Bases militares en Nuestra América

Por Dmitri Prieto

Cuando vivía en Londres, mi vecina era una joven y atractiva maestra irlandesa. Una vez estuvimos hablando de historia, y le mencioné la victoria de la URSS sobre el fascismo. “But it’s not true… You’re kidding. The AMERICANS won the war!”

Antes de entrar en cualquier explote patriótico, me puse a reflexionar. La presencia norteamericana en Europa va más allá de los Big Mac y la Coca Cola. Hay bases militares. La lógica es perfecta: quien gana, deja bases militares. Si hay bases, es porque ganaron. Derechos del vencedor.

A diferencia de la Europa Oriental, de donde el Ejército Soviético salió generalmente acompañado de los casi unánimes silbidos de los habitantes, Europa Occidental está  aún llena de la presencia militar de una potencia extranjera.

Y sabemos por las ya no tan recientes investigaciones sobre el uso de tales bases durante la era W. Bush.  Me refiero al tráfico de personas situados en limbo jurídico: “vidas desnudas” (bare life) provenientes de Afghanistán e Irán. Las autoridades europeas muchas veces colaboraron, pero el protagonismo era estadounidense.

También en Cuba hay una base. Allí  fueron y son las mayores barbaridades.  En Europa, Guantánamo es más famoso que La Habana.  Civilización convertida en barbarie, presencia militar convertida en carcelaria.  Una tarea pendiente para Obama, en realidad más que detestable.  Un hecho tornado además en un gran pretexto.

Para los movimientos antimilitaristas de América Latina, las bases norteamericanas son uno de los mayores escollos.

En Honduras, sabemos de algunas fuentes de que existe la versión de que el avión en el que secuestraban al Presidente hizo escala en una base que tienen allí.

América Latina, a pesar de su historia, no es ya territorio ocupado.  Colombia es caso aparte. La extraterritorialidad de las fuerzas militares de un país destacadas en otro les da un estatus especial.  Tampoco aceptan los EE.UU. la jurisdicción de la corte penal internacional para esos casos.

Si no es imperialismo, entonces, ¿qué  es?