Persiguiendo Gigantes
Daisy Valera
Quien visite las plazas o parque de la Habana colonial, como La Plaza de Armas, el Parque Guayasamín, o La Plaza Vieja, en las tardes de lo últimos días de la semana, podrá encontrarse con un proyecto asombroso: Giganterías.
Y aquellos que no se asombren con facilidad podrían darle al espectáculo el calificativo de alegre y divertido.
Por mi parte quedé sorprendida cuando los descubrí caminando por las calles adoquinadas, armando un bullicio tal que era imposible no notarlos.
Giganterías es un grupo formado por 4 personajes en sancos, dos mujeres y dos hombres, con dibujos brillantes en sus caras.
Un grupo de seis músicos que tocan tambores, bombos, trompetas chinas y panderetas los acompaña.
La comitiva es completada por una payasita vestida con abundantes colores y un duende azul con un inmenso sombrero de dos picos.
Los encontré rodeados de un montón de niños uniformados, pertenecientes a una escuela primaria de Habana del Este (municipio capitalino).
Los pequeños no pudieron aguantar la tentación y cuidados por sus maestras corrieron tras los gigantes entonando las canciones que estos proponían y los músicos tocaban.
La caminata y los coros eran detenidos para hacer breves representaciones teatrales y contar adivinanzas, en los rostros de los chicos podía verse la felicidad de estar disfrutando de algo verdaderamente inusual.
Pero no solo los niños se divertían, los adultos también, los artistas se adueñaban de todo a su paso, tocaban las bocinas de máquinas cargadores de gravilla utilizada en la reparación de La Habana Vieja y hasta hacían reír a algún policía.
Otros que también gozaban del espectáculo eran los turistas, que aprovechaban y se tomaban fotos con lo pequeños estudiantes, y de paso entregaban monedas a nuestros personajes.
Las monedas eran pedidas por el duende azul que las dejaba caer en un saquito negro adornado con estrellas plateadas.
Por lo que pude enterarme esta es la forma que tienen para mantenerse Giganterías, que es un proyecto existente desde hace diez años.
Y que como me dijera el duende, sobrevive sin ningún apoyo estatal.
Me alegré por ellos, porque con su trabajo podían ganarse la vida y además hacer sonreír a unos cuantos.
Pero como no puedo apartar de mi cabeza los miles de trabajadores que tendrán que sobrevivir por cuenta propia al ser separados de sus trabajos, se que pueden surgir muchos grupos así.
Que buscarán en el turismo un fuente de manutención, y entonces se luchará por ver quien es capaz de arrancar las monedas de los bolsillos extranjeros.
Se perderá mucho del arte, la alegría, y puede ganar terreno la competencia, que hará sucumbir a muchos y permitirá continuar a unos pocos.