¿Qué quieren, humillarnos?

Erasmo Calzadilla

No me queda otra cosa que pensar de los policías que todas las noches se agrupan por la calle 23 del Vedado y otras avenidas concurridas.

Me parece muy evidente que no están cuidando nada, pues se ponen a conversar muy distraídamente entre ellos hasta que pasa algún “sospechoso”, que puede ser cualquiera, pero si eres joven y no luces muy convencional tienes una gran probabilidad de llegar a ser por un rato el juguete del policía de turno.

Ayer tuve una vez más la oportunidad de presenciar una escena típica y enervante de lo que yo llamo abuso policial constante y de baja intensidad.

Salía yo de una clase en la Universidad municipal nocturna que es donde ahora trabajo y mientras bajaba por la calle L del Vedado un agente del orden nos llama al unísono a una muchacha, a su novio que venía con ella y a mí.

El oficial, que debía medir cerca de 1.90 cm. pidió nuestros Carnet de Identidad y mientras los revisaba sin apuro buscando en ellos no se qué, comenzó a hacer las mismas preguntas inquisitivas e irrespetuosas de siempre ¿qué es lo que hacen por aquí si ustedes no viven por esta zona? ¿Tú trabajas?

Luego de manera igualmente grosera, pidió  que les enseñáramos nuestras mochilas y metió sus grandes manos en ella tanteando yo no se qué.

Tengo entendido, pero no por que nadie nunca me lo halla informado, que es una violación hacer tales registros en plena calle, pero como estaba demasiado cansado como para dormir en un calabozo apreté las muelas y soporté, pero el otro chico a quién nunca había visto, sintiendo parece su orgullo ofendido ante su novia se puso muy incómodo y empezó a preguntarle al policía qué motivos ellos le habían dado para que él se pusiera en eso.

La respuesta del agente fue empujarlo contra una pared, abrir sus piernas de una patada y cacharlo allí frente a su novia y de todos los que pasaban. Pero el muchacho en vez de callarse se explotó más aún y sonaba como a punto de llorar de rabia.

Al momento vinieron otros policías y lo amenazaron con esposarlo y montarlo en la patrulla, cosa que hubiera sucedido de seguro si no hubiese sido por la oportuna intervención de su novia que puso a estos como un zapato gritándoles descontrolada y nerviosa, que ellos eran unos sin vergüenzas, que se metían con quien no era y a los delincuentes los dejaban pasar y otras cosas por el estilo.

Los guardias se paralizaron un segundo, tiempo justo para que el muchacho cogiera a su novia por el brazo y la sacara fuera del área de peligro mientras esta seguía diatribando media histérica.

Nada, fue un incidente sin importancia, en el mundo pasan cosas muy peores seguro, pero el asunto es que esta humillación de la integridad personal es constante donde quiera que vas, y el resultado es un sentimiento de indefensión ante la maquinaria que juro que no genera nada bueno para este país, sino miedo ciudadano.

No creo como otros que este sea un procedimiento intencional ideado por macabros psicólogos para mantener el auto estima de la gente por el piso, pero la verdad es que intencional o no, el resultado es el mismo.