La Conferencia del PCC: entre Kriúkovo y el Rubicón

Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES, 10 feb — En días pasados, al recibir la invitación del amigo Circles para compartir en Havanatimes mis impresiones en torno a la recién celebrada Conferencia del PCC, le respondí que no podría decir mucho.

Las noticias que llegaban del conclave no presagiaban giros dramáticos en la política antillana, y los fragmentos de intervenciones televisados exponían un abuso de la retórica sólo recomendable para pacientes aquejados de insomnio.

Sin embargo, la ulterior posibilidad de acceder a los videos y documentos de la Conferencia a través de medios como Cubavisión InternacionalCubadebate me ha permitido ordenar ideas e informaciones y escribir estas líneas.[i]

Debe recordarse que esta Conferencia llega precedida de las reformas y consultas que acompañaron al VI Congreso, hechos que motivaron un sano y casi inédito debate en toda la isla.

Revistas, foros alternativos de análisis y opinión, y la siempre inquieta voz de la calle sirvieron de canales amplificadores a demandas de la gente en torno a consumos y derechos que pocas veces obtienen reflejo en la televisión y prensa oficiales.

Temas como los ansiados cambios de la política migratoria, la demanda de mayor espacios y garantías al emprendimiento privado, o la necesidad de protección a los desfavorecidos de las reformas fueron configurando, junto a otros asuntos, una suerte de agenda ciudadana no siempre coincidente con los ritmos y rumbos del poder.

Creo que es en la dirección de un reforzamiento de la agenda específica de los actores dominantes – desconectada del legado de la Revolución y el sentir popular-  como podemos interpretar los resultados de la recién concluida Conferencia Nacional del PCC.

En sus “discusiones” ha sido ratificada la nueva división de funciones dentro de estructura y elite políticas cubanas, donde el poder real (económico y coactivo) descansa en manos de sectores militares y empresariales, encargándose a la burocracia partidista un rol como legitimador de las políticas en curso, muy parecido al aval sacerdotal que recibían en el Antiguo Egipto las decisiones del faraón y los privilegios de sus poderosos generales.

Semejante encomienda explica la realización de intervenciones abstractas – y terriblemente aburridas – sobre temas como el debate o la diversidad, sin que sus expositores analizaran los factores estructurales que afectan ambos fenómenos en la sociedad cubana, contentándose con lanzar criticas genéricas a “los  funcionarios” o los apabullados periodistas.

Inconmovibles en torno a la idea de que La fuerza de la Revolución está en contar con un Partido que une a toda la nación, los delegados de la Conferencia aprobaron un grupo de directrices que señalan los horizontes de la vida política nacional, mismos que pueden ser resumidos de la siguiente forma:

La primacía de la agenda de cambios sobre la política partidista tradicional; situación que fue sancionada al insistirse en el papel que deben desempeñar las organizaciones de base y organismos del Partido en los asuntos relacionados con la implementación y cumplimiento de las políticas aprobadas por el 6to. Congreso.

Fue enjuiciado críticamente el papel que el propio Partido desempeña en esta actividad, anunciándose el propósito de eliminar definitivamente la interferencia y suplantación partidista en las funciones y decisiones gubernamentales y  administrativas.

El acotamiento del poder partidista,  lo cual quedó en evidencia al hablarse de la necesidad de ajustar la estructura local del PCC a las necesidades y características de cada territorio, y de liberar a los núcleos zonales – integrados por jubilados y que constituyen suerte de tropa de choque partidista – de todas aquellas actividades que no se corresponden con el contenido de su labor en la comunidad.

La persistencia de un modelo de participación y debate ciudadanos acotados y controlados por las agendas y estructuras estatales; pues sólo desde esas coordenadas pueden interpretarse los llamados a acrecentar la participación consciente, protagónica y transformadora del pueblo en la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social aprobados en el 6to. Congreso, el ejercicio de la crítica y la autocrítica en el lugar adecuado, en forma correcta y oportuna, y la debida atención a los planteamientos formulados por la población.

La decisión de los dirigentes de mantener bajo control el malestar social y la prevenir el crecimiento del disenso entre los nuevos actores; factores estos que motivaron los llamados a transformar la labor política e ideológica con los jóvenes, realizar la evaluación sistemática de los impactos que resulten de las medidas económicas y sociales y alertar sobre sus desviaciones, la demanda de proteger los bienes del Estado, luchar contra la corrupción y las indisciplinas, así como- en un mensaje dirigido a los nuevos empresarios y trabajadores privados- fortalecer el trabajo político e ideológico con quienes se desempeñan en las diversas modalidades de gestión económica no estatal y combatir los prejuicios existentes en torno a ellos.

Así que la Conferencia no trajo, en sí, nada nuevo y sustancioso para quienes aun apuestan por una reforma pacifica, democrática y de contenidos socialistas del orden vigente.

Sin embargo, resulta inédito el conjunto de voces criticas que, dentro de la isla, expusieron desde antes de su realización los límites del documento base que sustentaba la convocatoria.

La realización del encuentro se encargó de corroborar la pobreza de palabras y hechos que se condensan en el reformismo de sobrevivencia de lo más rancio de la burocracia cubana, y en su percepción desenfocada del tiempo disponible.

Ante tal curso de acontecimientos, vienen a mi mente dos famosas anécdotas de la historia  universal. La primera, cuando Julio César, venciendo la resistencia de sus hombres, pronunció la famosa frase “La suerte está echada” y cruzó el río Rubicón para marchar rumbo a Roma en franco desafío al poderoso Senado.

La segunda, cuando un puñado de soldados soviéticos detuvieron a los tanques nazis en la aldea de Kriukovo, a escasos 41 kilómetros de Moscú, al grito de “No hay donde retroceder; tenemos la Patria a nuestras espaldas”.

Hechos que nos recuerdan que en la historia hay situaciones límites donde solo la decisión de los gobernantes para avanzar hacia lo desconocido y la firmeza de los ciudadanos al defender sus intereses hacen posible un futuro decente para los hijos de una nación.

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