“Y yo no tengo en mi sangre dormida, ni un poquito de luz…”

Tomás Aquino (2022)

Por Ammi

HAVANA TIMES – Tomás Aquino estuvo casi toda su vida en el mar, fue marinero mercante, lo que suponía que, al llegar a su vejez, tendría un retiro digno. Sin embargo, lamentablemente, se convirtió en un anciano vulnerable, sin más recursos que un montón de chatarra (botellas, pomos plásticos, adornos rotos, que la gente tiraba) que decía eran sus tesoros.

Siempre olía mal, pues se enterraba en los recipientes de basura, para encontrar algo que pudiera reciclar o vender por precios muy bajos y de esta manera conseguir comida. Tomàs vivía en un edificio del 1914, segundo piso, en el barrio San Isidro de la Habana Vieja. Después de tres derrumbes, a pesar de tantas denuncias para visibilizar el estado de la vivienda y las condiciones en que vivía este señor, el gobierno de la Habana no movió un dedo para evitar el desastre, que por “estática milagrosa” aún no ha ocurrido un desplome total.

Todas las mañanas bajaba las escaleras, a su paso, con su bastón añejo, a desandar las calles. Siempre llevaba una historia colgada bajo el brazo, a veces reales, algunas tejidas con una fantasía extraordinaria, como si quisiera compensar su memoria deteriorada con adornos extravagantes y poner algún color en su pupila seca, sin vista… 

Su historia preferida era la del general Antonio. Relataba vivencias de combates como si hubiera estado allí, describía cada detalle de la caballería, cómo cargaban al machete y siempre exaltaba el valor de los mambises.

Tomás Aquino murió hoy, a sus 82 años, estaba solo, rodeado de basura, comida podrida y botellas que nunca logró vender, seguramente pensando en la miseria de un pueblo entero, o mirando al cielo y preguntándose: ¿HASTA CUÁNDO?

Como solía hacer cuando no le llegaba la chequera, cuando le tocaban mas de cinco horas sin electricidad, cuando en el asilo de ancianos no había comida o simplemente cuando añoraba el pan duro y mohoso de la bodega, que, por alguna razón, un día no hubo más.

Este hombre lleno de leyendas dejó este mundo terrenal para siempre, quizás desde algún lugar se escuche su risa burlona característica, acompañada de sus palabras de siempre: “Yo voy a morirme cuando me de la gana”.

Nota: medicina legal tardó más de seis horas en recoger el cadáver, despliegue policial en San Isidro, algunos hombres son temidos, incluso después de muertos. 

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