El viaje de Obama a Puerto Rico

Armando Chaguaceda

HAVANA TIMES, 18 junio — Por primera vez en medio siglo, después de aquella visita que J.F.  Kennedy hiciera a la isla en plena Guerra Fría, el presidente Barack Obama llegó en un cortísimo viaje a Puerto Rico que parecía más una escala de aeropuerto.

El mandatario hizo gala de su reconocido carisma (algo que lo destaca por sobre su anonadado predecesor) e hizo promesas, sin dudas positivas, de respetar una decisión soberana de los puertorriqueños sobre el status de su relación con los EEUU, de cara a un eventual referéndum a celebrarse en años venideros.  Obama ratificó su estilo de reunir altas dosis de encanto personal, un poco de vagas promesas y casi ninguna propuesta concreta.

No espero ser acusado de Obamofóbico, porque siempre he reconocido las cualidades personales del afroamericano, el valor simbólico de su triunfo e incluso las buenas intenciones que porta.  Barack ha insistido hasta el cansancio en la necesidad de una reforma migratoria (reclamada por los migrantes latinos y sus países de origen), en ofrecer una cobertura de salud universal o en mejorar la protección social y reducir los índices de pobreza.

Lo que sucede, a despecho de los entusiastas Obamofílicos (incluyendo entre estos algunos amigos de la isla) es que los candados protectores del sistema y de sus élites, articulados con lo peor del “American Way of Life” (individualismo posesivo, ausencia de organizaciones y pensamiento socialista de masas, hegemonía cultural del  paradigma del “self made man.” etc)  bloquean cualquier reforma sustancial que permita a los EEUU estructurar un Estado de Bienestar medianamente decente.

A semejante resistencia  atribuyo el visible y prematuro encanecimiento de Obama y aquellas miradas suyas cansadas o atribuladas que, con cada vez mayor frecuencia, la prensa nos ofrece.

Y si ello sucede en el territorio continental, que no deparará el “destino Manifiesto” en este Siglo XXI, a una sociedad y economía borinqueñas sufrientes de altos niveles de inseguridad, desempleo (que duplican los de EEUU) y perjudicadas por las políticas neoliberales de la actual administración de San Juan.

En Puerto Rico han aumentado en los meses pasados las violaciones de derechos de protestantes pacíficos y el uso de policía para violar la autonomía de los precintos universitarios e impedir las manifestaciones estudiantiles.  Algo impensable en una democracia liberal consolidada.

Se ha dicho que la complejidad del problema del estatus de Puerto Rico había impedido hasta ahora los viajes de los presidentes, poco motivados por la captura de votos isleños.

Ciertamente la población de Borinquen no tiene derecho a participar en las elecciones presidenciales o de representantes al Congreso de EE UU, pero los puertorriqueños sí pueden votar cuando residen dentro del territorio  norteamericano y su voto es importante en zonas como Nueva York, Nueva Jersey o Florida.  En este último Estado (decisivo en las algunas elecciones recientes) residen más de 700.000 puertorriqueños.

Por esas razones, intuyo,  Obama fue a Puerto Rico, para buscar dinero y el apoyo de las familias isleñas de los potenciales votantes que residen en territorio continental.

Debemos recordar que el status puertorriqueño es peculiar.  Se le permite tener su propia Constitución pero no un gobierno en toda la regla; su soberanía está en manos de EE UU (quien controla la defensa y relaciones exteriores) pero no forma parte de este país.  Sus ciudadanos son únicamente puertorriqueños cuando viven en la isla pero norteamericanos con todos los derechos cuando residen en EEUU.

La Casa Blanca ha creado un grupo de trabajo sobre Puerto Rico y tiene previsto realizar un referendo.  Se les preguntará a los puertorriqueños si prefieren la independencia (con soberanía plena o en asociación con EE UU), si desean ser un Estado de la Unión o mantener el status actual.  Aunque esta última es la opción que ha triunfado en los cuatro referendos anteriores (pues la gente teme perder las transferencias federales y la conexión con el mercado estadounidense) parece haber mayor descontento en la población.

Sea cual sea el desenlace de las consultas, lo cierto es que la anacrónica política de EEUU respecto a la isla debe llegar a su fin, ya que los puertorriqueños (en un arcoiris que va desde reformistas demócratas a independentistas radicales) demandan la derogación del tratamiento y status colonial de la isla y sus habitantes.

La actual administración estadounidense debe hacer lo imposible por desmentir una vieja máxima, encarnada en la realidad, que es fiel reflejo de la política del Coloso del Norte: que se puede ser República hacia dentro pero Imperio hacia fuera…y que semejante mirada romana afecta a aquellas poblaciones “bárbaras” a las que “conquistador civilizado” no se convence de extender todos los derechos.

 

Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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2 thoughts on “El viaje de Obama a Puerto Rico

  • Hola Armando, me gustaría saber si Usted vive o ha vivido en Puerto Rico. Gracias.

  • Hola Julio, no he vivido nunca en P.R ni lo he visitado, aunque me encantaría pues todos los puertorriqueños que conozco hacen “buena liga” con el carácter cubano…pero sí he leído y seguido la coyuntura en la isla, a través de amigos y conocidos…..y le dedico parte de mi tiempo y escritos, como podrá ver en esta serie una crónicas publicadas recientemente en http://www.cubaencuentro.com

    Saludos

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