Problemática terminal interprovincial La Coubre

Daisy Valera

La Coubre es el nombre de un barco que estalló en puerto cubano en los primeros años de la revolución, hecho que se asocia a un acto terrorista del gobierno de los Estados Unidos.

Supongo que por recordar este suceso, un lugar tan importante como la terminal de transporte interprovincial (ubicada en nuestra capital), tanto ferroviario como de ómnibus lleva el mismo nombre del desaparecido  barco francés.

A La Coubre acuden todos aquellos que tienen que viajar al resto de las provincias del país, lo que convierte a la terminal en un lugar conocido y sin dudas interesante.

Yo, que debía viajar a encontrarme con mi familia en el centro de la isla, no me quedó más remedio que conocen a este lugar en un momento crítico, las vacaciones de verano.

La primera imagen que te regala la terminal es un mar de personas, en ese momento piensas que el salón debiera ser mucho más grande para evitar el hacinamiento y  calor, también  pides a gritos que se delimite un área para fumadores.

Otra característica que tiene esta terminal es que los que van a ella deben apuntarse en algo que se llama lista de espera, lo que se espera son los pocos asientos que sobran de los ómnibus en los que hay que sacar el pasaje con un mes de antelación.

Muchos como yo no saben que día exacto pueden viajar un mes antes y quedamos a merced de la famosa lista o esperando que pongan algún ómnibus de más.

Comienza la odisea

Llegué a la una de la tarde a La Coubre y comencé la faena de apuntarme en la lista, existen solo dos taquilla, una para las provincias centrales del país y las otra para las orientales, logré apuntarme a las tres de  la tarde, quizás esto da una mejor medida de cuantas personas esperábamos por transporte.

Transporte que llega a costar para algunas provincias aproximadamente 200 pesos, si recordamos que el salario mínimo es de 225 podremos concluir que nuestros ómnibus son un tanto caros.

Pero las cosas no terminan al estar en la lista, nadie sabe cuento tiempo esperará hasta lograr irse, yo me quedé hasta las seis de la mañana del otro día (17 horas de espera) lo que me permitió observar cada rincón de la terminal.

El piso está extremadamente sucio, sobre este hay personas sentadas e incluso acostadas por  el cansancio provocado por las horas de espera en un clima para nada favorable. Todos están atentos a los ómnibus que llegan, el estrés provoca riñas e incluso golpes dentro del salón, nadie sabe donde encontrar agua, hasta que aparece una anciana vendiendo un pomo a 5 pesos cubanos.

Pululan los vendedores de caramelos, galletitas y periódicos, muchos son tan viejos que les cuesta trabajo hasta caminar pero tienen que ganarse de alguna manera la vida.

El único puesto que vende algo de comer en moneda nacional cierra temprano y el resto de la noche los que esperan en la terminal para ingerir algo deben comprarlo en CUC.

¿Quien tiene la culpa?

Se le podría echar la culpa de toda esta desagradable situación a que los problemas económicos que tiene el país no permiten poner más ómnibus, o que no hay petróleo suficiente, pero sería una mentira.

Después de sufrir las condiciones de La Coubre, ideas como disponer un lugar con un mayor tamaño para que los viajeros puedan al menos respirar, o que los asientos no sean tan escasos y que haya un suministro adecuado y suficiente de alimentos que ofrecer al público, no son tan difíciles de imaginar.

Pero la realidad es que la calidad de esta terminal no varía, unos llegan, otros se van, y nadie encuentra a los que pueden ser responsables de tantos malos tratos e ineficiencias, nadie se siente con ánimos de protestar en pos de una transformación.

Los que viajan entre provincia no sientes que merecen un buen servicio, las condiciones  muestran a estos cubanos que nada de lo que digan hará cambiar a lugares como La Cubre.