Accidente y diabetes (II)
Osmel Almaguer
El peor caso que he visto de degradación de un médico es el de Conrado, que fue el último que me atendió antes de Raquel. Conrado es el dietista del policlínico en el que me atiendo. Sí, porque aunque Cuba está llena de policlínicos, uno en cada consejo popular, (el país se divide en provincias, las provincias en municipios y estos en consejos populares) excepto para los casos de urgencia, solo en el de nuestra localidad nos pueden atender, y eso está estipulado por la ley.
Gracias a Gloria -otra doctora que le debe favores a mi madre-, Conrado me recibió, pero para eso primero tuve que hacer una enorme y demorada cola frente a la puerta de su consulta en la que no había asientos y la gente -yo incluido- se agachaba o sentaba en el suelo por la debilidad constante que ocasiona ser diabético.
No es que no existiera la sala de espera, sino que esta es común a todas las consultas del segundo piso, y «casualmente» se encuentra muy alejada de la consulta de Conrado, por lo que es preferible soportar la falta de asientos que perder nuestro lugar en el orden de la cola.
Si me pongo a contar, en realidad no éramos tantos, pero cada paciente se demoraba un mundo cuando cerraba la puerta tras de sí. En ocasiones esta se abría y salía Conrado con el paciente. Luego volvía solo, llamaba al próximo y todo se repetía otra vez.
En los momentos en que abrían la puerta, como quien no quiere pero lo hace, podía ver a varias personas dentro de la consulta, que conversaban entre sí o con el doctor. Luego supe que era su hija y unos amigos de ella. Creo que eso no está bien.
De cuando en cuando en cuando entraba otro médico con un paciente para que Conrado lo atendiera en detrimento de los que estábamos en la cola, y como la unidad de intereses generalmente une a las personas (sobre todo si son buenas) y como los cubanos somos muy abiertos a conversar con cualquiera en cualquier momento y lugar, la gente comentaba y hacía cuentos para que el tiempo pasara más deprisa. Mentira, el tiempo siempre pasa a la misma velocidad, porque es una sustancia medible, es nuestra percepción la que deforma su paso.