Libertad de elegir (II)

Dmitri Prieto

Médicos en La Habana. Foto: Caridad

“Libertad de elegir” (Free to Choose: A personal statement, 1980) es el título de un libro de Milton y Rose Friedman, profetas del monetarismo y del neoliberalismo/neoconservadurismo.

Para predicar una ideología es imprescindible atrapar a la gente con una consigna pegajosa y con un fárrago de ideas algunas de las cuales son ciertas y otras no.

Considero que entre los hechos ideológicos más aburridos, aborrecibles y absurdos del siglo XX está que los socialistas no fueron capaces de seguir sosteniendo globalmente las banderas de la libertad, y las entregaron innoblemente a los defensores de la empresa privada.

Eran, por supuesto, socialistas de Estado. Los (neo)liberales, bajo la consigna de “libertad de elegir,” derrumbaron los regímenes de bienestar –construidos desde los Estados- y llevaron el mundo a la realidad que vivimos hoy.

El crédito futurista se ha acabado, habrá que trabajar más duro y vacilar menos, quien no encaja en el sistema queda fuera del Cosmos que ese sistema ha ido construyendo.

Cuba no es ajena a esa problemática.

Estamos ya cansados de lo mismo y de más de lo mismo, y deseamos elegir. Parece que vamos a tener microempresas operando a plena capacidad, con su respectiva fuerza de trabajo asalariada, y podremos escoger el sándwich que queremos comer mientras los propietarios crean puestos de trabajo para el proletariado que ha quedado en la reserva.  Pero no todo es cuestión de sándwiches.

La misma mecánica con la atención médica

Hace unos días, fui a un seminario informal sobre cómo se gestiona en nuestro país el embarazo y el (post)parto de las mujeres.  A la gestante le toca un hospital donde ésta debe dar a luz.  Excepto si “por casualidad” llega a otro, ya comenzadas las contracciones del parto.

Una madre sola que asistía al seminario, profesora de estudiantes latinoamericanos, recordaba cómo le tuvo que explicar esa realidad a uno de sus discípulos (“Profe, ¿ya escogió el hospital materno donde nacerá su hija?”), a quien –el pobre- le costó trabajo entender cómo son las cosas.

La misma mecánica se aplica a cualquier persona enferma.

A todos nos toca un “médico de la familia,” y no otro.  Lo que no se resuelve por la vía oficial, se logra mediante “relaciones.”

El “médico de la familia” no es un invento cubano.  En Inglaterra, se llama “surgery,” y las gestiona el National Health System.  Totalmente gratis.

Un logro de los laboristas (los de antes, no el New Labour).

Una vez, cuando yo estudiaba en la London School of Economics, mientras estaba en la biblioteca me enteré por e-mail de una bronca de unos compañeros cubanos con un funcionario de Cultura.

Me dio taquicardia justo frente a la computadora, y me fui para la “surgery” de la esquina, a ver si me medían la presión.  “¿Está Ud. inscrito con nuestros doctores?  ¿No?  Vaya Ud., Sir, a la surgery que le toca, y allá se le atenderá.”

En otra ocasión, una muchacha habanera en medio de un ataque de asma no fue aceptada en el CIMEQ, hospital cubano de los altos funcionarios.  La ironía consiste en que la chica laboraba en uno de los centros científicos cuyos trabajadores tienen derecho a atenderse en el CIMEQ; sólo que aún no había obtenido el carné correspondiente.

Me contaron que en Suecia uno escogía con qué médico va a tratarse, y éste lo atendía gratis.  Pero cobraba por el plan de sanidad pública según la cantidad de pacientes que atendió y la complejidad de sus casos.  Obviamente, prosperaban más los doctores más solicitados.

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