no incluía un espacio para darse cuenta que intentar arreglar el mundo es una terquedad supina y que era mejor hacer como Redford que se echaba un poco hacia atrás y podía reírse de algo que en realidad no tiene más importancia que la que quiera dársele. Incluso, se le puede dar toda la que uno quiera y, así y todo, reírse. Reír es un atributo más humano que sufrir, que entristecer…que separarse.
Sólo se puede estar de acuerdo con algo: comprendiendo que algo es inevitable. Si estás leyendo estas letras es porque son negras sobre fondo blanco. Son sólo colores, no hay nada malo en el color blanco ni el negro. Es la ley de contraste. Todo lo malo que puede haber en el mundo es sólo un telón de fondo para poder ver otras cosas. Es parte inseparable de la realidad, tal como las dos caras de una moneda. No hay nada demasiado cualquier cosa, para que no pueda ser risible.
Estoy totalmente de acuerdo con usted amigo. «El hombre mediocre» toma muy en serio las muchas vanalidades de la vida cotidiana, por eso los politicos (muchas veces tambien personas mediocres, pero con mucho poder) los manipulan. Por eso la frase de refencia al circo romano : «al pueblo denle pan y circo».
? Como es posible, que un sujeto que se llama «messi» que no ha hecho NADA por la humanidad ? Sea mas famoso y tenga mas dinero que el hombre que descubrio la penicilina. Esto nos da una medida de la simpleza y mediocridad del «rebaño»
Gracias por tu diario y por tocar temas de interés cotidiano. Te confieso que no vi las Olimpiadas, porque antes las veía con mi hermana y mi papá, las disfrutaba muchísimo. Mi padre ya no está y mi hermana vive en otro país, así que deje de ver deportes hace mucho tiempo. Esa película de Redford y Barbra Streisand es una de mis películas favoritas. Sigue escribiendo así.