Lo que hace falta es carne

Daisy Valera

Foto: Angel Yu

Lo que hace falta es carne, la frase se puede escuchar en cualquier lugar de la ciudad, en la sala de cuidados intensivos de un hospital o en los hogares, mientras se sufren los fracasos de los deportistas del patio.

La oración se repite y nos hace pensar que un poco de grasa y tejido animal es la solución a todos nuestros males, en este país, cada día más preñado de problemas.

Me sorprendo pensando en un buen pernil reparando los desastres del transporte público o la escasez de agua.

Hay demasiadas historias de cubanos comprando grandes cantidades de carne en mercados de cualquier parte del mundo y de los cubanos que estamos aquí, recibiendo con alegría   choricitos y con suerte algo de tasajo.

Son muchas  las personas que esperan en las colas lo que le van a entregar por la libreta de abastecimiento, no importa si es pollo o pescado.

Estamos envueltos en una contagiosa nostalgia por las latas de carne rusa, y esperamos con ansias el 31 de diciembre para librarnos del arroz como protagonista.

Los cubanos recurrimos sin otras opciones a los mercados en CUC y husmeamos hasta encontrar los picadillos más baratos y los paquetes que contienen más salchichas.

Muchos por acá mueren de infartos, padecen de altos niveles de colesterol e hipertensión arterial, muchos otros tienen la hemoglobina baja.

La carne es importante. Nuestros santeros lo saben bien y piden para sus malabares religiosos gallinas y carneros.

Quizás por todo esto me da tanta risa la cruzada contra el tráfico ilegal de carne de ganado vacuno.

Adoptan tonos suplicantes o amenazantes, nos dicen que es por estos robos que el país no podrá mejorar y muestran  listas detalladas de cuantos años de cárcel te esperan si tienes algún  contacto  no “apropiado”  con la res.

No han encontrado la solución, que podría ser algo tan sencillo como que los campesinos sean los verdaderos propietarios del ganado vacuno y no unos simples cuidadores que enfrentan costosas multas por algún accidente que sufran estos animalitos.

Por ahora esperemos, se les pasará el disgusto y los contrabandistas continuarán llevando la carne de vaca a nuestras mesas, aliviándonos, pero sin curarnos de esta patológica hambre de carne.

 

 

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