Humildad y civismo

Para Ileana

Por Armando Chaguaceda

Foto: “Estamos unidos a otros, pasado y presente”

HAVANA TIMES – Hice un alto en mis testimonios del cotidiano, mis crónicas de la pandemia de estas semanas intensas. Decidí volver sobre textos pendientes desde hace tiempo. Una biografía de Hanna Arendt, las Analectas de Confucio, compilaciones de Keynes y Nehru. También terminé dos ensayos de próxima publicación, más una reseña de un libro.

En otra tónica, dediqué tiempo extra a hablar, sin más -ni mejor- placer que escuchar sus voces y recordar viejas anécdotas, con amigos de los que hace tiempo no tenía noticias. Casi todos, por suerte, están bien. Por demás, vamos bien con las provisiones -en la tercera semana de encierro- y el ánimo de mi esposa y nuestra cachorra están razonablemente bien. Las plantas de la terraza cobran brío y, sentado ante ellas, escribo estas líneas. 

Seamos honestos. Hoy, frente a la pandemia, casi nadie sabe casi nada. Pero -al menos desde nuestra sociabilidad moderna- nos cuestionamos todo. Los consensos son demasiado básicos: que necesitamos distancia social para amortiguar la crecida del contagio, que pasado mañana tendremos que volver a “lo normal” para que no colapse la economía y, con ella, la civilización toda. No hay muchas más certezas.

Por eso, en nuestras repúblicas -reales y virtuales- seguimos enjuiciándolo todo. En especial a los torpes gobernantes. Como la alternativa a ello es la censura autoritaria -que no resuelve la incertidumbre ni cura la pandemia- prefiero una y mil veces la vocería caótica, que el orden inapelable del silencio. Dicho esto ¿qué espero de la humanidad, de mí mismo? 

Una mezcla de humildad y civismo. Humildad del estadista, que abandone populismos, atienda al saber experto y convoque al ciudadano para afrontar tiempos difíciles. Civismo nuestro, para ejercer nuestros derechos -incluido el de la duda y la crítica- con la misma pasión que cumplimos nuestros deberes.

Para con el Estado y con el prójimo. Delinear una agenda es difícil en la bruma. Pero para salir de esta, sin sacrificar libertad por seguridad, necesitamos más diálogo nacional y sectorial -con formatos diversos y metas medibles-, más responsabilidad (concreta) de los empresarios, mejor política pública y, entre todos, más solidaridad con los más pobres. 

Dudo que triunfen, de modo fundamental y duradero, los cierres de fronteras y las medidas sanitarias o macroeconómicas pensadas únicamente al calor de la coyuntura; obviando la dimensión de justicia social que el presente demanda.

No habrá soluciones dignas y eficaces desde el individualismo posesivo, tan cuestionables y precarias como las del autoritarismo punitivo. Como decía aquel clon rebelde de Atlas de Nubes: “Nuestra vida no nos pertenece. Del vientre a la tumba, estamos unidos a otros, pasado y presente.  Con cada crimen que cometemos, cada gesto amable, alumbramos nuestro futuro.”

No servirán las recetas específicas del pasado, pero quizá los métodos exitosos. Revisemos las coyunturas críticas -la Gran Depresión, por ejemplo- cuando superamos el sentido común de lo inmutable, redefiniendo los modos de relacionarnos entre instituciones, mercados y personas. Recuperemos el espíritu de aquellas sociedades contemporáneas que, asediadas por enemigos despiadados y triunfantes -como la Finlandia de 1939 ante Stalin, y la Inglaterra de 1940 frente a Hitler- resistieron democráticamente sin confundir cohesión social y servidumbre.

Desafiemos los fatalismos que nos condenan -por cultura, clase, etnia o religión- a apegarnos al lastre inmutable de la costumbre. Como hicieron los indios en 1947, construyendo democracia, desarrollo y soberanía frente al pasado colonial y la tentación despótica. Cual sudafricanos en 1994, enterrando en las urnas y las plazas el bochorno del Apartheid. Siempre es posible mejorar el intento de una gestión colectiva de nuestros asuntos, como demostró la creación de las Naciones Unidas sobre el fracaso previo de la Sociedad de Naciones. 

Yo, que comienzo a ver, en el rostro de gente querida, la sombra de la peste, no sé -igual que ustedes- si escaparé de ella. Me cuido -y me cuidan- porque tengo eso que llaman “factores de riesgo”. Es una condición que asumo con serenidad: en esta pelea, la histeria y la depresión son malas compañías. Empero, en la sobrevida que añoro disfrutar, ojalá acabemos siendo todos un poco menos fatuos, arrogantes y parroquiales. Más creativos, libres y sosteniblemente humanos.

Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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2 thoughts on “Humildad y civismo

  • Tu texto es profundo, la reflexión ayuda a paliar esta horrenda pesadilla que nos coloca en una situación desesperada si nos deprimimos. El afan de conocimiento es otra de las dádivas que podemos disfrutar durante el encierro. Ojalá nos despertemos y todo haya pasado, y podamos vislumbrar un futuro diferente.

  • Estar en casa es tan difícil, no hay que ser tan melancólico, no es cosa de gobierno es internacional y es el mejor método encontrado cuando algún país diga lo contrario o descubran una vacuna será otra cosa, nos pasamos la vida corriendo y no disfrutamos de la familia este es el momento aprovéchenlo.

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