Las niñas de La Habana Vieja

Daisy Valera

HAVANA TIMES — He comenzado a morderme las uñas. No termino tragándomelas como cuando era niña y moría de aburrimiento en las clases.

Ahora sólo las mastico con cuidado, evito las cutículas. Tengo unos 24 muy “entretenidos”.

Creo que a la quinta mordida me entero y busco una tijera para ponerle freno a mi tic neurótico.
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A los 12 años solucioné el problema mediante el sabor amargo del esmalte, hoy no podría. Mis dedos serían incompatibles con el resto de mi cuerpo.

Así que cuando en medio de la calle Aguiar me preguntaron si quería pintarme las uñas no pude evitar disparar un “no” gutural a través del pedazo de pan con hamburguesa que tenía en la boca.

No me pinto las uñas. Nada de colores café con leche o rojos 26 de julio.

Después de la negativa inmediata pude notar que la propuesta había sido hecha desde 1,20 metros de altura.

Cinco niñas me rodeaban, una me tiró del brazo:

-¿Quieres que te pintemos las uñas?

Me puso en la cara una bolsa tejida llena de pomos de pintura casi vacíos.

-Mira todos los colores que tenemos. ¿Te gustan?

-Lo hacemos por 1 CUC.

Durante el interrogatorio solo pude fijarme en su vestidito blanco, en el pelo cortado un poco más arriba de los hombros, en su peso corporal.

Debía tener casi 8 años.

Creo que repetí tres veces: No, gracias. A cada negativa me miró asombrada.

Ella no podía creer lo que estaba pasando, yo tampoco.

Logré entender las preguntas unos segundos más tarde, mientras se alejaba saltando sobre los adoquines.

Yo a los 8 dibujaba brujas y princesas, jugaba a cocinar sopa de hierbajos o leía “Lili y el pececito”.

De mi niñez, salvo un plato de lentejas, solo tengo recuerdos agradables.

Aquella niña no pedía limosnas, me ofrecía un servicio. Intentaba trabajar.

Me traía de vuelta la tan criticada imagen de los niños limpiabotas de la República.

Seguro aquella tarde siguió buscando clientes, sacando cuentas…

No supe su nombre ni qué cosa intentaba comprar.

¿Me sucedió algo excepcional o la pequeña es una pionera del trabajo infantil en la isla?

No lo sé. Solo deseo que en otros 50 años no tengamos que hablar de las niñas manicure de la Revolución.

Daisy Valera

Daisy Valera: Edafóloga y Blogger. Escribo desde la Ciudad de México, donde La Habana a veces se hace tan pequeña que llega a desaparecer; pero en otras, la capital cubana es una ciudad tan pasado y presente que te roba la respiración.

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2 thoughts on “Las niñas de La Habana Vieja

  • Otro logro de la revolucion y el socialismo. Ho logrado desarrollar el espiritu de trabajo en las personas desde edades muy tempranas.

  • Y sigue la boberia en pleno… lo que no entiendo es como se presenta tanto(esa ignorancia, esa fanfarroneria, esa chabacaneria) en estos que ni viven en Miramar, ni en las residencias de Siboney o en estos nuevos lujosos “lofts” vecinos del malecon y en tierras viejohabaneras; no entiendo la sorpresa y desconocimiento de quienes no tienen auto particular para transportarse y la deben pelear en la guagua o caminar una vez si y otra ir a pie… vamos con esa: hasta donde va a llegar la sorpresa? esto es lo que hay y lo tenemos tan cerca que no caben la sorpresa ni el desconocimiento, pero ante todo no cabe la indiferencia!

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