Así son las vacaciones de un inmigrante en Brasil

HAVANA TIMES – Después de un año y cinco meses de trabajo duro, y algunas presiones ejercidas por mí en la empresa a la que pertenezco, finalmente me otorgaron los 30 días de vacaciones a los que tengo derecho. Así lo establece la ley laboral brasileña, como también decide que la empresa tiene un rango de entre uno y dos años para programar ese descanso.
Al salir, te pagan una cantidad de dinero equivalente a un salario bruto más el 33% del mismo, a cuya suma posteriormente le descuentan aproximadamente un 10% en concepto de impuestos. Con ese dinero y 30 días por delante, da para tener unas vacaciones relajadas, agradables, pero sin lujos, ni despilfarros.
Curitiba es la ciudad por excelencia para pasear sin hacer grandes gastos de dinero. Tiene muchos parques con entrada gratuita, a los que puedes llevar tu propia merienda, con productos que es posible comprar en los mercados más baratos.
Una merienda para tres personas, con un litro de jugo, otro de Coca Cola, algunos panes con mortadela y dulces, si economizas, te puede costar más o menos 25 reales (unos 4 dólares).
En mi caso, aprovechamos también para almorzar en casa de algunos amigos para los que normalmente no tengo el tiempo que quisiera. Igualmente hicimos invitaciones para cenar en casa, y hasta un brunch este último fin de semana.
Aproveché y me compré alguna ropa y un par de tenis, porque normalmente no dedico tiempo a eso. Mi guardarropa estaba bastante disminuido. Como soy un poco especial con lo que me pongo, y prefiero tener poco, pero de buena calidad, la compra me salió en más de 600 reales (unos 100 dólares), equivalente a un 30% de mi salario.
Descansé bastante en casa, vi juegos de pelota de la MLB, series como Prison Break que increíblemente nunca había tenido la oportunidad de ver. Nos compramos una TV box y por primera vez contratamos los servicios de Netflix. He visto por enésima vez la saga de Matrix.
Con mucho placer, también he hecho algo de trabajo para los demás. Cuando algún hermano de la iglesia u otra persona necesita una mano porque se está mudando o pintando la casa, por ejemplo, uno abandona el descanso para socorrerle.
He pasado bastante tiempo de calidad con mi familia, saliendo juntos, e inclusive celebrando la fiesta de cumpleaños de mi pequeña hija en uno de aquellos parques naturales que mencioné. Y todo eso son cosas que, sencillamente por vivir en Cuba, no hubiera podido realizar.
También tuve tiempo para pensar en mi futuro. Para organizar mejor mi tiempo en función de invertir en mi preparación, en mi crecimiento.
Y aunque no pude conseguir un trabajo más allá del actual que tengo como carnicero, sé que los estudios que he comenzado me dejarán en mejor posición para conseguir un mejor empleo en el futuro cercano. Eso, y 30 días de un descanso placentero, me ayudan a encarar otro año de trabajo duro.