“La normalidad: Crónica de la pandemia 4
Por Armando Chaguaceda
HAVANA TIMES – Hoy el virus adquirió rostro. Alguien conocido, hija de una amiga, en Europa. Y aunque es una persona joven, fuerte y bien atendida, me inquieté. Me entristecí, porque cuando la amenaza se hace cercana, la cosa cambia. Deviene tangible. Pensé enseguida en cosas graves y solemnes, entre estas, suprimir mis bromas en redes sociales.
Pero ¿acaso no necesitaremos el humor para resistir lo que viene? ¿Agregar más amargura y pesimismo nos salvará? ¿No necesitan de la risa nuestra psiquis y defensas inmunológicas? Pues bien, he decidido seguir riendo: en público y en privado, allá y aquí, en este Internet que se ha convertido en sustituto del mundo real. Mientras pueda hacerlo. No lo tomen como irrespeto o insensibilidad ante el dolor ajeno, sino como arma en la lucha por la supervivencia, para resistir nuestra “nueva normalidad”.
La “nueva normalidad” no llega igual a todas las zonas, las clases, las familias. Mi barrio, creo les dije, es una mezcla sui géneris de clases medias y trabajadores. En casa, que pertenecemos a las primeras, planificamos la cuarentena, tomamos medidas, porque supimos y pudimos. Pero otros, que aquí -y en nuestros países- son mayoría, no correrán igual suerte. Simplemente, seguirán con su antigua vida hasta que sea posible. Su relación precaria con el Estado -que no los orienta ni protege- y el mercado -en el cual compiten en franca desventaja- se los impide.
En ese caso, en las próximas semanas -y salvo que la reclusión sea absoluta-, quizá vayamos por algo que se agotó. Comprarle al negocio de la esquina será la opción, pues la suerte de los pequeños comerciantes -nuestros vecinos- estará echada si no los ayudamos. Repensemos, clasemedieros, nuestras excusas: el contagio puede sobrevenir también en un supermercado abarrotado o en el envío postal. De esta quizá no salgamos todos, pero debemos intentarlo, sobre todo, del modo más humano posible.
Vuelvo al mundo real, me asomo a la ventana. En la esquina, frente a mi casa, venden agua. Es que aquí la gente, incluida la humilde, compra el agua que bebe. Todo un tema… pues justo ahí, en el comercio, han acampado, previsores y ordenados, los testigos: gente con propósito y sentido de la coyuntura. En estas semanas pasan un día sí y otro también. Nada como las crisis para fomentar las sectas y difundir el consuelo.
Y es que en México, ante las incoherencias, demoras y omisiones de la autoridad, se extiende la improvisación y la búsqueda del pensamiento mágico. En este mundo, entre quienes mandan, sobran políticos y faltan estadistas. No importa la ideología o el tipo de régimen. Pero si fuese solo así, la cosa sería menos grave. El problema es que, entre quienes desde abajo pueden -por recursos y agencia- hacer la diferencia, hay muchos más habitantes que ciudadanos. Necesitaremos mucho de esa conciencia cívica, dormida o ausente, para afrontar lo que se asoma en el horizonte.