De Minneapolis a Hong Kong: un reclamo, dos contextos

Por Armando Chaguaceda

Los manifestantes de Hong Kong se han tenido que ingeniar para burlar la tecnología de la policía en cada protesta. Cortesía | Niú

HAVANA TIMES – Asistimos al unísono a dos eventos de trascendencia global: las mayores protestas por justicia racial -derivadas del asesinato del afroamericano George Floyd- desde el movimiento por los Derechos Civiles en los años 60; y las manifestaciones en Hong Kong, en respuesta a la aprobación por el Partido Comunista chino de una ley represiva que busca aniquilar el espacio y derechos cívicos en aquella región.

Se trata de dos contextos diferentes. EE.UU. es una democracia con vibrante sociedad civil, pujante ecosistema mediático y pluralismo político, asediada por las tendencias populistas y autoritarias del trumpismo. Una república que abriga -como han reconocido por estos días organizaciones como Freedom House, Human Rights Watch y Amnistía Internacional- desigualdades de todo tipo, que impactan estructuralmente el modo de ejercer los derechos.

Hong Kong, es un enclave semidemocrático que forma parte de China continental, fruto del acuerdo internacional y la evolución doméstica que generaron el modelo de “un país, dos sistemas”. Un lugar donde la ofensiva de Beijing -modificación autoritaria del sistema legal y político hongkonés- ha sacado a la calle en rebeldía a la mayoría de su población, donde se produjo, el pasado año, la mayor protesta ocurrida a nivel mundial.

El antimperialismo sectario -dogma permanente de la izquierda antiliberal- celebra las protestas en EE.UU. como síntoma de una crisis terminal de democracia estadounidense. Al tiempo que ignora la represión sistemática que ocurre dentro del bloque bolivariano y sus aliados internacionales.

El anticomunismo vulgar -barniz ideológico del movimiento neoconservador- subsume la denuncia a la intromisión china en Hong Kong dentro de su disputa geopolítica con Beijing. Pero es incapaz de superar el reduccionismo conspirativo que ve detrás de cualquier protesta en democracias liberales, un protagonismo sobredimensionado -distinta a la presencia real- de las autocracias enemigas.

Foto: Scott Olson/AFP

Ambos invocan las protestas de modo selectivo, para calzar sus respectivas agendas políticas. Los manifestantes de Minneapolis o Hong Kong se tornan para aquellos meras fichas, en una disputa binaria y polarizante donde desaparece el compromiso cabal con los Derechos Humanos. Estos, por esencia, no pueden ser objeto de selectividad y no integralidad en su promoción, defensa o disfrute, porque el agravio sistemático a dos elementos básicos de la condición humana -el respeto a la vida y la dignidad de su realización- están detrás de las actuales protestas en Estados Unidos y Hong Kong.

Si bien es analíticamente posible -y políticamente relevante- diferenciar los marcos que ofrecen la democracia y el autoritarismo para el ejercicio de la ciudadanía, en materia de Derechos Humanos es imposible, éticamente, establecer raseros. No hay opresiones excusables; tampoco hay víctimas o derechos superiores a otros. Justo, porque en Estados Unidos el derecho a tener derechos es una posibilidad, la reivindicación de la justicia debe poner el listón alto a las autoridades y actores que los violenten.

Las diferencias estructurales entre democracia y dictadura, relativas al respeto a los Derechos Humanos, salen a la luz en el modo en que las respectivas instituciones oficiales procesan las protestas.

En EUA, la National Endowment for Democracy, ente dedicado a la promoción internacional del modelo democrático liberal, ha emitido una declaración (https://www.ned.org/ned-statement-on-racism-and-democracy/) donde reconoce como justos y legítimos los reclamos de justicia racial, al tiempo que rechaza toda forma de coaccionar esos derechos.

El pronunciamiento toma claro partido con quienes, en la sociedad civil y las instituciones estadounidenses, han cuestionado las acciones represivas orientadas desde diferentes niveles de gobierno, incluido el Ejecutivo.

¿Sería posible que en China los thinks tanks y organismos oficiales de promoción internacional del “modelo chino” hiciesen algo semejante ante la represión en curso en Hong Kong? La respuesta es clara: donde Estado, Gobierno y Sociedad se subordinan jerárquicamente a un único partido y su jefatura personal, tal posibilidad no existe.

Eso no implica debilidad a la hora de enfrentar, con realismo político, la injerencia de regímenes -como el chino- que impiden la protesta doméstica, mientras aprovechan los espacios de las democracias en provecho propio. Como la historia lo indica, la legitimidad y firmeza democráticas pueden ir de la mano, en casa y fuera de ella, en agendas concretas para hacer de este mundo un lugar seguro para la libertad, la justicia y la dignidad humana.

Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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