¡Que parecidas son Baltimore y La Habana!

Alfredo Fernández

HAVANA TIMES — Recién he concluido de ver la serie norteamericana “The Wire”, y es impresionante como un audiovisual de apenas cinco temporadas me ha llevado, sino bien a cambiar mi opinión de los E.U.A,  si al menos a estremecerme consuetudinariamente mientras disfrutaba,  entristecía o incluso agonizaba al ver la tan celebrada serie.

También, no menos asombroso me ha resultado el hecho de descubrir que La Habana y Baltimore no son ciudades tan distantes, pues en ambos espacios la burocracia hace estragos en la gestión del proyecto más simple, a los políticos les obsesiona el hecho de permanecer en el poder y sus discursos se exceden de las promesas de un futuro luminoso que rara vez alcanza a muchos.

La serie deviene un anti-CSI en el que algunos policías que aman su trabajo intentan eliminar sin éxito al cartel de la droga del Baltimore suburbano, empresa que con su fuerza centrípeta devora al unísono los mejores años, la ilusión y el sentido de la vida de la población joven, negra y pobre de estos lares.

Jimmy NcNulty y Lester Freamon son dos policías que harán lo impensable para sacar adelante un complicado proyecto de escuchas telefónicas que les permitan seguir el rastro del zar de la droga en turno, más la inculpación del malhechor y sus compinches no necesariamente es sinónimo de que pagarán ante la justicia como es debido, tal como a menudo ocurre en La Habana.

También, como puede ocurrir en La Habana, los delincuentes tienen tanta suerte con la ley que casi siempre extingue su condena mucho antes de la pena concedida –eso, en caso de que sean procesados-.

Así, vemos como las pruebas de sangre de los asesinatos de la policía de Baltimore se echan a perder, y todo  porque el presupuesto asignado olvidó incluir al equipo de refrigeración necesario, algo muy similar a lo que bien pudiera suceder en cualquier hospital de La Habana.

La serie ostenta un balance de personajes que se permite admitir desde un Robín Hood negro, Omar Little, quien roba a los delincuentes para dar a los pobres, hasta un Roland Prez Pryzbylewski, un ex-policía que cesado de su cargo parte a una escuela pública a enseñar matemáticas, donde se espanta toda vez que el sistema lo coacciona al fraude, sólo para que las estadísticas educacionales de Baltimore no se afecten, tal como en La Habana me sucedió el pasado año cuando impartí Español-Literatura en una Facultad Obrero Campesina.

The Wire nos muestra a unos poderosos tan hábiles que siempre se las arreglan para que sean otros los que respondan ante la ley, a adictos atrapados en las garras de las drogas y a obreros portuarios que sin desesperarse esperan tiempos mejores.

Quizás, de ahí el éxito de esta serie escrita por David Simón y Ed Burn, ex periodista uno, y ex policía el otro, que logran perturbar la más tranquila de las conciencias con esta otra cara de los E.U.A, donde la existencia se escapa de los hilos del Poder para instalarse justo en la misma naturaleza del ser humano.

Quizás, por eso en el serial -como en La Habana- los buenos casi siempre terminen derrotados.

De ahí, que casi todos en The Wire prefieran tomarse la justicia por sus manos, ya que el tribunal de Baltimore es simplemente una subasta de abogados corruptos que solo benefician al mejor postor.

Por esto, una vez descubierto por la policía que el político Clay Davis recibe dinero del narco, nada se podrá hacer ante una figura tan poderosa como representativa en la política norteamericana como la del Senador.

La serie también confirma lo difícil que resulta edificar una personalidad coherente toda vez que las figuras paternas faltaron, o no jugaron su papel en los primeros años de vida.

Lo cierto es que el problema en realidad parece ir más allá de La Habana y de Baltimore, incluso a no dudar sobrepasa con creces la llevada y traída confrontación; capitalismo vs socialismo. La realidad que aborda esta genial serie de la televisora norteamericana HBO, hurga en algo que no es otra cosa que un problema definitivamente antropológico.

Si  algo gana la democracia norteamericana con tan impensable serie para cualquier otro país, es que se permite mostrarse tal cual, alejada totalmente esta vez mediante The Wire, de los inherentes escrúpulos y estereotipos del resto de las series televisivas.

 

Alfredo Fernandez

Alfredo Fernandez: No me fui de Cuba, pues uno no se marcha de donde nunca ha estado. Luego de gravitar por 37 años en esa extraña isla, logré pisar tierra firme, sólo para comprobar que no he llegado a ninguna parte. Quizás y nunca perteneceré a sitio alguno. Ahora vivo en Ecuador, pero por favor, no me crean del todo que ando donde digo, mejor localícenme en la Cuba de mis sueños.

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