Un ser pequeño y frágil

Entrevista a Iván García, por Francisco Castro

Iván García en el papel de Virgilio, photo Daphne Guisado

HAVANA TIMES — Como parte del homenaje a la figura de Virgilio Piñera en el año de su centenario, el ICRT (Instituto Cubano de Radio y TV) acaba de terminar el rodaje de la película “Si vas a comer, espera por Virgilio”, del realizador Tomás Piard, basada en la obra homónima del dramaturgo y director José Milián, Premio Nacional de Teatro.

Luego de quince días de rodaje, el protagonista de la película, Iván García -también dueño de una de las mejores caracterizaciones de Virgilio Piñera en teatro, con la cual recibió el Premio Caricato de actuación masculina en el 2008- accedió a compartir con HT sus opiniones sobre este personaje –el real y el recreado por él-, el fenómeno denominado “año virgiliano” y todo lo que lleva aparejado, incluyendo la traducción a imágenes audiovisuales de esta obra fundamental del teatro cubano.

IVÁN GARCIA: Cuando decidí retomar mi trabajo como actor, a la primera puerta que toqué fue la de José Milián y su Pequeño Teatro de La Habana, y después de la entrevista que me concedió, me dijo: “como te pareces a Virgilio Piñera”. En ese momento todavía tenía a Virgilio en una nebulosa porque yo era muy joven y no lo había estudiado a fondo, no había leído mucho sobre él, ni su literatura.

Así que en agosto-septiembre de 2004 se hizo un montaje de “Si vas a comer…” sobre la base de lo que habían hecho los actores de temporadas anteriores. Yo me fijé en la grabación de una de las funciones de Alexander Paján, que era el Virgilio que me antecedía, y a partir de ahí saqué caracterizaciones básicas. También leí algo sobre la literatura de Virgilio y así fue llegando el personaje, lo fui conociendo poco a poco.

En esa etapa fue muy superficial, no fue un estudio profundo y por eso creo que esa etapa nadie la recuerda, además de que en esa temporada se hicieron solo seis funciones, porque desgraciadamente pasó un ciclón que tenía mi nombre, y arrasó con el tendido eléctrico de la calle Línea, donde está el teatro Brecht, y cesaron las funciones.

Tomás Piard diriga a Ivan Garcia. foto: Nelson Garcia

Luego en el 2007, Milián me invitó a hacer una temporada más larga de Virgilio, alternando en el personaje con Ángel Rodríguez Lahera. Tuvimos cerca de un mes de ensayos y dos meses de funciones. Y para esta sí me preparé bien, leí mucha bibliografía sobre Virgilio, estudié su teatro, toda su poesía, parte de sus cuentos…

No pude leer sus novelas porque no las conseguí –de hecho, ahora es que las estoy leyendo gracias a las ediciones del centenario. Estaba también un poco más maduro como actor y como persona, así que enfrenté el personaje con más sensatez, y hasta con más desinhibición.

Entonces me siento cómodo con el personaje, yo no sé si es porque he llegado a reconocer la persona de Virgilio dentro de mí, y a atar de alguna manera su sensibilidad a la mía, tanto que esa forma tan simpática que tenía de hablar y reaccionar ante las diferentes situaciones –al menos como lo refleja este texto-, los he hecho muy míos.

Yo no soy así en la vida real, yo puedo tener mis arranques, pero no soy así. Yo no soy despampanante como era él, no soy explosivo al reaccionar con la gente, a mi me cuesta decirle la verdad a alguien en la cara, lo pienso dos y tres veces y a veces ni la digo, lo guardo para mí. Eso es algo que no hacía él. Entonces, quizás en el espíritu creativo y en movimiento, en eso sí empatamos. A veces hasta en el espíritu indómito.

Pero no creo que en características generales seamos muy parecidos. Quizás también en ese pequeño ser que tenemos dentro y al que hay que forjar corazas para enfrentarlo al mundo. Yo he tenido que enfrentar la vida, no con sus armas y corazas, pero sí como un pequeño ser –uno muy pequeño y muy frágil-, en medio de un mundo brusco, convulso, exterior, y yo he tenido que acorazarme también.

Esto lo potencia enormemente la puesta teatral que era más movida, tenía mucha música, muchos pies musicales, que te conminaban a acciones físicas y arranques emocionales muy violentos.

En general la puesta teatral era muy viva. Así que me acomodé muy bien a esos momentos simpáticos y también a los momentos desgarradores, que son quizás los que más me cuesta hacer, porque siempre cuesta desnudar el alma, siempre cuesta dejarla sin velos, y mostrársela a todo el mundo, y eso es lo que privilegia esta puesta audiovisual, mostrando el alma desnuda de un Virgilio que tal vez mucha gente no conozca, porque se ha hecho un estereotipo del personaje, como un ser muy a lo exterior, un ser muy despampanante, pero no se ha hablado mucho del otro Virgilio, de esas pequeñas tormentas, o grandes tormentas que vivió su espíritu, que nunca descansó. Un espíritu rebelde, indómito.

La puesta audiovisual es mucho más centrada, mucho más íntima, busca más la interioridad del personaje, de cada uno de los personajes, y va mucho más a sus esencias. En mi caso particular me ha ayudado muchísimo a encontrar un mundo interior más pequeño en Virgilio, que en teatro era más complicado encontrarlo porque era muy exterior, tenía un tono de voz muy por encima de lo habitual, y aquí eso se reduce, se dosifica, es una puesta más madura, más delicada.

Ya a estas alturas he tenido mucho tiempo para meditar, para volver sobre el texto, sobre lo que quería decir, empatar muchas cosas del texto con su vida real, con anécdotas que cuentan sus amigos, su familia.

En este redescubrimiento del personaje de Virgilio ha contribuido de manera fundamental Tomás Piard. Ser dirigido por Tomás Piard es una dulzura. Es uno de esos directores que te habla, te pide opiniones, que no se impone, sino trata de buscar soluciones contigo.

Desde el primer momento hablamos mucho de todos los personajes. Llegamos a muchos acuerdos sobre cosas con las que yo no estaba a favor, y es muy bueno que los directores sean receptivos con los actores, porque uno tiene una imagen de su personaje, y al final es uno quien lo defiende con las armas que conoce y en las que cree y tiene fe, y si tu director te apoya en esto y te da margen para la creatividad, es muy bueno porque nos sentimos más cómodos. Y él dirige de una forma especial, habla, te convence con argumentos espirituales.

Ahora vivimos con tremenda alegría el “año virgiliano”, pero creo que lo fundamental es que Virgilio no vivió su reivindicación como merecía vivirla. Pienso que él es el único que puede decir si está o no reivindicado.

Reconocer su literatura, su genio artístico como un adelantado al crear nuevas formas de escribir, sobre todo en el teatro y la poesía.

Creo que lo que se está haciendo no está mal, pero si se hubiera hecho antes, o si él no hubiera tenido que pasar por tanta mediocridad, tanta estupidez que se vivió durante mucho tiempo y que todavía subyace en lo real, aunque no lo aparente, eso hubiera sido lo ideal, que no hubieran existido esas medidas arbitrarias y sin sentido que a la postre no han conducido a nada más que a la vergüenza para la cultura cubana, para la posteridad de una época tan fea, llamada quinquenio gris, pero que fue más que un quinquenio, y todavía quedan lastres de esos años grises.

Pasó, ya no tiene remedio, se está reivindicando no solo a Virgilio, sino a muchos otros, y me parece muy bien, pero me parece que mejor eso no hubiera ocurrido.