¡Si no te gusta, te vas!

Dariela Aquique

Las distancias en una isla, son tan pequeñas como la posibilidad de cambiar una isla.  Por eso en las islas: el sexo, las comidas y la política son temas obligados para sus moradores.  Como el sexo, las comidas y la política son el principio, el intermedio y el fin de una conversación cualquiera y obligada.

Esos temas agobian, siempre vueltos una plática controvertida, concluye en el punto que uno de los parlantes inquiere al otro:

“¿Compadre y tú no has pensado en irte?”

El demandado responde colérico:

“Estoy hasta los c……, de siempre oír lo mismo, parece que hemos encontrado en la huida, la única vía posible para contrarrestar la inconformidad o las carencias.  Desde niño escuchas a todos hablando de poder irse como una meta o una suerte.  Pero lo más terrible es cuando expresas desacuerdo por algo y sale al paso un personaje, que no te entiende nada y no tiene razones para objetar y te dice: ¡Si no te gusta, te vas!”

Haber sido testigo de esta escena, me impulsó a estas líneas.  Es muy cierto, sobre todo hace algunos años, hubo quien tenía esa coletilla lista para ser empleada, ante cualquier enunciado que resultara (o que se interpretará subversivo).  Recordé los 80, cuando muchas personas salieron de la isla, unos por decisión, otros porque fueron obligados a hacerlo y los frenéticos gritos de la entusiasta multitud: ¡Que se vayan!

Pero por qué tener que irse, los cubanos históricamente siempre se fueron, aunque retornaran al cabo del tiempo a cumplir sus propósitos, pero siempre se fueron.  El exilio perennemente ha costado el abandono a los suyos (a los de siempre), llevarse sus raíces en la valija y atesorar recuerdos como antigüedades.

Llegar a tierras extrañas, esperando suplir las carencias a las que está condenado por circunstancias.  Que queden atrás: el calor sofocante, los temblores de tierra, los virus que trasmiten los mosquitos, las típicas y mediocres recurrentes comidas, la atmósfera monótona, ruidosa,  las conversaciones siempre en alta voz y las consignas.

Fugarse ha sido más reconfortante, dejar todo atrás y ¿cambiar…? creer que de esa fuga nace la posibilidad de salvar distancias y cambiar una isla.

Más no, no creo que sea la solución, ni única alternativa.  Estoy plenamente de acuerdo con el tipo enfadado: ¡No me gusta y me quedo!