¿Revolution Reloaded?

Armando Chaguaceda

Con el Movimiento Comunal de Nicaragua

En Nicaragua sorprende al visitante la reiterada invocación a la Revolución en el discurso público oficial y en algunos comentarios de militantes de base del partido gobernante.  La referencia no parece tener una sola causa, pues reúne -en mezcla confusa- los espejismos de la propaganda que bombardea a una población desatendida por sucesivos gobiernos neoliberales, la simulación de quien alaba al poder para ganar favores y hasta la dificultad sicológica de “procesar el duelo” después de dos décadas de pérdida del proceso al que tanta gente entregó su vida.

Mística e ignorancia, esperanza y oportunismo parecen fundirse en la constante referencia a la “segunda etapa de la Revolución.” cuyos tradicionales símbolos rojinegros me parecieron desterrados de plazas y calles, en contraste con la costosa omnipresencia de vallas y camisetas rosadas, “cristianas, socialistas y solidarias” cuyos diseños me recuerdan poco la ideología emancipadora y mucho los logos de la lotería mexicana.

“Nada de Revolución, eso es babosada.  Si no trabajo no como y los ricos siguen igual, dentro y fuera del gobierno.” me dijo molesto un taxista camino al mercado Huembes.

Donde parece sobrevivir la Revolución, a pesar del tiempo y las traiciones, es en el imaginario y las prácticas de no pocos nicaragüenses, de variados sexos y edades.  Y es así si entendemos la Revolución más allá del hecho histórico puntual, como un amplio repertorio de prácticas, valores, discursos y costumbres, que reivindica la memoria y participación populares, la igualdad y justicia social, así como el rechazo a toda forma de dominación y jerarquía.

Lo “revolucionario” expresa la impronta emancipadora de un cambio social repentino, radical y desestructurador, cuya inercia perdura, cuando es cierto, más allá de sus tiempos funda­cionales.

En Nicaragua es visible este legado en la beligerancia de las mujeres, cuyo amplio y plural movimiento de defensa de derechos -en ejemplar contraste con otras experiencias de la región- se opone frontalmente a la alianza de todos los poderes políticos y fácticos, empeñados en una cruzada conservadora que amenaza las reglas liberales de un Estado laico y las conquistas progresistas de una Revolución popular.

Una cultura de posicionamiento político

Incluso en las filas del sandinismo popular, encuadrado en el Frente sandinista, hallé posiciones de una criticidad y autenticidad que se distancian del lenguaje ampuloso y prefabricado de los cuadros.

La mística y ética de la revolución sobreviven en palabras que escuché a una activista cultural de la Coordinadora Social: “Yo fui a alfabetizar en los 80, a pesar de la oposición de mis padres y apoyé los festivales de cultura de la Juventud Sandinista… Hoy creo que debemos ir más allá de los partidos y los gobiernos, que hacen pactos y manipulan a la gente.  Hay que salir de las oficinas y ayudar a la gente.”

Toda relación entre el Estado, los partidos y las organizaciones sociales pone en juego, de forma simultánea, una diversidad de identidades y opciones políticas, y una asimetría entre sujetos con cuotas desiguales de poder.  Para comprender esto, nada mejor que interactuar con actores concretos y constatar esta realidad en sus propias miradas.

En un encuentro con activistas y líderes comunales, realizado en la Universidad Politécnica, en coordinación con la Secretaría del Consejo de Fortalecimiento de la Participación Ciudadana de Managua, una activista de salud insistía en la identificación Revolución-FSLN-Presidencia.

Explicaba así su opción política: “Doña Violeta regaló nuestro patrimonio, Alemán se hizo millonario con el huracán Mitch, Bolaños nos endeudó con Unión Fenosa.  Por eso es necesario que Daniel gane [re-elección] en 2011 para garantizar los derechos de los pobres.”

Así lo decía una líder campesina: “Aquí muchos se hicieron dueños de la tierra.  Con los tres gobiernos anteriores aumentó la emigración a la capital y hay una catástrofe de superpoblación y el gobierno no tiene ahora dónde reubicar a esa gente.  Nuestro presidente, el comandante Daniel, nos ha dado a los campesinos educación y nos abre espacios.  Yo apenas llegué a sexto grado, me sentía analfabeta y hoy me doy cuenta que tengo potencial.”

Mientras, en una cuerda un poco más crítica, aunque igualmente “danielista” un dirigente decía: “En los 80 era miembro de la Juventud Sandinista y aunque era médico hice el servicio militar, por mística revolucionaria… Pero ahora se acabó la mística.  Hoy son políticos con camione­tonas que negocian con la oposición y con el capitalismo.  El comandante Daniel tiene un poco de mística, pero los otros no.  No hay mística ya en Nicaragua.”

Autoritarismo de “izquierda”

En el debate generado tras una conferencia que impartí en el ranchón Miguel Ramírez Goyena de la alcaldía de Managua, destacaba cómo la cultura política de América Latina, tanto de izquierda como de derecha, en las organizaciones de sociedad civil o en los partidos políticos, reproduce valores y prácticas perversas: un autoritarismo que impone desde el poder una agenda al resto de la sociedad, una mercanti­lización que representa a las personas motivadas por la maximización de los beneficios y un clientelismo que degrada a los ciudadanos, al anular espacios para el desarrollo de sus derechos, y tratarlos como una masa hambrienta de favores, incapaz de construir su realidad.

La omnipresencia del poder.

Frente a esa cultura política de la dominación, una nueva visión de la izquierda debe construir una cultura política de la emancipación, oponiendo al autoritarismo la autonomía -para que la gente defina sus normas y estructuras sin subordinarse a partidos, gobiernos o empresas-, combatiendo la mercanti­lización con la autogestión -gestando nuestros propios recursos para no depender de poderes ajenos- y desterrando el clientelismo mediante la solidaridad -con relaciones basadas en reciprocidad, simetría y apoyo mutuo-.

Al defender el valor de la autonomía, un dirigente del Movimiento Comunal dijo: “La autonomía en nuestro movimiento se construyó en la Revolución, en 1988, y una lección fue que podemos ser revolucionarios y de izquierda sin subordinarnos.  Pero hay que debatir cómo hacerlo.  Hoy asistimos a un error histórico, porque está involucionando la participación comunitaria y popular.”

En referencia a la ausencia de relevo y debate, otro veterano dirigente de este movimiento testimonió: “Los dirigentes políticos y los de las organizaciones sociales siempre son los mismos.  Yo mismo, tengo 32 años de ser líder aquí.  En los primeros años de la Revolución se podían señalar los errores, pero ahora no se puede decir nada.  Ya ni siquiera me invitan a las reuniones los del Frente.”

Para otro dirigente, las nuevas estructuras de participación afectaron un trabajo previo y dividieron a las propias bases del Frente.  “El Movimiento Comunal tiene raíces sandinis­tas, pero con la creación de los CPC (Consejos del Poder Ciudadano) nos miraban como a animales raros y nos til­daron de contrarrevolucionarios.  Eso provocó la división.  Pero todos somos sandinistas y todos defendemos los derechos de los pobres.”

En contraste, depositando en las bases la causa de los equívocos, otro dirigente comunal rebatió.  “El gobierno ha tratado de desarrollar un modelo para que todos participemos sin exclusiones, pero abajo no sabemos hacer alianzas, aunque tengamos problemas comunes.  No debería haber exclusiones.  Cuando entendamos esto vamos a fortalecer el modelo.  Hemos malentendido a los Gabinetes del Poder Ciudadano como si fueran exclusivos.  Ahí debemos estar todos para que las comunidades se desarrollen.”

Nación & Revolución sus símbolos.

Sin abandonar un discurso radical y de lealtad al partido gobernante, pero sin ocultar las deformaciones del “Poder Ciudadano.” un dirigente de la Asociación de Discapa­citados denunció: “Provocar la división entre las organizaciones es parte de la estrategia de los gringos.  Pero uno de los principales pegones para que la gente se una es que miramos que los dirigentes viven mejor que nosotros.   Y así pasó en los 80: dirigentes que no se querían bajar de sus carros para hablar con las bases y conocerlas.”

Democracía incidental

Testimonios de militantes sandinistas e investigadores consultados en la Universidad Centroamericana (UCA) y en la Universidad Nacional Autónoma, en Managua, destacaron que el pragmatismo, la profesionalización, la des-ideolo­gi­zación -o los intentos de reideologización ecléctica- y la incorporación de métodos de contrainteligencia en la construcción del “nuevo FSLN” están imprimiendo dinámicas totalmente diferentes a las de los años 80, cerrando las puertas de un partido dotado entonces de cierta capacidad de diálogo interno para abrirlas ahora a un partido de operadores políticos y conspiradores policíacos.

En América Latina -y Nicaragua no es una excepción- buena parte de las fuerzas progresistas han apostado por “transformaciones estructurales.” pero han relegado la idea de la autonomía como elemento circunstancial -a enarbolar sólo desde la oposición y ante la derecha-, y con eso han eliminado el anticuerpo que necesita toda revolución.

Cuando se cree que sólo una vanguardia puede “bajar líneas” no se construye emancipación, pues sólo se puede ser revolucionario cuando se transfiere el poder a la sociedad y no cuando se concentra y perpetúa en una camarilla.

Y si, además, la apuesta se reduce a un liderazgo individual entonces el asunto empeora, porque las preferencias y patologías personales tienen alta probabilidad de convertirse en políticas de Estado.

Aunque podemos reconocer las deudas del neolibe­ralismo y las dificultades de hacer política en entornos de pobreza extrema, creo que la ausencia de una pedagogía política es una responsabilidad claramente imputable a los órganos de dirección y a la estructura profesional del FSLN.

Cuando los sinceros reconocimientos de las bases al liderazgo máximo son amplificados por la propaganda, cuando las críticas son censuradas y los méritos magnificados, no se puede hablar de un “apoyo espontáneo del pueblo.” sino de una deliberada estrategia política de perpetuación.

Cuando en una reunión con una veintena de líderes de los Comités de Liderazgo Sandinista y de los Gabinetes del Poder Ciudadano, realizada en Matagalpa, se comparó “al compañero Daniel con el Ché Guevara porque es un hombre imprescindible, un estadista de talla internacional, el único presidente que se ha preocupado por los pobres y él único dirigente que se mantuvo fiel a los principios sandinistas.” no puedo dejar de pensar: ¿Esa propaganda no se convierte en un dique que bloquea el ascenso de nuevos liderazgos, no constituye una forma de culto a la personalidad?

En la actual coyuntura nicaragüense quedan en el tintero varias interrogantes, de las que rescato dos.  Sobre la supuesta y reciente apertura de los Consejos y Gabinetes de Poder Ciudadano a la población de filiación liberal, “eme­rresista” o independiente, sería necesario precisar si esa mutación obedece a un reconocimiento de los efectos perversos de la política de exclusión practicada antes o a una táctica para absorber y cooptar a las bases opositoras, o a una confluencia de ambos procesos.

Si en las elecciones de 2011 resulta triunfante el Comandante-Presidente, se probará si esa mutación pragmática y pactista del Estado-Partido obedecía sólo a la lógica de la coyuntura electoral y a las correlaciones de fuerza en la Asamblea Nacional, ambas mutables, o si la naturaleza de clase de su dirigencia los continuó atando a un modelo neopatrimonialista, que no transita hacia socialismo alguno.

Armando Chaguaceda

Armando Chaguaceda: Mi currículo vitae me presenta como historiador y cientista político.....soy de una generación inclasificable, que recogió los logros, frustraciones y promesas de la Revolución Cubana...y que hoy resiste en la isla o se abre camino por mil sitios de este mundo, tratando de seguir siendo humanos sin morir en el intento.

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