Santiago Feliú en el Pabellón Cuba

Irina Echarry

Santiago Feliú

HAVANA TIMES — La calurosa tarde del último jueves de agosto maltrataba mi piel y mi energía. El sol se tornaba incisivo cuando aterricé en el Vedado, unos minutos antes había pasado por mi mente la idea de que no podría llegar a tiempo al Pabellón Cuba.

Sin embargo, todo marchó bien. Justo a las seis de la tarde Santiago Feliú, acompañado por Robertico Carcasés al piano, Oliver Valdés en la batería, Roberto Luis en la guitarra y Yandier Cruz en el bajo, subió al escenario para hablarnos durante una hora sobre el amor, la muerte, el sentido de la vida, el desamor y la guerra.

¿Cuál era mi temor? Que la gente que generalmente sigue a Santiago colmara el espacio y aquello deviniera en tortura más que en disfrute; pero no asistieron muchas personas. Quizá hubo poca promoción, pues hasta donde supe, la voz se corrió de boca en boca.

El caso es que para sorpresa de muchos se pudieron escuchar con tranquilidad y muy buena onda sus canciones: unas más nuevas; otras, antológicas.

Fue grato reencontrarse con textos de los míticos 80′ y 90′ como La ilusión, Rocanrolito de Fulanito y Menganito, Ansias del alba o Alto al fuego. Un público heterogéneo coreó casi todos los temas, y hasta algunas niñas improvisaron su baile.

Además del artista —o quizá a propósito de él—, lo mejor del concierto fue el desenfado: un perrito jugando, la gente sentada sobre el escenario, en las escaleras, de pie tarareando Para Bárbara, o escuchando una especie de autorretrato que ofrecía Santiaguito en Sin tanta soledad:

Soy perfecto, soy gago,
soy zurdo, soy vago,
soy una porfía en razón,
soy la trova del rock and roll,
un pequeñísimo burgués sencillo,
un jovenzote calmado,
una tristeza hueca en el bolsillo,
una reunión que tuvo el diablo con Dios.
Y una soledad
con otra soledad,
sin tanta soledad.

Sigo sin entender qué sucedió, era la oportunidad de disfrutar de su música sin tener que pagar los 100 pesos que piden en el Café Cantante cada viernes en la noche, en la peña Lo que la radio nos dejó, una peña conducida por Santiago Feliú donde se recuerda la música de los años 60 y 70.

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