La feria de los rusos

Dmitri Prieto

Rusos en la feria del libro. Foto: Caridad

Está claro que el hecho de que la Feria Internacional del Libro 2010 esté dedicada a Rusia es al mismo tiempo un tributo a la memoria histórica y a la necesidad actual de vínculos políticos.

La Feria se acaba el domingo después de recorrer por diversos territorios del archipiélago cubano, al haber concluido en su sede principal en Ciudad de La Habana el 21 de febrero.  Resultó curioso ver por la televisión cómo los organizadores locales se ufanan en garantizar una “presencia rusa” para las respectivas ferias territoriales.

Lo mismo ocurrió con los niños entregando a los invitados una libra alargada de pan y un paquete de sal (una interpretación criolla estereotipada y literal de la costumbre eslava de saludar a las visitas con pan y sal, donde el pan debe ser redondo y llevar un pequeño salero encima), que –mostrando mayor seriedad y viveza- de una exposición de artesanías producidas por la comunidad local de descendientes ex-soviéticas (como acaba de suceder en Santiago de Cuba).

Me alegra muchísimo que al fin nuestra comunidad post-soviética que vive en Cuba tenga voz en la Feria del Libro y sea al menos tácitamente reconocida como uno de los ingredientes étnicos de la nacionalidad cubana.

Yo mismo fui invitado a participar de un panel de debate sobre la influencia de las culturas de la antigua URSS en la cultura cubana.  Fue un debate tremendamente interesante y carente de cortapisas ideológicos, donde se habló de los efectos buenos, regulares y malos de la presencia soviética en Cuba.

Por ejemplo, las buenas obras literarias y las malas, incluyendo valoraciones sobre la famosa literatura de campaña de la segunda guerra mundial, así como sobre los maravillosos textos testimoniales de Solzhenitsin acerca de los Gulags siberianos.

Un debate donde no sólo se habló de arte, sino también de los efectos de la censura, del diálogo intercultural, de las tecnologías y de la transculturación.  Y donde por supuesto de mencionaron los famosos y controversiales dibujos animados soviéticos, motivo de orgullo, nostalgia, reflexión para unos y de malos recuerdos para otros.

Quedó claro que los cubanos de origen soviético existimos y cada vez reclamamos más visibilidad. Y que mucho/as de nosotros/as ya hemos aportado nuestro granito personal a la cultura criolla.

Me sorprendió el abanico de importantes personalidades culturales rusas que visitaron La Habana durante el segmento capitalino de la Feria.  Es una pena que no haya podido asistir a sus intervenciones; algunos amigos me comentaron que el programa inicial sufrió muchos cambios, de modo que muchos debates quedaron suspendidos y otros transcurrían con salas vacías debido a la confusión de los públicos potenciales.

A pesar del esfuerzo de los promotores, creo que en ese caso no se logró una adecuada interacción entre los invitados rusos y los cubanos interesados en asistir.  Pero sí me consta que hubo importantes presentaciones cinematográficas, televisivas y teatrales y los días de la Feria.  Aunque quizás no fueron promovidas de la mejor forma posible.

Por otra parte, sí visité la exposición de libros rusos. Había una selección bastante buena, pero los textos no se podían adquirir. Y además, todos estaban en ruso, un idioma que entendemos muchos cubanos descendientes o ex-universitarios soviéticos (de los cuales hay miles por acá), pero no así la mayoría de los visitantes de la Feria.

Quizás hubiese sido mejor traer algunas ediciones especiales traducidas al español.  Estoy seguro que deben existir, quizás co-producidas con editoriales fuera de Rusia.

Cuba sí editó o re-editó unos cuantos libros de autores de la ex-URSS, incluidas algunas obras clásicas de la literatura rusa. Supongo que a través de esas ediciones cada vez más cubanos se acerquen a esa gran literatura.

Lo que seguimos sin tener acceso a ediciones nacionales de libros como “El Doctor Zhivago,” de Pasternak, o “El Archipiélago Gulag,” de Solzhenitsin.  Es una pena que textos como esos siguen fuera del debate para generaciones de cubanos.

No obstante, en la presentación del serial televisivo ruso “Maestro y Margarita,” basado en la novela homónima de Mikhail Bulgákov, sí se habló en profundidad de las realidades del estalinismo; en un sentido similar, el culturólogo cubano Desiderio Navarro se expresó en sus intervenciones en la Feria, donde criticó también los efectos deletéreos de versiones cubanas de las prácticas estalinistas durante la década de 1970.

Memorizar los lados oscuros de una realidad y de una relación forma parte de las garantías para que el pasado gris no se repita.  Estoy consciente de que acabo de escribir una trivialidad.  Pero, ¡cuán importante es tenerla en cuenta hoy!

Dimitri Prieto-Samsonov

Dmitri Prieto-Samsonov: Me defino por mi origen indistintamente como cubano-ruso o ruso-cubano. Nací en Moscú, en 1972, de madre rusa y padre cubano; viví en la URSS hasta los 13 años, aunque ya conocía Cuba, pues veníamos casi todos los años de vacaciones. Habito en un quinto piso de un edificio multifamiliar, en Santa Cruz del Norte, cerca del mar. Estudié Bioquímica, Derecho (ambas en La Habana) y Antropología (en Londres). He escrito sobre biología molecular, filosofía y anarquismo, aunque me gusta más leer que escribir. Imparto clases en la Universidad Agraria de La Habana. Creo en Dios y en la posibilidad de una sociedad donde seamos libres. Junto con otra gente, en eso estamos: deshaciendo muros y rutinas.

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