Nada de lo humano me debe ser ajeno

Dariela Aquique

La soberanía es el derecho de un pueblo en el cual reside su autoridad suprema en el mando y poder público de una nación, y que éste ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos.

Terminologías como estas son raramente usadas por los cubanos.  El nivel de politización de nuestras vidas, ha hecho que estemos de espalda a toda cuestión que al respecto verse.  Vivimos fundamentalmente inmersos en las quejas cotidianas a causa de nuestros bajos salarios, nuestra maltrecha alimentación y nuestra falta de libertades expresivas.

Los temas debatidos en el impopular programa de la Mesa Redonda, provocan una anti audiencia y los conflictos de los jóvenes chilenos en reclamo por sus derechos a una educación no privatizada, los paros de los trabajadores de servicios en Bélgica, los indignados en España o Italia, la agresión de la OTAN a Libia o las discusiones en la ONU por el reconocimiento de Palestina como Estado soberano, nos son bastante indiferentes.

Sin embargo, este último suceso me ha hecho reflexionar un poco.  Creemos que nuestras problemáticas son las más grandes e importantes, al punto de desentendernos de todo cuanto pasa en el resto del mundo.  Viene a ser algo así como: …estamos tan jodidos nosotros con nuestra cruda realidad, que para qué prestarle oídos a conflictos ajenos.

Pero esta vez me di cuenta que nada nos debe resultar tan frío.  Los cubanos han emigrado a casi todas las partes del mundo en busca de mejoras.  Tal vez ahora mismo en las filas de obreros que en Bruselas hacen una huelga haya cubanos residentes allí.  Muy probable también que en las marchas en Santiago de Chile o en las plazas españolas estén hijos de cubanos allí radicados o que algún coterráneo murió abaleado en las calles de Trípoli.

Con Palestina me mueven sentimientos ancestrales, soy descendiente por línea paterna de una familia que vino de aquellas lejanas tierras.  Mis bisabuelos trajeron a sus hijos pequeñitos y estos aquí fundaron sus familias.

Ese hilo sanguíneo que me ata a esa nación cuando veo que reclama fervientemente sus derechos a ser reconocido como estado independiente y soberano, me ha movido fibras.  Un llamado de la sangre como dirían los viejos.

Entonces, apenada conmigo misma, comprendí que nada de lo humano me debe ser ajeno, parafraseando a Terencio o recordé a Martí: Patria es humanidad.  Por eso desde aquí con estas modestas líneas, le ofrezco mi voto a Palestina.