La parte cubana en el Festival de Cine Latinoamericano
Daisy Valera
En estos días se acabó el Festival de Nuevo nCine Latinoamericano, si ha sido bueno o malo no lo sé.
Los cines se han llenado como siempre, y se han roto los cristales de algunas entradas.
Las carteleras desaparecen antes de las 9 de la mañana y parece que muchos han tomado vacaciones en estas fechas o no tienes trabajo.
Yo he alcanzado a ver solo cinco películas: 2 argentinas y 3 sobre o con cubanos.
No me gustaron ninguna de las cinco.
Las argentinas: trágicas y sombrías.
Las cubanas depresivas hasta las lágrimas.
Chico y Rita fue la primera película que vi relacionada con cubanos, dirigida y producida por españoles.
Fue un dibujo animado, historia de amor entre un pianista y una cantante en la Cuba de 1948.
Chico terminó convertido en limpiabotas (con el triunfo revolucionario el jazz se consideró música del enemigo).
Rita de cantante y actriz pasó a ser limpia pisos en New York.
Se encontraron después de 49 años.
La segunda película: Afinidades.
Un físico nuclear accede a que su jefe se acueste con su esposa con el propósito de no ser despedido del trabajo, la historia trascurre en el 2010.
Por último: Larga distancia.
La historia del desencuentro de 4 amigos.
Un contrabajista talentoso al que se le caía el techo, literalmente, encima.
Un santero que no podía regalarle el peluche que más le gustaba a su hija, el osito costaba 79 CUC.
Una puta con la única ilusión de ponerse unas tetas talla 38.
Y Ana, la que había conseguido marcharse del país y la soledad le hacía inventarse un encuentro imaginario con lo amigos perdidos con la distancia.
Los tres primeros soñando que sería de sus vidas si se hubieran marchado, Ana inconforme a pesar delas comodidades materiales.
Una historia demasiado real, ajustada al cuestionamiento que se hacen muchos en este país: ¿irse o quedarse?
Película que nos recuerda la parte de la isla que más nos afecta y preocupa; las carencias materiales y la imposibilidad de decidir, en muchas ocasiones, que queremos hacer con nuestras vidas.
Historia sin una pisca de optimismo.
Pero siempre puede ser que lo que realmente sucede es que la única pesimista soy yo.