LASA y el ejercicio de la autonomía intelectual

Armando Chaguaceda

Entrega del Premio de la Sección .

HAVANA TIMES — Los congresos de la Latin American Studies Association (LASA) son como un bazar persa, donde hay de todo: sabios y charlatanes, gendarmes y bufones, joyas y baratijas. Realidad que pude corroborar cuando asistí, en calidad de ponente, al pasado encuentro, realizado en Washington DC, a fines de mayo.

Fue una oportunidad para comprobar el cariño y lealtad de viejos amigos, encontrar nuevos camaradas y observar, en toda su extensión, las luces y miserias del homo academicus.

En especial estas últimas, que abarcan la mediocridad disfrazada de radicalismo, el dogma camuflado como  ciencia, y la unión de lógicas mercuriales –la academia, no olvidarlo, es también un mercado-  y autoritarias –hijas de la razón de estado-, las cuales resaltan al ser  asumidas, entusiasta o vergonzantemente, por algunos colegas.

En mi caso, la pasada edición me dejó la experiencia de dos realidades contrastantes. Como miembro de la sección venezolana de LASA, pude compartir las discusiones organizativas de una comunidad plural –en sus referentes disciplinarios, ideológicos y vivenciales- pero nucleada alrededor de la idea de empujar el trabajo de la sección a mejores horizontes.

Con un intercambio fluido, sin las tensiones que suelen contaminar los asuntos ligados al hermano país, la historiadora Margarita López Maya, una conocida estudiosa de la protesta social y la historia contemporánea venezolanas, condujo la reunión con el concurso de los presentes, entre ellos varios jóvenes académicos.

La búsqueda de fórmulas para la gestión de fondos, el impulso a la investigación –incluida la institución de un Premio de la Sección, dotado de recursos aportados por sus miembros-, la difusión de los resultados del trabajo de los colegas: esos eran los ejes de la jornada.

Todo aderezado por la informalidad caribeña que hace a la academia venezolana mucho más amena, en modos y tonos, que otras homólogas de la región, demasiado presas de rituales y talantes aristocráticos.

Como contraste, la participación colectiva de mis compatriotas de la isla fue, cuando menos, distinta en sus dinámicas y móviles.

Académicos de la sección Venezuela de LASA.

Si bien es cierto que la idea de delegación fue algo explícitamente rechazado –con sospechosa insistencia- por académicos cubanos asistentes al foro y que la presencia de nuevas voces (procedentes de la academia oficial, la disidencia o el activismo autónomo de la isla) dieron un contenido más fresco y plural a la representación de la Habana, lo cierto es que aún flotaba en el ambiente cierto tufillo a Guerra Fría.

Se expresó en la realización, torpe y ridícula, de una suerte de acto de repudio de baja intensidad en contra del académico Ted Henken, en castigo a su osadía de promover, dentro y fuera de la Sección Cuba, posicionamientos en temas álgidos como la exclusión (años atrás) de voces disidentes y la no asistencia, por veto institucional, del economista cubano Omar Everleny a los debates de LASA 2013.

Por suerte, las buenas ideas, los diálogos emergentes y las nuevas caras impiden que se caricaturice, en bloque, todo el aporte isleño a la cita: Cuba es más que sus funcionarios, aunque algunos persistan en lo contrario.

Pero estos últimos, burósofos más o menos sofisticados o simples rancheadores del pensamiento, continúan haciendo daño a nuestra esfera pública y comunidad intelectual, de facto trasnacionalizadas.

Por eso, lo preocupante es que quienes diseñan la participación cubana parecen no percatarse que los tiempos han cambiado, dentro y fuera del país. Y que ya no existen públicos cautivos, a los que es posible bajarle un teque sobre el Bloqueo, que disculparán cualquier desactualización/imprecisión/manipulación de la ciencia social en nombre de una “particularidad cubana” donde, como sabemos, todo lo realmente importante y polémico es despachado con la muletilla de que “es complejo”.

Deberán asimilar, si quieren mantener un espacio medianamente creíble –y convocante- en congresos como LASA, la urgencia de aprender a debatir, a reconocer al otro y dar cabida a la diversidad y el pluralismo. Deberán, en suma, abandonar las prácticas pseudopoliciales y comprender qué quería decir el marxista Antonio Gramsci cuando hablaba de construir hegemonía.

El mero contraste de ambas situaciones revela dos posturas diferentes de los intelectuales cubanos y venezolanos, residentes en sus países de origen y asistentes a LASA, respecto a sus roles y posicionamientos dentro de sus respectivas realidades nacionales y frente a los estados que las rigen.

Curiosamente, lejos de lo que algunos podrán suponer, la situación económica de ambas academias no es, cualitativamente, tan divergente: si bien es cierto que el salario de los cubanos persiste anclado en el inframundo, los colegas venezolanos han visto desplomarse sus ingresos a niveles inéditos, todo ello en un país, además, tan o más caro que la isla.

Tampoco es el status migratorio lo decisivo, pues las agradecibles reformas implementadas en la isla permiten, como opción, que quienes tengan algo que decir viajen a los foros globales, más allá de cualquier veto o padrinazgo institucional. Y créanme que los amigos caraqueños, larenses o zulianos pasan las de Caín para obtener viáticos y boletos, acudiendo a las agencias de cooperación internacional, las mismas que financian a buena parte de la delegación cubana.

No es, por tanto, la base material o el entorno legal de ambos gremios lo que les diferencia: es su sentido de la autonomía, de lo que pueden y deben hacer, sin más permiso que el que emana de su conciencia y responsabilidad.

Los cubanos, lentamente, vamos asimilando la experiencia de que, si queremos ser respetados como intelectuales y ciudadanos, debemos explorar lo que existe allende los muros impuestos por Papá Estado; recuperando el secuestrado sentido de la libertad.

Los venezolanos, conscientes de su situación, defienden el derecho a pensar y decir, sin cortapisas ni lastres, como única forma de ser, verdaderamente, gente pensante, progresista y democrática.

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