Mariposas en mi vida

Por Ariel Glaria Enríquez

HAVANA TIMES – Asociado a mí afición infantil por coleccionar sellos debo el placer casi sensual que me producen las mariposas.

Entonces los viajes espaciales eran un juego más de la guerra fría y en Cuba se vendían muchos sellos Soviéticos relacionados con sus viajes. Fijos en mi memoria están las estampillas de cosmonautas Rusos sonriendo dentro de herméticos cascos espaciales. Esas fueron mis primeras colecciones.

Mi interés, sin embargo, se fue decantando por todo lo que gravitaba en el cosmos; cometas, estrellas y constelaciones comenzaron a llenar mi colección. La imaginación de los antiguos para enlazar una estrella con otra y deducir de ellas figuras de animales o gentes, dejaban inconclusas mis expectativas cuando miraba el cielo nocturno desde la humilde posibilidad de la calle donde vivía. Jamás logré ver, desde la acera de mi casa, algo parecido a un pez, una cabra o un león a un así el tema me fascino mucho tiempo. 

Entre los coleccionistas de mi edad predominaban gustos más realistas. Las series de deportes, autos o fauna eran muy populares, seguidas de las series de contenidos bélicos e históricos. Los más cercanos a mi gusto se decantaban por los temas de aviación. Para estos el progreso era algo esencial, de ellos se me pego la palabra fuselaje.

Inmerso en ese mundo una tarde conocí a Raisa y su entusiasmo por las mariposas me hizo abandonar de forma inesperada mi oscura afición por las estrellas y las constelaciones. Sucedió un sábado en un local de la calle Neptuno donde se efectuaban ventas e intercambios de sellos.

Allí me aparecí por primera vez con mi álbum y mi oscura colección de planetas, estrellas y constelaciones. Si todas las aventuras comienzan con la sonrisa que descubrí apenas puse un pie en aquel local, la vida entera vale una aventura y si insisto que el nombre detrás de la sonrisa era el de Raisa es por todas las veces que he intentado salvar del espejo roto de la memoria todos los fragmentos posibles de esta historia.

El local tenía el aspecto de una vieja tienda abandonada, era amplio, estaba poco iluminado y olía a humedad. Las personas que habían en el estaban diseminadas en grupos bajo las escasas luces. Cerca de la entrada, parada detrás de un antiguo buró de caoba, sosteniendo su álbum como si lo abrasara, estaba parada Raisa. 

Enseguida que la descubrí me vire hacia la calle, sostuve el álbum entre las piernas y me abroche la camisa. Cuando volví a virarme ella conversaba con alguien. Me acerqué y me paré a su lado en silencio. De inmediato Raisa se giró hacia mí y con la misma sonrisa que me sorprendió cuando llegué preguntó si me gustaban las mariposas. 

Mi recuerdo con ella dentro del local comienza con su sonrisa y termina cuando le estreché la mano y ella me dijo su nombre. Luego, caminamos hasta el malecón, nos sentamos en el muro de frente al mar y comencé a hablarle de los cometas, las estrellas y las constelaciones. En algún momento ella me ofreció su álbum y yo le di el mío. Fue un gesto que completamos sin palabras. Antes de despedirse me dijo lo único que recuerdo haber escuchado con certeza, “Nunca conocí a nadie que coleccione estrellas”.

Mi intención al darle el álbum era volverla a ver. La de ella, es uno de esos misterios que regala la vida. Seguí acudiendo al local hasta que lo cerraron por peligro de derrumbe. Nunca la volví a ver.

Guardé mucho tiempo su libro de sellos. Con él aprendí todo lo que hoy se de mariposas. En un viaje a la ciudad de Santa Clara, en la provincia de las Villas, lo deje olvidado en casa de una vieja amistad de mi familia.

Años después volví por él. Con entusiasmo me mostraron donde habían ido a parar las mariposas. Todas las habían recortado y pegado con alfileres en distintos sitios de la casa. Me acerqué a una, estaba pegada al marco de un cuadro. Era una especie de mariposa egipcia con lunares en las alas semejantes a ojos.

Si dije algo o dejé escapar alguna emoción lo único que podrá recordar aquella familia es que me fui sin despedirme y nunca he regresado.    

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Ariel Glaria

Ariel Glaría Enriquez: Nací en la Habana Cuba en el año 1969. Soy orgulloso portador de un concepto en peligro de extinción: habanero. No conozco otra ciudad, por eso la vida en ella, sus costumbres, dichas y dolor son el mayor motivo por el que escribo. Estudie la especialidad de Dibujo Mecánico, pero trabajo como restaurador. Sueño una habana con el esplendor y la importancia que tuvo.

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3 thoughts on “Mariposas en mi vida

  • Situaciones por alimentar una pasión que le abre un camino. Ese día vivido se conecta con el futuro e instantáneamente se convierte en una historia y a la vez en el presente. Las mariposas son la realidad y su destino final es la conclusión de aquel día, envuelto en espiral de emociones.

  • Muy bellas memorias de un amor truncado. Casi siempre las memorias de juventud son las que más recordamos cuando pasamos los cuarenta. Decimos que el pasado es mejor que el presente. Asociamos la belleza a la juventud. Es normal. Mientras envejecemos perdemos esa alegría y ese tiempo detenido que no volverá jámás. Particularmente, no me gusta matar mariposas, prefiero que vuelen libremente.

  • Que rica lectura, yo también coleccioné sellitos, pasa tiempos siempre memorables, la infancia y pubertad nos toca a la puerta constantemente a modo de ensueños y mística e inspiran nuestras obras se presentan en los caminos oníricos o en nuestras actitudes inconscientes para ver del pasado que deudas debemos liquidar antes de ser felices y graves por siempre.

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