Las Iniciales de la tierra y yo

Alfredo Fernández

15049692_1233546256710013_605680644_nHAVANA TIMES — Por fin he leído Las Iniciales de la tierra, novela escrita por el director de cine y escritor cubano Jesús Díaz, publicada en Cuba y en España en el segundo lustro de los años ochenta.

Crecí bajo la insistente sugerencia de su lectura, una novela imprescindible para comprender los primeros años de la Revolución Cubana. Hoy, por fin, pude terminar de leerla; lo hice en apenas tres días, durante los cuales este excelente texto me cautivó al punto de redactar este artículo.

No se equivocaron los que me la recomendaban, si bien supe que era buen texto, realmente jamás pude suponer que lo fuera tanto, el libro en cuestión no deja títeres con cabeza.

Carlos Pérez, su personaje protagónico, representa a una generación que más que apostar por la Revolución, literalmente quemó sus barcas por ella. –En mi caso tengo el ejemplo cerca, mi padre-. Carlos, hombre de clase media cuando el triunfo de 1959,  no solo estuvo dispuesto a abandonar su familia, rompiendo relaciones con su padre enfermo y su hermano que emigró a los EUA, sino que  abandona a su madre anciana por cumplir con las tareas de la Patria.

Tareas siempre heroicas y urgidas del ciento por ciento de su pasión y entrega. Así, Carlos se enrola en milicias con entrenamientos extremos para una guerra siempre inminente, va a combatir a Playa Girón, aunque por fugarse, apenas tres horas, para visitar a su padre agonizante, -pues la Revolución no le daba permiso para tales minucias-, no puede irse con su batallón a luchar contra los bandidos del Escambray, lo cual lamentará, al menos,  hasta al final de la novela.

Carlos, joven, blanco y, por supuesto, heterosexual, se casa con una mulata, creando un caos intrafamiliar. El protagónico, como tantos miles de cubanos honestos, trabajadores y también, por qué no, muy ingenuos, creyeron que hacían un proceso que más allá de solucionar los problemas de la Isla, resolvería los del mundo.

Por eso la condición sine qua non de un revolucionario era una lealtad extrema, incondicional y perpetúa al Comandante de la Revolución.

En 1970 este señor les hizo creer a sus millones de seguidores que para sacar al país de una vez y por todas del subdesarrollo lo que hacía falta era  organizar una zafra azucarera de 10 millones de toneladas de azúcar, justo todo lo que había que hacer.

La nación se volcó a la realización del milagro de erradicar la pobreza de estas tierras de una vez y por todas. Carlos, administrador del central azucarero más grande de Cuba, creyó ser pieza clave del transcendental suceso, pero no, la realidad con su obstinada sagacidad demostró en unos meses lo contrario: que en la isla de Cuba es imposible producir 10 millones de toneladas de azúcar anuales y mucho menos salir del subdesarrollo si sigue de manera incondicional y obstinada al hombre que no le interesa el país, sino su poder y, de paso, su gloria personal. El subdesarrollo suele ser persistente con las mentes que siguen a este tipo de personas.

Jesús Díaz, quien también quemó sus barcas por la Revolución, al menos sus primeros 25 años de existencia, terminó por abdicar de ella.

Su deserción en 1989 fue quizá el golpe más fuerte que haya recibido la Revolución en cuanto a traiciones de intelectuales; había sido del equipo de redacción de la revista Pensamiento Crítico, luego del Caimán Barbudo, Premio de Cuento de Casa de las Américas con solo 24 años, e ideológico del ICAIC al momento de abandonar el país.

Las iniciales de la Tierra es, en verdad, una novela imprescindible, genialmente escrita que no deja cabo sueltos; el chivato, el oportunista, el ingenuo y el extremista conviven en ella como personajes reales de una revolución que aún no termina, en medio de una sociedad cansada en la que todavía pululan tan trasnochados personajes.

Alfredo Fernandez

Alfredo Fernandez: No me fui de Cuba, pues uno no se marcha de donde nunca ha estado. Luego de gravitar por 37 años en esa extraña isla, logré pisar tierra firme, sólo para comprobar que no he llegado a ninguna parte. Quizás y nunca perteneceré a sitio alguno. Ahora vivo en Ecuador, pero por favor, no me crean del todo que ando donde digo, mejor localícenme en la Cuba de mis sueños.

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7 thoughts on “Las Iniciales de la tierra y yo

  • Resultaría interesante saber dos cosas:
    1.Qué piensa Carlos Pérez hoy de todo cuanto hizo, de la traición a su familia?
    2. Dónde pudiera estar Carlos Pérez hoy: en un asilo, hecho un viejo papagayo repitiendo consignas gastadas, vendiendo jabitas sentado en un quicio, en la “yuma”?
    De veras sería interesante saber el epílogo.

  • La novela es fabulosa, de acuerdo!

  • No eran bandidos del Escambray, eran guerrilleros. No eran tareas de la Patria, eran ordenes del Comandante. Por lo demas de acuerdo con el articulo.
    Quien contesta la pregunta final de la novela?

  • en verdad, los hacedores de la revolucion, nunca se han arrepentido del disparate historico y nunca, tampoco, se han propuesto una reparacion historica y un hacer de nuevo…Se arrepienten solamente cuando le pisan el callo y nunca por motivos verdaderamente de principios, dan por echo lo echo y viven anorando los “anos verdaderamente revolucionarios ” que casi siempre coinciden hasta que le pisaron su callito. Asi le paso a jesus diaz,como a franqui, como a … etc, etc….Personas izquierdosas que desprecian el desarrollo liberal, democratico. Asi, siempre estaremos dando vueltas coo el perro con su rabo !! Reparto de tierras, alfabetizacion, reparto de casas, nacionalizaciones, confiscaciones,fusilamientos,celaciones,expulsioes,amordazamiento,etc,etc…”la Gloria que hemos vivido “…..

  • Alfredo:

    Leí la novela hace más de 30 años, a pesar de lo cual coincido en casi todo con tu apreciación. Hubo quienes en aquel entonces se cuestionaron si “Las iniciales de la tierra” podía calificar como “la” novela de la Revolución, es decir, la obra literaria que encarnara el compendio de la gesta…Bueno, quizás no lo fuera, pero creo que hasta hoy ninguna la ha superado en la expectativa…

  • Para mí lo mejor escrito en cuba desde el acta capitular de baracoa a la fecha, el mayor logro de la revolución: convertirnos a todos en furrumalla

  • La novela la leí hace mucho. Era un avido lector de solo 16 años y me sorprendió todo lo que ahí se narraba, la mayoría de cosas desconocida por la gente de mi generación. La leí luego 4 veces más y siempre la he tenido, ahí viejito y gastado el libro pero siempre acopañandome. Gracias por el artículo.

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