Ecuador: protestas endógenas e influencias foráneas

Armando Chaguaceda

Celebración después de que el gobierno retractara sus medidas de austeridad después de varios días de disturbios. Quito, Ecuador, 13 de octubre 2019. Foto: Dolores Ochoa / AP

HAVANA TIMES – Las recientes protestas en Ecuador remiten a tres dimensiones analíticas: una génesis básicamente endógena -mezcla de legado histórico y coyuntura política-, cierta influencia exógena -de gobiernos bolivarianos y aliados afines- en su desarrollo y, en el cruce de ambas, un incalculable impacto para el ecosistema democrático continental.

Las tres dimensiones son reales, y cada una amerita un análisis específico, combinando la historia política, las políticas públicas, las relaciones internacionales y los derechos humanos. Todo desde la diversidad de actores y agendas, nativas y foráneas, que confluyen en la crisis actual.

La causa principal de la crisis es de economía política: se agotó un viejo modelo dolarizado, que erradicó la soberanía monetaria, desajustó la balanza de pagos, asfixió al productor nacional y demandó subsidios al consumo. Eso lo reconocen analistas como Pablo Ospina y Rafael Rojas.

Justo por ello es insostenible reducir -y descaracterizar- las protestas como mera desestabilización chavista. El movimiento indígena ecuatoriano, protagonista de las movilizaciones, confrontó sucesivamente a los presidentes neoliberales y a Correa. Respecto a este último, el pasado viernes, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador denunciaba: “El correísmo nos criminalizó y asesinó a compañeros durante 10 años, hoy pretende aprovecharse de nuestra plataforma de lucha”. Pero los reclamos ciudadanos son más amplios que las demandas indígenas; abarcando sectores medios y populares, identificados con la tradicional perspectiva movimientista de las democracias andinas.

Un problema principal de Moreno ha sido su falta de base política: su liderazgo ha sido permanentemente disputado, asediado y vigilado, desde dentro del partido oficial, por los correistas. Además, al haber asumido los costos del impostergable ajuste fiscal -que todos saben necesario, aunque difieran en sus modalidades de implementación y de compensación a los afectados- Moreno queda desgastado frente a tirios y troyanos. Y tanto el correísmo como los socialcristianos esperan sucederlo, en unas eventuales elecciones anticipadas.

Pero ignorar los movimientos del grupo correista y sus aliados -dentro y fuera de Ecuador- es, cuando menos, naive. Veamos, por ejemplo, el reciente viaje de Correa a La Habana. La analista Iria Puyosa ha alertado que son acciones del correísmo -más parecidas a “los colectivos” chavistas que al repertorio de protestas del movimiento indígena- las que causaron disturbios en sectores de Quito y Cotopaxi, así como en el asalto a la Contraloría, donde se resguarda la documentación de los casos de corrupción que involucran al expresidente y sus aliados cercanos.

Según la experta, el correísmo aprovechó la coyuntura generando violencia, para que el Gobierno responda con represión. No hay duda de que el aparato de propaganda “bolivariano” está actuando: véase tan solo la cobertura en tiempo real, con narrativa gemela, de Telesur y RT.

Con el anuncio, este domingo, de la derogación de las medidas anunciadas, asoman varias conclusiones preliminares.

Primero, que los principales actores políticos, opositores y gubernamentales, habrían decidido -desde sus respectivos niveles de fortaleza o incapacidad- reencauzar el conflicto por medios institucionales y pacíficos, desterrando los escenarios autoritario e insurreccional.

Segundo, que la manifiesta debilidad gubernamental sugeriría la capacidad de una mayor y mejor deliberación con la sociedad movilizada, para obtener su concurso en la estructuración de un plan de medidas para el impostergable saneamiento de la economía, cuidando afectar lo menos posibles a las mayorías trabajadoras.

Tercero -pero no menos importante- que las democracias vecinas y la comunidad internacional deberían hacer todo lo que esté a su alcance para acompañar un frágil proceso, susceptible de descarrilarse nuevamente, bien por la inevitabilidad de los ajustes o por la presumible continuidad de la agenda revanchista de Correa y sus aliados bolivarianos.

Respetar la economía popular y la protesta social pacífica son factores clave en cualquier democracia. También debe serlo el repudio a la desestabilización promovida por autocracias hipócritas, que vulneran sistemáticamente en su territorio los mismos derechos que reclaman a sus vecinos.

En Ecuador todas las partes -al menos las interesadas en la defensa del juego político democrático- deben apostar a la búsqueda de consensos amplios y el sostenimiento de esos acuerdos a través de la negociación. Pues entre la soberanía popular y la soberanía nacional, en un tenso equilibrio que recuerda las dramáticas polarizaciones de la Guerra Fría, se juega la suerte de la Latinoamérica democrática.

*Una versión actualizada de la que fue publica en La Razón.

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