El yerberito llegó

Alfredo Fernández Rodríguez

Los cubanos no tenemos problemas para consumir medicamentos científicamente certificados,  sabemos que son portadores de bienestar físico e incluso mental.

Tampoco es necesario visitar un médico que los recete, basta que un amigo sugiera ésta o aquélla medicina que lo libró de la taquicardia o de los dolores de espalda para que comencemos a consumirlo como si hubiese sido recetado por el más competente especialista.

Esa actitud nacional ha tomado una fuerza tal que el estado transmite semanalmente un programa en la TV nacional bajo el sugerente titulo de “La dosis exacta” donde se enseña a consumir medicamentos con prescripción facultativa.

Hoy, también,  los cubanos descubren el uso de la medicina verde, durante mucho tiempo asociada al bajo nivel cultural y al “oscurantismo,” reducida al uso de personas tenidas por ignorantes.

Hoy, lentamente, esta práctica de  salud se instala en la isla, siéndole no sólo útil a campesinos y descendientes de inmigrantes haitianos, sino también a profesionales de la salud que optan por recetar medicamentos no certificados científicamente y con menores secuelas al paciente.

Los puestos de yerberos de la ciudad ahora no sólo son frecuentados por los practicantes de religiones afrocubanas sino también por personas que como yo cada día encuentran mayores beneficios en el consumo de la medicina verde.

El año pasado me libré de una fuerte giardiasis, con el cocimiento de tres raíces que me recomendó un nada ortodoxo curandero. Luego de tomarme escépticamente sus raros brebajes, el parásito parecía que nunca hubiera estado en mi cuerpo.

Si a esto sumamos que antes había consumido sin éxito cantidades excesivas de medicamentos químicos -todos bajo prescripción facultativa-, entonces, la medicina verde  deviene una alternativa legítima de salud, más aún si la modernidad terminó demostrando las limitaciones de la ciencia.