Revolución cubana, la cultura y el miedo

Por Vicente Antonio de Castro

La ley que criminaliza el arte independiente en Cuba.  Ilustración Yasser Castellanos

HAVANA TIMES – Cuentan, no sé si sea cierto, que en el acto conocido como Palabras a los Intelectuales (1961), en el que mediante veladas y no tan veladas amenazas Fidel definió los límites del arte de la Cuba socialista, Virgilio Piñera pidió la palabra y solo dijo, “tengo miedo”.

Después de leer el discurso pronunciado hace unos días por Díaz-Canel ante el Sindicato de la Cultura, me atrevo a decir que si Virgilio viviese tendría más miedo aún, pues pasados 60 años y demostrado el fracaso del centralismo totalitario en el arte, y en todo, aun así, Díaz-Canel, quien era un bebé cuando Fidel amenazaba y Virgilio temía, viene a repetirnos las mismas consignas y amenazas.

El presidente escogido por Raúl pide crear “una plataforma emancipadora para defender en primer lugar la cubanía, la política cultural de la Revolución”, defiende así el apartheid cultural en el que aquellos que se plieguen a la política del Gobierno serán apoyados, los que no… bueno, “el debate cultural tiene que defender como principal pilar la unidad”, triste razonamiento digno de Napoleón, el cerdo orwelliano.

El funcionario ratificó “su compromiso con el sector, imprescindible en la batalla ideológica”, se mantendrá en definitiva el enfoque instrumental, subordinando creatividad a propaganda.

Sesenta años de política cultural totalitaria, copiosamente financiada y administrada verticalmente han resultado en el empobrecimiento cultural, ¿hay alguna duda de que el impacto mundial de la cultura cubana ocurrió cuando el arte era pobre, pero libre, y no mientras ha estado estatalmente financiada, pero controlada y coartada?

Como pretexto usan una supuesta indignación por la mercantilización del arte, cínicamente dice Díaz-Canel, “en vez de hablar de disfrute y apreciación de las artes, existe una tendencia a referirse al consumo de estas, quieren que se convierta en mercancía”,  eso lo dice un Gobierno que usa a sus ciudadanos como material exportable.

Lo raro es que es el mismo discurso que usaban con el deporte hasta que se dieron cuenta que Cuba tenía buenas mercancías deportivas y que ellos podrían venderlas muy bien, así que, desde hace tiempo, los muy fidelistas dirigentes cubanos olvidaron aquello de “la pelota esclava” en referencia al deporte profesional y alquilan deportistas allí donde los paguen… como mercancía, para que los exploten los demonios capitalistas.

Pero el arte es diferente, pues este hace sentir, pero también pensar, y ahí los gobernantes cubanos sí mantienen la esencia del totalitarismo: el pueblo, mientras menos piense mejor, y si va a pensar que sea  según lo que les dejemos ver. Por eso el arte ha de ser controlado, aunque se marchite.

Este ridículo discursito, como todos los de Díaz-Canel, a nadie le importa ni tendrá trascendencia, son muy pocos los que creen en los ancianos comunistas con hijos y nietos millonarios, menos se cree en Díaz-Canel y su invariable llamado a la “continuidad”, ¿acaso él no ve el transporte público, el hambre, las casas cayéndose, la ciudad inundada de basura, la delincuencia, la vulgaridad, la juventud que huye en masa? Quizás él no lo vea, pero los demás sí y en eso pensamos cuando se habla de continuidad.

Mientras tanto, los años pasan y el miedo continúa.