Un mejor transporte es posible

Daisy Valera

Quisiera decir que el problema se solucionó.

Quisiera decir que el problema se solucionó, que los graciosos y modernos ómnibus articulados chinos mejoraron la situación del transporte en Cuba.

Quisiera decir que puedo mirar el relojito digital de letritas rojas que está en la entrada de la guagua porque no hay nadie parado delante de mí.

Realmente uno de mis mayores sueños es, al menos, poder sentarme unas cuantas veces en esos bonitos asientos de plástico azul o amarillo.

Pero no puedo decir ni siquiera  algo cercano, el transporte sigue prácticamente en la misma precaria situación que en la etapa anterior a las Yutong (marca de los ómnibus chinos).

Los trabajadores habaneros se levantan todas las mañanas y se enfrentan a nuestro querido camello (término popular dado a los ómnibus nacionales).

Correr detrás de la guagua es imprescindible si quieres dejar de estar en una parada para toda la eternidad, pero no es solo correr, es empujar a todos los que estén a tu alrededor, gritarle al que está en la puerta sin dejarte abordar, no importa si es un anciano, una embarazada o un niño.

La situación en las paradas es casi de vida o muerte, las colas no disminuyen, de hecho, parece que aumentan con el paso de los días.

Pero lo problemático de nuestros camellos no termina allí, no basta con haber logrado entrar a la guagua, dentro de estas la violencia es tal que llegas a lamentar haberla abordado.

Si necesitas trasportarte en los ómnibus habaneros tienes que aprender a disfrutar del sudor de tus compañeros de viaje, de los olores de todos los tipos con lo que es posible encontrase.

Montarse en la guagua es exponerse a no tener prácticamente posibilidades de respirar porque  una masa de personas te comprime, es tener que sufrir las caras de amargura, de cansancio, de inconformidad,  de hastío y unas cuantas más.

Yo pongo cara de no estar en la guagua, imagino que estoy en otro sitio, mantengo la mirada fija en algún punto y trato de no contagiarme del mal humor y la violencia que se genera en los pintorescos camellos, porque tenemos camellos de colores, van desde el amarillo hasta el rosa, pero los colores no remedian el desagrado.

Es cierto que el trasporte está mejor que en los tiempos oscuros de nuestro período especial, pero no se puede decir que la situación ha cambiado radicalmente.

Muchos trabajadores a diario tienen que pasar por el mal rato que implica tomar diferentes ómnibus para trasladarse en la ciudad, nadie sabe si esta situación mejorará, todos suponen que seguirá siempre así.

Yo tomo esta situación de una manera diferente por saber que las soluciones y demás no están tan distantes siempre que se vaya en el camino del socialismo, sin embargo, las demás personas que me acompañan en tal desagradable travesía por la ciudad quizás no gocen de esa esperanza por lo que su sufrimiento es doble, aquél producto de la inmediatez y el de largo plazo por falta de considerar como posible un mejor futuro.

Daisy Valera

Daisy Valera: Edafóloga y Blogger. Escribo desde la Ciudad de México, donde La Habana a veces se hace tan pequeña que llega a desaparecer; pero en otras, la capital cubana es una ciudad tan pasado y presente que te roba la respiración.

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