Negocios informales y deportes internacionales

Dmitri Prieto

La copa munidial en Cuba. Foto: Irina Echarry

Para nadie es un secreto que el deporte internacional es un gran negocio.  Inclusive el “bueno” (en términos cubanos), es decir, el “aficionado” (lo pongo entre comillas porque soy consciente de que numerosísimos atletas amateurs practican sus deportes como actividad principal, aún cuando no sean rentados).

No por la TV cubana, pero sí por los medios digitales que circulan en el país, nos hemos enterado de algunos detalles de la maquinaria mercantil que se movió por detrás del reciente Mundial de fútbol.  En un magnífico texto, el escritor uruguayo Eduardo Galeano hablaba de la FIFA como una gran compañía; en el mismo sentido, se pronunciaron otros autores.

Para muchos, la farándula del fútbol está indisolublemente ligada a las marcas. Cada equipo internacional tiene contrato exclusivo con su proveedor, y por tanto exhibe la marca junto a su logotipo. Los cubanos lo saben bien.

Resulta interesante comparar el entusiasmo por los equipos provinciales del béisbol cubano (digo provinciales, porque la Serie Nacional es la que produce más uso callejero de parafernalia beisbolera, no así las competencias internacionales, en las cuales además los resultados cubanos han decaído mucho) con el que generó el Mundial de fútbol.

Mientras de algún modo el béisbol anima a todos los sectores de la sociedad, que siguen a sus equipos y se empeñan en usar públicamente los signos de sus identidades, el fútbol –aunque interesa a muchos- visibiliza con colores y atributos solo a un sector acomodado de la clase media.  Perfectamente constatable, a nivel de calle.

Tampoco es secreto que mucha parafernalia se compra en el mercado informal.  Pero la elite, compra en tiendas de carácter “oficial.”  Todos sabemos que en Cuba la ropa y el calzado de marca son caros.  Solo pequeños sectores sociales tienen acceso a ellos.

Incluso, en una emisión del Noticiero Nacional de TV, en medio del campeonato de fútbol, habló el representante cubano de la marca Adidas.  Lo hizo para defender a su firma ante las críticas por los supuestos defectos del balón Jabulani –pelota oficial del Mundial-, y explicó detalladamente las virtudes de ese implemento.

Por cierto, la Jabulani ya está en algunas de las tiendas habaneras de la firma.  Y es que Adidas es el proveedor exclusivo de los deportistas cubanos.  Hasta Fidel Castro usualmente se hacía ver con ropa Adidas, aunque en una de sus últimas apariciones lucía una chaqueta Puma.

No deseo ser aguafiestas en torno al interés emergente de los cubanos por el fútbol.  Todavía hoy se pueden ver equipos callejeros pateando la pelota en todos los barrios de La Habana.

Aunque con la Liga Mundial de Voleibol el entusiasmo ha girado en parte a ese deporte.

Lo que me llama la atención es la inocencia con la que se ha recibido el fanatismo futbolero.  Es como si en Cuba hubiera dos formas de vivir el fútbol: una, patear la pelota, aun con los pies descalzos; la otra, vestirse de campeonato (y de marca).

Ojala respecto la práctica del deporte prevalezca la más popular y sincera democracia, contra las prácticas más especuladoras y fetichistas.

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.