El pepino que vivió en mi casa
Carlos Fraguela
HAVANA TIMES — Hace unas semanas le devolví la libertad a un animal que tuve en uno de mis acuarios. Lo regresé al lugar de donde lo secuestré para fotografiarlo en casa. Que alegría me dio verlo escapar presuroso entre corales y algas. Por su talla era un riesgo mantenerlo en cautiverio por mucho tiempo.
Recordé las clases de biología, cuando estudié a los equinodermos, de los cuales el más raro me resultaba él, que no se parecía a los demás integrantes del Filo Echinodermata, sino a un gusano, por su aspecto exterior. De los pepinos de mar u holoturias me quedé enamorado desde aquel tiempo y para siempre. Sin discriminar nunca a erizos, estrellas o palmas de mar.
Extraño me parecía en aquellos momentos el cuerpo arrugado y cubierto de supuestas espinas. Pero todo en ellos es trampa de la naturaleza para proteger a un ser encantador y hermoso que tiene apéndices que simulan espinas que no pinchan a nadie. También interesante en ellos es la capacidad que tienen de expulsar sus vísceras en caso de peligro para llamar la atención del depredador y poder escapar.
Mi vida de buceador pobre no me había permitido fijarme aun en estos animales en nuestro mar, hasta que monté el acuario marino y ya después de un año aparecieron las primeras holoturias pequeñísimas, transparentes y de solo cinco milímetros, pero que fueron una caricia preciosa en mi recuerdo de biólogo adorador de la fauna.
Este que traje de la playa de Baracoa, en Santa Fe ya era un adulto de aproximadamente 18 cm de largo, estuvo entre la vida y la muerte por un apagón que duró más de 8 horas mientras yo estaba trabajando. Ellos necesitan una oxigenación abundante. Leí que algunas holoturias llegan a alcanzar cinco metros de longitud. Se alimentan de detritos, algas y algunas de plancton.
Se mueven lentamente por medio de sus pies ambulacrales y tienen una serie de tentáculos alrededor de la boca que utilizan para manipular y seleccionar los alimentos que consumen.
En Asia, principalmente en China emplean los pepinos de mar en recetas culinarias, donde el principal móvil, más que el sabor, son las supuestas propiedades afrodisiacas del bicho.
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Hola, Carlos:
¡Me has tocado la mesa! En más de un banquete pequinés me han servido el mencionado pepinito. Te confieso que la primera vez lo tragué como si fuera un buche de leche de magnesia, pues los cubanos no solemos consumir alimentos con esa textura (similar en ese sentido a las anguilas y orejas de mar, también muy consumidas en China), pero para el segundo ágape ya tenía el paladar listo.
Amigo, un consejo: Ud. que se ve persona paciente y curiosa: arme su criadero de holoturias donde pueda y cuanto antes: acá se vende cada una entre 30 y 50 dólares sin cocinar. Los EEUU le venden un promedio de 20 millones de dólares en holoturias a China cada año. Y en un restaurante de primera en Pekín, el animalito en su salsa alcanza los 90 dólares por pieza. Yo apuesto más por ellos que por la moringa…
Pero lo del efecto afrodisíaco lo dudo y mucho. Para eso, chinos incluidos, Viagra que Ud. conoce…
En China me invitaron al dichoso animalito una vez. Sabor ninguno, el de la salsa. Consistencia gelatinosa. Nada del otro mundo. Como en todo banquete chino que se precie, hubo aparte como 40 platos más de todo tipo. Me quedé de piedra cuando me informaron que todo el pantangruélico banquete era un regalo del restaurante por haber pedido el dichoso pepino, que él solo valía más que todo el resto.
¿90 USD por pepino?¡¡¡¡¡ mañana me pongo a criar, que en mi barrio hay algunos restaurantes chinos jajajajaja
Jaja…entonces ahora puedes exclamar: 谢谢,毛泽东!(¡Gracias, Mao Tsetung!)
Sí, pero eso es completamente preparado, listo para comer y en restaurante de primera….de cualquier modo, si en Cuba se decidieran a cultivarlos masivamente tendrían compradores asegurados….
Lo dudo. No tenemos «suerte», que es otra forma de llamarle a la ineficiencia. Todo el marabú desaparecerá el día que se le encuentre una utilidad real (hacer carbón no es una solución sino una desgracia).
Desde luego. Mientras el omnipresente estado siga ahogando cada promisoria iniciativa del público, y se insista en asociar el mercado con Lucifer, se mantendrá el ciclo infernal.