La ola iliberal en América Latina

Por Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES – En su último libro (Crepúsculo de la democracia: el señuelo seductor del autoritarismo, Doubleday, 2020), Anne Applebaum llama la atención sobre la propagación global de un ethos autoritario. Con un ensamblaje que reúne la tecnología política centenaria del Partido leninista y tendencias más nuevas a la polarización social, las noticias falsas y la política de identidad de corte extremista.

El renacimiento iliberal abarca ambos extremos del espectro político. Europa del Este y Estados Unidos sufren el nativismo de la extrema derecha populista. Las naciones latinas -de Europa y América- son también el escenario privilegiado de su oponente radical de izquierda. Ambos coinciden en el rechazo al pluralismo político y al multiculturalismo de las sociedades abiertas, en sus versiones liberales y progresistas. Reflexionar, a este lado del Atlántico, sobre lo que nos amenaza, es una tarea relevante y urgente.

¿Cómo vamos, América Latina?

América Latina es un verdadero crisol de identidades, procesos y estructuras socioeconómicas y políticas, que no admite simplificaciones. Cuatro decenios después del despliegue de las transiciones democráticas, nuestra región ha acumulado progresos, estancamientos y, más recientemente, retrocesos. Predominan los claroscuros, confusos y problemáticos.

En el continente, la recuperación regional de las democracias no vino de la mano de la construcción de estados de bienestar robustos e inclusivos: más bien coincidió con la expansión de las políticas de ajuste neoliberal, desarrolladas de una manera más devastadora que en otras regiones de Europa y Asia.

La clase media creció en varios países, sin que desaparecieran franjas intolerables de pobreza. Se mantuvieron notables desigualdades en los campos social y económico, que en algunos casos -clases, regiones, naciones- se ampliaron. Pero también se rescató el estatus y los mecanismos para ejercer la ciudadanía. La lucha por los derechos humanos se convirtió en un poderoso movimiento regional, que reunió a diversos activistas con agendas comunes, en diversos contextos.

A pesar de la validez formal de un marco mayoritario de orden democrático y de estado de derecho, la región hoy es un caleidoscopio de tipos de regímenes y grados de apertura a la participación cívica y la movilización social.

En países como Argentina, Costa Rica, Chile y Uruguay encontramos casos de régimen democrático robusto, combinado con niveles adecuados de capacidad estatal.

En Brasil convive un sistema político democrático -con alta fragmentación y contrapeso de poderes- con un gobierno populista de derecha, con niveles variables de capacidad e influencia estatal, coincidiendo con un amplio espacio cívico compuesto por numerosos actores de la sociedad civil.

México representa un caso de gobierno populista de izquierda, donde los niveles intermedios de apertura del régimen político -afectados por las redes de macrocriminalidad- se combinan con niveles variables de capacidad estatal y una movilización social creciente pero aún limitada.

Centroamérica -y otras naciones del Caribe y la zona andina- tienen democracias frágiles, con instituciones de baja capacidad para enfrentar emergencias sanitarias y espacios cívicos formalmente abiertos, pero con violaciones sistemáticas y variables de los derechos de los ciudadanos.

Por otro lado, Nicaragua y Venezuela tienen un tipo de régimen híbrido, combinado con niveles variables de capacidad estatal y movilización social, dentro de un entorno represivo de espacio y derechos cívicos. En Cuba tenemos el único caso regional de un régimen autocrático cerrado con alta capacidad estatal y bajos niveles de movilización social. Haití representa un Estado fallido, casi sin capacidad estatal con niveles moderados de apertura y movilización social.

Si bien durante el llamado giro a la izquierda (1998-2018) la región experimentó un aumento del gasto público y una mejora en las condiciones de vida de millones de personas en varios países, el posterior fin del auge de las materias primas, la recesión económica resultante y las políticas de ajuste y deuda adoptadas por varios gobiernos contribuyeron a la situación actual de estancamiento económico y enojo social.

Este descontento, sumado al creciente deterioro de una institucionalidad democrática que no parece canalizar eficazmente las múltiples demandas ciudadanas, parece estar en el origen de las movilizaciones populares que tuvieron lugar en varios estados durante 2019 y 2020.

La situación abierta con la pandemia del COVID-19 ha agravado los procesos de empobrecimiento, autocratización e incapacidad del Estado para responder de manera efectiva y legítima a las demandas y cumplir con los derechos de los ciudadanos.

En 2021, la situación empeoró. El último informe de Freedom House muestra que, además de marcar el decimoquinto año consecutivo de declive de la libertad global y de que los países con retrocesos democráticos son más que los que muestran mejoras, el covid-19 y las respuestas estatales a la pandemia empeoraron la situación. Incluso en patrias con sistemas y líderes liberales, las preocupaciones por las libertades democráticas se redujeron en la lucha contra el virus.

La ofensiva autoritaria: malas ideas, peores prácticas

Pero no se trata solo de rendimientos decrecientes de las estructuras económicas, sociales y políticas: también hay mutaciones, no precisamente favorables a la democracia, en las actitudes de ciertos sectores de la ciudadanía y las élites regionales.

En América Latina, el apoyo político a la democracia liberal ha ido disminuyendo sistemáticamente en la última década. Mientras que hace diez años, aproximadamente 2 de cada 3 ciudadanos latinoamericanos argumentaban que “la democracia es el mejor sistema de gobierno más allá de sus problemas”, en 2018 esa proporción cayó al 48%.

Tras este, el nivel más bajo desde principios de siglo, hay al menos dos fenómenos confluyentes. Primeramente, una cultura política autoritaria, que más allá de las coyunturas muestra una permanente desafección con el modelo democrático.

Una segunda posición expresa el rechazo con el funcionamiento de las democracias existentes, aunque no una ruptura con el régimen como tal.

Si analizamos la evolución del descontento ciudadano (insatisfacción con la democracia), vemos que el apoyo político a la democracia es una actitud sujeta a la realidad (procedimental y de desempeño) de estos regímenes en nuestras desiguales sociedades latinoamericanas.

El campo de la producción y difusión de ideas, imágenes e información revela también el progreso iliberal. En América Latina -y otras partes de Occidente- las universidades e instituciones culturales están cada vez más pobladas por una especie de hegemonía de izquierda, en sus múltiples tribus, acompañada de un centro amorfo y pasivo, que deja a los segmentos fundamentalistas de aquella para imponer léxico y agenda.

Ciertos rasgos -antiamericanismo obsesivo, igualitarismo dogmático, sobrerrepresentación ideológica y propensión iliberal- delinean, en el ámbito latinoamericano, la identidad y proyección de gran parte de este campo intelectual ideológicamente sesgado.

Por su parte, en la región existe un sector sociopolítico conservador cuyas ideas están sobrerrepresentadas en centros privados, grupos religiosos, conglomerados mediáticos y algunas entidades públicas de gobiernos de derecha.

Pero las redes políticas, mediáticas y social-civiles de los conservadores latinoamericanos, ya sean trumpistas, bolsonaristas, uribistas y de otras fuerzas afines, no muestran un músculo intelectual que esté en sintonía con sus enemigos gemelos de la izquierda iliberal.

En la actualidad, aquellos que parecen disfrutar de una mayor articulación regional, una presencia fortalecida en la opinión pública e incluso el apoyo financiero e intelectual de los Estados Unidos y Europa son los antiliberales de la izquierda.

Mientras que los cultivadores de las ideas iliberales -sus representantes y agendas en los mundos científico, académico y cultural- parecen crecer con éxito, quienes se oponen a ellas se encuentran desintegrados, fragmentados, aislados y, en muchos casos, sin apoyo institucional.

Pero lo más importante es que carecen de estrategias comunes, privados de símbolos y discursos, escasos de articulación colectiva. El mundo académico y cultural adolece de tener espacios cooptados por defensores del modelo autoritario, ya sea por convicción militante o porque reproducen las bases de un sentido común para interpretar la realidad.

En esta disputa actual, el capitalismo tiene un papel controvertido. Porque a diferencia de la Guerra Fría -cuando se enfrentaban dos modelos políticos y económicos diferentes- hoy el leninismo 2.0 adoptó el capitalismo como estructura económica y utiliza su poder en favor del programa antiliberal y autoritario.

En la región latinoamericana, casos como el de Daniel Ortega o Nayib Bukele, a pesar de estar en las antípodas ideológicas, combinan un modelo de gobierno donde el personalismo autoritario, combinado con grupos políticos leales, es capaz de convivir con las élites de una economía de mercado. Tanto Nicolás Maduro como Jair Bolsonaro tienen grandes empresarios entre sus aliados, aunque solo este último asume abiertamente su defensa de la economía de mercado.

Para colmo, China y Rusia han comenzado a expandir su influencia en instituciones económicas, políticas, educativas, científicas y culturales en la región, para también promover su presencia en la opinión pública. A través de la creciente influencia de estas autocracias globales, los individuos y grupos antiliberales latinoamericanos encuentran modelos y aliados que coinciden con ellos en la visión jerárquica y autoritaria de la sociedad. Al mismo tiempo, esta nueva asociación les proporciona más recursos, legitimidad y acceso al entorno mundial.

El reto que enfrentamos

Los escenarios y procesos globales de autocratización, polarización y desafección se han acelerado en los últimos tiempos. En cada continente hay tiranos decididos a acabar con la disidencia interna y perpetuarse en el poder. Además, han aprendido que en estos tiempos necesitan extender su influencia, integrarse activamente en las organizaciones internacionales, teñiendo su tiranía con algún discurso emancipador o religioso. Y que pueden jugar geopolíticamente del lado de Rusia o China.

En América Latina hemos pasado momentos de euforia por el supuesto fin de las ideologías a etapas en las que viejas modalidades dogmáticas de aquellas -basadas en el predominio irrestricto de principios y metas totalitarias- aspiran a captar y reducir homogéneamente la complejidad de diversos temas y demandas sociales. El escenario resultante no parece muy alentador: hoy la disputa parece reducirse a elegir entre tipos—liberal tecnocrático vs estatal autoritario— de modelo capitalista.

Sobre la base de este marco, es posible concluir que la contradicción políticamente más relevante, por su impacto en la vida pública, dentro de las sociedades, clases políticas y academias latinoamericanas es la que actualmente toma partido frente a dos formas opuestas de concebir el poder. Respectivamente basadas en el reconocimiento o negación de la soberanía popular y los derechos humanos:  democracia versus autocracia.

La distinción entre izquierda y derecha democrática, definida por sus respectivos sistemas de valores y prioridades de política pública, puede procesarse de manera contingente pero razonable en las diversas instituciones y formalidades de nuestras democracias imperfectas.

Pero con los radicales de izquierda y derecha avanzando en todas partes, en ausencia de formas efectivas de sanción colectiva, los escenarios de los próximos años no son un buen augurio para las democracias latinoamericanas. A menos que los ciudadanos actúen con decisión y temprano en defensa de la democracia neutralizando el extremismo. La necesidad de defender la democracia, buscando la mayor inclusión, desarrollo y justicia posibles, es un asunto pendiente y amenazado en toda la región.

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“Para profundizar sobre los desafíos a la democracia regional y posibles modos de enfrentarla ver “Entre la geopolítica y las ideas. Reflexiones para una renovación democrática” Armando Chaguaceda y Fernando Pedrosa, Diálogo Político No 5, konrad-adenauer-stiftung, Montevideo 

*Armando Chaguaceda es un académico cubano-mexicano, especializado en el estudio y proceso de democratización en América Latina y Rusia. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana y un Doctorado en Historia y Estudios Regionales de la Universidad Veracruzana. Sus textos de opinión han aparecido en Letras Libres, New York Times, El Mundo y La Razón, entre otros medios.

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Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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One thought on “La ola iliberal en América Latina

  • Excelente articulo que pienso no publicaran en los mass medias del imperio UE.
    A modo de ejemplo quisiera tomar Francia, la nacion de europa occidental de la “libertad”. Desde el triunfo de la revolucion ( que tanto le gusta a Francia) hasta el paseo por los Campos Eliseos de Raul Castro, Francia ha apoyado el totalitarismo cubano. Tambien dio asilo politico a los terroristas rojos de la democracias occidetales como Italia. Pero aun mas, tanto que se habla en la prensa Occidental de la invasion del imperio EUA a Iraq, silenciando como Francia politica y sobre todo militarmente apoyo a Saddan Hussein para mantener sus petroleras despues de la expropiaciones nacionalistas.
    El artista Luis Manuel Otero en Paris, la nacion de la libertad, en el centro Pompidou, pero tanto sus palabras como las manifestaciones populares de los cubanos al grito de “libertad”, son ignoradas por Francia.
    En Italia, otro pais UE, surge un movimiento popular llamado “politica desde abajo” y “democracia participativa” a traves del web, el Movimiento 5 estrellas, el titular del blog es un artista (comico) y viene apoyado por los artistas italianos. Este movimiento surgido en el web y acerrimo enemigo de Fuerza italia, precisamente por el conflicto de intereses: un empresario con mass media es presidente del ejecutivo italiano, es el mismo que estando en el gobierno italiano se niega a reconocer a Juan Guaido en Venezuela, pero va mas alla va contro los artistas cubanos, va contra la libertad del web en Cuba y apoya al gobierno de Cuba que mantiene desde hace 60 anos el control absoluto de todos los mass media.
    Puse dos ejemplos Francia e Italia, su relacion con los dictadores, con los totalitarismos, con la militarizacion,no solo en AL si no en el mundo.
    Es hora que los academicos hagan la debida distincion entre autoritarismo: exceso de autoridad ( Chavez, Bukele, por ejemplo) dictadura: Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales. ( Ejemplo: Maduro) totalitarismo:Doctrina y regímenes políticos, desarrollados durante el siglo XX, en los que el Estado concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial. Ejemplo: Cuba.

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