Baños Públicos: surgimiento y trasmutación

Daisy Valera

Photo: Pam Correagon / Viajeros.com

HAVANA TIMES – El pasado 2011, cuando tuve en mis manos la lista de 178 actividades que el Estado permitiría ejercer por cuenta propia,  me enfrenté a algunas dudas y sorpresas.

Aún me pregunto cómo pagan los impuestos aquellos con licencias para trabajos escasamente demandados como el de forrar botones o  desmochar palmas.

El personaje de “cuidador de baños públicos” me pareció un mal chiste entre la maraña  meticulosamente tejida para generar empleo hasta debajo de una piedra y contentar a miles de despedidos.

En las últimas décadas los baños públicos de La Habana han sido, fundamentalmente: algunas aceras oscuras del Capitolio, los rincones de la Manzana de Gómez, el fondo de alguna espaciosa parada y sobre todo los edificios abandonados; donde las heces, el amoniaco y el papel de periódico mojado se combinan para regalarnos uno de los olores característicos de la ciudad.

Quizás porque mi vejiga puede que sea del tamaño de un maní y el calor me hace tomar agua cada dos esquinas no me ha costado mucho seguir la evolución de este nuevo empleo.

Dos años después es menos difícil encontrar un baño y no porque se haya construido  una  red de estos en lugares concurridos como bulevares y parques, sino porque en espacios como restaurantes, cafeterías e incluso cines, los baños se han transformado en pequeños centros de trabajo.

Si te pasas en una cafetería varias horas, cada vez que tengas que ir al baño deberás pagar, lo mismo ocurre en una heladería  o en un bar.

El precio mínimo, por supuesto, ha tenido que reajustarse por los impuestos que deben pagar los cuidadores (fundamentalmente ancianos), y ya es fantasía suponer que se entrará a un baño por 20 centavos.

Ahora nos encontramos con baños que cuestan un peso, en el mejor de los casos, y hasta 0,25CUC en lugares turísticos.

Los primeros son cosas que no terminan de ser propiamente baños (no hay agua en las pilas, ni pilas) son más bien sitios para la propaganda: amorosa, sexual, política. Cuatro paredes con pretensiones de guía telefónica.

Los segundos son una suerte. El trocito de jabón en el lavamanos y el pequeño bulto de papel sanitario que las cuidadoras han incorporado como parte de su servicio son un milagro que aún se mira con extrañeza.

Por ahora el Estado se ha librado de tener invertir en baños públicos, los salarios de los cuidadores pueden oscilar entre los 500 y 1000 pesos cubanos al mes y la ciudad posiblemente huele mejor.

Solo que, para lograr entrar a uno de estos hay que tener un peso en el bolsillo capaz de evadir una negativa  la cara disgustada que es también el rostro de este fenómeno de precaria privatización.

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