Érase una vez un escritor
Por Ariel Glaria Enríquez
HAVANA TIMES – Había una vez un escritor cubano llamado K, a quien, cierto día, una mujer dijo que tenía talento y lo admiraba. Fue nefasto. Comenzó a escribir mal, publicar peor y nadie lo leía.
Vivía en La Habana, sumido en la miseria de un solar y jugando a la bolita tres veces por día: cinco pesos en la mañana, ocho en la noche. Sacaba del juego lo justo para sobrevivir. Dejó de afeitarse, andaba mal vestido y adquirió un trato brusco con los demás.
Un día enfermó. El médico le dijo que tenía que operarse una hernia de urgencia. Le envió un correo al hermano pidiéndole dinero para alimentarse y palear la convalecencia. Desde España el hermano le mando cien euros, que convertidos sumaron 110 CUC pero, en el transcurso de una semana, los perdió todo en la bolita.
Desesperado pidió al apuntador que se los devolviera, pero este se negó. Su insistencia, sin embargo, llegó a oídos del banco. Entonces, como se dice, pasó lo que solo pasa en Cuba: el banco le devolvió el dinero y K se pudo operar.
K siente que la vida le dio una nueva oportunidad y le hace el cuento a cualquiera, incluyendo un extraño que escribe mal, publica peor y nadie lee.
Historia interesante con dos misteriosos escritores de los que me gustaria leer para de cosas, al menos para decir si en realidad son tan malos. Para escribir hay que arriesgar mucho de si mismo y de otros que también contribuyen al avance del autor. No se aprende sino leyendo a otros. Miedo a fallar? Peor es no escribir. La escritura debe ser una necesidad, como comer y tomar agua todos los días. Los libros nunca se terminan, siempre son perfectibles.
La miseria obliga a muchas cosas, y el aun tiende a crear , y esta tan solo…
Este invierno he paleado mucha nieve pero “palear” una convalescencia ya no es de este mundo.
Bueno Ariel…tu narración no es tan mala…habría que leer lo que escribe K…pero tu historia sí tiene un mensaje…