“Paseo de domingo”

Jorge Milanes

Cojimar, Havana - photo: Caridad
Cojimar, Havana - photo: Caridad

Mi nombre es Jorge Milanés, soy animador de turismo y actualmente trabajo como relacionista público. Vivo en Cojímar hace 44 años, poblado de pescadores al este de la Habana.

Cojímar tiene una entrada de mar -conocida como el Golfito-, un torreón construido por los españoles hace como 300 años y un pequeño malecón, por el cual desde niño acostumbro a pasear los domingos.

Aquí nací y me crié junto a la generación de mi época. Desde la primaria hasta el preuniversitario, éramos un grupo de jóvenes inseparables, pero algunos se fueron al extranjero buscando mejoras económicas, otros nos quedamos aquí.

Ayer, en mi paseo de domingo, me encontré a José Eduardo, uno de mis amigos de la infancia, en la cafetería que está frente al Torreón. Había engordado. Cuando me vio se quedó sorprendido, pues se imaginaba que yo también me había ido.

Entonces nos abrazamos, me dijo que le iba bien, que frecuentemente paseaba por allí recordando los viejos tiempos, cuando nos escapábamos de día o de noche para bañarnos en el malecón de Cojímar. Antes se podía, el agua era más limpia.

Me invitó a tomar un trago, y conversamos. Ahora trabaja como Bar-man del restaurante del Morro de la Habana, le va muy bien. Se casó con Roxana, otra muchacha de nuestro grupo, y se fue a vivir a su casa en Centro Habana, lugar que no le gusta mucho por la contaminación ambiental que tiene, pero al menos allí tienen su privacidad.

Cojímar tiene una costa muy utilizada por los que se van del país en balsas. José me comentó lo peligroso que es poner en riesgo la vida de niños y adultos de esa forma, muchas veces sin tener plena conciencia de ello.

Por suerte nuestros amigos se fueron por otras vías. Ramoncito, que aquí era camarero, se fue gracias a una hermana con el sueño de hacerse Maître, pero hace poco me enteré de que está como agente de viajes.

Rosita se casó con un italiano y ahora vive en Parma, pero no trabaja en nada. Hay muchos más, cuya mención sería muy extensa.

En la época en la que ellos se fueron, se incrementaron las salidas ilegales en balsas, y cuando el gobierno dio permiso para que todo el que quisiera se fuera, aquella costa se parecía a la Plaza de la Revolución, de tanta gente que había.

Actualmente la policía no confía, y trata de evitar ese problema custodiando todo el tiempo la costa. Por eso ya casi no se pesca con balsa, no se puede bañar uno de noche en el Golfito, para no ser confundido con un balsero.

Cuando nos dimos cuenta ya eran las 6 de la tarde, nos despedimos y creo que ambos nos sentimos dichosos de poder disfrutar de un pueblo que, a pesar de sus cambios, aún mantiene su magia y encanto de siempre.