Nuevamente, la educación… (II)

Dmitri Prieto

Estudiantes cubanos - foto: Caridad

Cuando hablamos de los contenidos y la calidad de la educación (fundamentalmente de humanidades, pero también en otras asignaturas)  se trata de un problema bastante “globalizado,” pero obviamente acá tiene típicos ribetes cubanos.

Por ejemplo: muchos dicen que se resolvería la problemática de la educación en Cuba pagándole más a los maestros. Pienso que eso sin duda ayudaría, y en especial reduciría probablemente el éxodo de profesores a otros sectores económicos. Pero estoy convencido que no es suficiente para la solución.

Porque aún con buena paga si se mantiene el modelo pedagógico vigente, el maestro seguirá siendo una suerte de disciplinador. La gente intuitivamente no quiere esa ocupación.

Hay serias dudas de que los contenidos formales que se dan a los alumnos sirvan para algo más allá de lograr aprobar una serie de exámenes formales. O sea, toda la educación se ve como una formalidad, una especie de rito de pasaje, que se aplica casi a la fuerza, innecesario en el fondo.

¡Se trata, entonces, de convencer a la gente de que Homero puede ser importante para algo! Y eso no se logra con sólo subir el sueldo a quienes explican Homero. Tampoco ayudará la cháchara sobre “valores” y “deberes.” ¡Toda la lógica motivacional del sistema educativo debe ser cambiada! (¿Recuerdan los inspiradores films “Mentes peligrosas” y “El club de los poetas muertos”?)

Si el maestro deja de ser fundamentalmente un disciplinador y se convierte de veras en “evangelio vivo” (como llamaba a los maestros el pedagogo y patriota cubano José de la Luz), en un espacio donde los chicos aprenden participando en un ambiente cordial, interesante y no-represivo,  entonces la cosa puede empezar a cambiar. Y, por supuesto, pagando un buen salario (o, mejor, dando participación al maestro en la autogestión pedagógica, política y financiara, de la enseñanza con un todo).

Me fascina el hecho de cómo se diferencia el modo en que la mayoría de los cubanos tratan a los médicos y a los maestros. Un médico es una persona que resuelve un problema. Un maestro muchas veces no es visto como alguien que resuelve el problema de la educación de los hijos, sino como alguien que más bien les crea problemas – me refiero precisamente al rito oficial de pasaje que constituye la adquisición de la educación formal, que se percibe como algo impuesto.

Como si muchos ciudadanos consintieran silenciosamente en desear una sociedad sin maestros. ¡Y quizás tengan razón!- acotando: sin ese tipo de maestros que existen en la vida real. Y puntualizo: no me refiero a las personas de los maestros, sino a los roles que estos juegan – o sea, a las estructuras. Y también a la necesidad de discutir públicamente los contenidos imprescindibles que integrarían la enseñanza general.

Sé que es polémico el tema. ¿Qué hay de otros países? Ojalá este debate ayude a formularlo mejor.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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