A propósito de dar tiempo al tiempo

Por Alfredo Fernández

Penélope.  Ilustración: Grupo Koilia

HAVANA TIMES – En la Ilíada, Penélope simboliza la imagen de la espera, ella quedó inmortalizada por Homero mientras teje un interminable chaleco a su amado Ulises. Desde entonces nada está más ligado a la paciencia en nuestra cultura que la imagen de tejer. Hoy no, hoy esperar se volvió algo, por lo general, ligado al fracaso, a la ansiedad y, por qué no, al menoscabo personal.

Antes, una muchacha podría esperar años a que su novio regresara de la guerra, de estudiar o trabajar lejos. Antes un joven cortejaba a una chica también por años hasta que esta cediera a su amor.  Ahora ya no, ahora la gente no teje y, quizá por eso, nadie espera.

Si bien el proceso de construcción de la integridad del individuo jamás prescindió del todo de la paciencia, hoy esa cualidad ha caído en desuso. Los promotores de la calidad de vida en Occidente, por sobre ella prioriza cualidades como la actitud, la proactividad y la resiliencia en menoscabo de lo estoico.

Es que actualmente la prioridad es obtener lo que se busca aquí y ahora, así no es raro encontrarse a diario con personas que lo necesitan todo en una misma vida; el éxito en los estudios, en los negocios, en el amor, en la familia, con los amigos y todo eso acompañado de un cuerpo escultural que refuerce la imagen de un implacable triunfador.

El espacio para el fracaso en nuestra sociedad se redujo; hay que ser exitoso cueste lo que cueste; debido a eso, el arte de esperar cayó al olvido, ya no es conveniente dar tiempo al tiempo en medio de las demasiadas conquistas que suponemos por delante.

Desde hace unos años la vida me obligó, a pesar de mí, a reparar en esta cualidad, aprender a esperar. Por razones que ahora no voy a detallar, he tenido que separarme de la manada y educarme en esperar, en ocasiones con paciencia similar a la de Penélope, o incluso a la de Job.

A principios de siglo comencé a estudiar una carrera a distancia, esa modalidad de estudio desespera, de ahí que buena parte de mis compañeros no se graduaron. Lo cierto es que igual el tiempo pasó y a los que tuvimos la entereza de pagar el precio la vida nos premió.

La espera nunca es perenne ni mucho menos la misma para todos, si bien hay gente que ya en la adolescencia son padres, otros no lo son hasta los cuarenta, así es la vida, siempre dispuesta a exceder cualquier lógica. La paciencia, antes bien, preparaba al ser humano, tanto emocional como físicamente, para las mejores cosas de la vida. El individuo, luego de beber del amargo abarato del aguante, quedaba apto para el placer definitivo que causa todo lo ganado con un esfuerzo superior a la norma.

Preparar a la juventud para la paciencia cambiará el juego de eso que hoy se llama crecimiento personal, ayudaría a construir sociedades con personas más responsables y con sentido de pertenencia al planeta y a la especie humana. Algo grave subyace en el coaching de hoy en día que nos vende la idea de que todos podemos ser ricos y felices en el modelo tradicional –acumulando mucho dinero e incrementando el consumo de bienes naturales- cuando no es así.

El ser humano ya no puede consumir de esta manera. El planeta no resiste. Urge un cambio de paradigma en las prioridades personales. Lo actitudinal y proactivo, cuanto antes, debe tener en cuenta también a lo contemplativo, con una reflexión introspectiva que conduzca al consumo de lo imprescindible y así descartar la dilapidación de recursos que no pertenecen a nosotros, sino a los próximos habitantes del planeta.

Saber esperar con el ensimismamiento que nos convierte en mejores personas, y entender de una vez y por todas que hay cosas en la vida, las mejores, que se alcanzan solo con el paso del tiempo, como una fruta que solo sabe bien si está madura de forma natural.

Los ilusionistas del presente nos muestran todo al alcance de las manos siempre que tengas mucho dinero. Puedes mejorar tu cuerpo en unas pocas semanas si pagas al cirujano plástico adecuado, lo mismo esculpir tu figura que bajar cientos de libras de peso. Eso será imprescindible si quieres acceder a grupos de personas donde la aceptación solo tiene lugar si tienes un físico imponente y, por supuesto, una regia cartera.

En tiempos de influencers la paciencia quedó relegada para algunos artistas, escultores, orfebres, músicos, bailarines, etc., que preparan su trabajo durante meses, a veces años, o para personas que se autoeducan en una espiritualidad perse de los tiempos que corren. El dueño de una empresa no esperará a formar un trabajador en un área determinada de dicha entidad, una vez que este sea contratado tiene que ser eficiente, sino será despedido en el acto.

El futuro nos llegó más rápido de lo que esperábamos, de ahí que a muchos nos sorprendió desnudos, sin tiempo suficiente para vestirnos, tuvimos que ponernos lo que estaba a la mano y no aquello que necesitaba la ocasión. La crítica no se hizo esperar y algunos nos la creímos.

– ¿No eres rico y feliz? Pues es tu culpa y nada más.

Si bien el bienestar económico resulta un ingrediente fundamental de la estabilidad emocional de la persona, esta no se compone solo de ese aspecto, también la combinan valores como la amistad, el altruismo y hacer el bien a otros a cambio de nada. Ojalá y los promotores del bienestar y la felicidad de hoy en día tengan la sabiduría de detenerse a pensar en la importancia de esperar.

Alfredo Fernandez

Alfredo Fernandez: No me fui de Cuba, pues uno no se marcha de donde nunca ha estado. Luego de gravitar por 37 años en esa extraña isla, logré pisar tierra firme, sólo para comprobar que no he llegado a ninguna parte. Quizás y nunca perteneceré a sitio alguno. Ahora vivo en Ecuador, pero por favor, no me crean del todo que ando donde digo, mejor localícenme en la Cuba de mis sueños.

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