La cultura del pregón

Dariela Aquique

Vendedor de flores. Foto: Caridad

Todas las mañanas el reparto donde vivo se convierte en una polifonía de pregones.  Desde que el sol asoma los vendedores salen a las calles a vociferar sus productos y mercancías.

Para hacer más amena su extenuante labor de caminar enormes distancias bajo el flagelante sol oriental y para conseguir que los consumidores asomen a los balcones lanzándoles sus bolsos para compras o salgan a sus encuentros en los portales o aceras.

La variedad y originalidad de estas pregonerías van desde gritar el nombre del producto, hasta componerle una canción o crear un chiste a razón de lo que expende.  El pregón es uno de los elementos que integran nuestra cultura popular, y es ya parte de la idiosincrasia de los cubanos.

Data desde fines del siglo XVIII y principios del XIX, con la confluencia a la isla de tantas culturas diferentes, introducidas por inmigrantes chinos, árabes y españoles (gallegos, asturianos y catalanes principalmente).  Y con la nueva población criolla de pardos, negros y mulatos nacidos en el país, mezclas raciales resultado del sexo entre negros esclavos africanos con peninsulares y de estos con los muy escasos descendientes de aborígenes que quedaban por esa fecha.

Al paso de los años las mezclas se hicieron mayores con los nuevos expatriados y somos hoy esa rica amalgama de costumbres, creencias y expresiones artísticas.  El pregón empezó cuando en las plazas y mercados creados en las villas para el comercio, un vendedor proponía más en alta voz que el otro su  comestible o artículo.

Así comenzó esta sana competencia por agradar y atraer más a los compradores.  Nuevas frases y palabras introducidas en el argot del populacho, hicieron del pregón una tradición hasta hoy conservada.

Los pregoneros traen a las calles las viandas, especies, frutas, etc.  Aportan también su canto y su alegría, esto les ha valido para que en Santiago se celebre anualmente el Festival del Pregón, el que tiene por escenario la antológica barriada del Tivolí y donde se puede disfrutar de competencias y muestras de lo más original de esta manifestación, no solo de la región, sino de otras localidades.

Hasta la cancionística popular es deudora del pregón, muestra son: El manisero inmortalizado por la gran Rita Montaner.  El yerberito, nunca mejor cantado que por Celia Cruz o Las frutas del Caney de Matamoros, entre muchos ejemplos.

Ahora mismo mientras escribo estas letras, soy presa de la tentación por salir al encuentro de los pregoneros que anuncian golosinas, las que provocan me segregue el paladar.  Igual tendré que decidirme entre el viejo que anuncia: “Caliente, saladito, el maní de la tarde…” o el muchacho que avisa: “Asómate, ven…, ya llegó el pastelito rico con guayaba, ven…”

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