El valor de andar juntos
Armando Chaguaceda
HAVANA TIMES, 10 abr — Por estos días he viajado en el tiempo, hace casi cinco años, cuando algunos locos nos dimos a la tarea de “enredar” al grupo de proyectos autónomos en que veníamos trabajando.
Era la primavera de 2007 y nuestra idea era armar una alianza de colectivos donde pudiéramos compartir recursos, experiencias y, eventualmente, unir fuerzas para acciones mayores y para la solidaridad frente a censuras institucionales comenzaban a arreciar.
Hijos lúdicos de una generación que creció viendo animados japoneses, decidimos ponerle a la red Voltus V, por aquel robot ensamblado a partir de 5 naves piloteadas por jóvenes y cuyo lema de batalla era “Vamos a Unirnos.”
Fue una idea bonita, que sin embargo quedó a medio camino. Recuerdo encuentros en el parque Almendares o en casa de Luis Eligio, donde nos reunimos místicos y poetas, filósofos y amantes del software libre, ecologistas profundos y militantes comunistas, desencantados de casi todo y soñadores empedernidos.
La prisa por construir agendas y organigramas hasta el detalle no bastó para convencer a todos de la necesidad de la unión.
Alguien dijo “no, esto es político y yo no tengo que ver con eso,” logrando poco después cobijo en un nicho de la institucionalidad cultural. Otra voz irreverente dijo algo parecido y al rato se convirtió –lo convirtieron- en un disidente en toda regla. Paradojas del destino ¡
Si algo saqué de aquella experiencia-que consumió por algunos días mis energías y esperanzas- fue la necesidad de no confiar demasiado en factores racionales para armar semejantes proyectos.
En un mundo de creadores -donde las identidades valen tanto como las declaraciones de principios y los afectos más que los documentos programáticos- el activismo no podía teñirse de los viejos colores de la militancia, la misma de la cual huíamos tras su paso por nuestras vidas.
Y aprendí que las razones, las acciones y esa confianza que nace del conocer al otro –y compartir su suerte- deben ir juntos. Si es que queremos avanzar en medio del ambiente de carencias, cansancios y censuras en que se hace, en la concreta, el activismo sociocultural cubano.
La declaración que el Observatorio Crítico- suerte de legado indirecto de aquellos vínculos y esfuerzos- ha hecho circular por estos días es un ejemplo del parto, difícil, imperfecto pero hermoso, de la confianza.
Como toda postura colectiva no es la visión acabada y coherente de cada uno de sus hacedores; pero es la suma (y el promedio) de todas nuestras ideas y apuestas por un país y mundo mejor.
Es el fruto de un debate diario y total, sin tabúes, prisas o pausas, donde la opinión de quien esta “dentro”-captando las sutilezas y viviendo los sacrificios cotidianos- tiene igual peso y respeto de la mirada de aquel que “fuera” disfruta de otra perspectiva, con mayor acceso a información y menores riesgos personales.
Una postura (de la declaración misma y del trabajo todo de OC) donde los arboles no prevalecen sobre el bosque (ni viceversa); para molestia de quienes se empeñan en dividirnos, etiquetarnos, acusarnos.
Y donde quien escribe estas líneas se felicita por aprender, cotidianamente, de la creatividad, pasiones y luchas de sus compañerxs ambientalistas, feministas, educadores, antirracistas, libertarios….
Creo que incluso aquellos que acostumbran a criticar nuestras posturas han tomadon’ta, lúcida y respetuosa, del valor de esta iniciativa.
Al menos me lo anuncian dos mensajes llegados a mi correo apenas 24 horas después de salida la declaración.
Me alegraría que así fuese realmente. Porque al denunciar toda forma de exclusión, represión o censura -desde las miradas y velocidades que nacen de nuestras diversas experiencias- damos otro paso adelante para superar recelos, mesianismos y divisiones.
Para construir con nuestros actos, canciones y palabras ese espacio abierto, plural, libre, PÚBLICO que merecemos. Y es que, como nos recuerda una propaganda oficial “la esperanza no se puede bloquear.”
Hermoso texto, mi hermano.
Mucha razón te acompaña.
Abrazos desde la isla