Quedó algo huérfana la literatura universal

Dariela Aquique

Gunter Grass
Gunter Grass

HAVANA TIMES — Es como si el signo de Aries haya venido con su fuego a dejar algo huérfana a la literatura universal. Temprano en la mañana de ayer supimos de la partida de Eduardo Galeano, y luego en la tarde al otro lado del mundo también moría Günter Grass, el escritor alemán.

Dos hombres bien distintos, sin embargo con ciertas cosas en común. Ambos desde sus ópticas reflexionaron profundamente sobre la historia de sus países. De hecho, cuando en 1999 recibió el Premio Nobel de Literatura, se dijo que fue: (…) por su forma de descubrir y recrear el rostro olvidado de la historia. Este mismo año se le galardonó con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Nació en la ciudad de Dánzig en 1927. Ejerció varios trabajos y oficios como bracero agrícola y picapedrero, antes de ingresar en la Escuela de Bellas Artes de Düsseldorf para hacer cursos de escultura, que luego continuaría en Berlín. Cultivó paralelamente la plástica, artes gráficas y la literatura en las vertientes poética y dramática.

Pero fue la narrativa en la que se consagró desde finales de los 50 del siglo pasado, para alcanzar notoriedad con El tambor de hojalata (1959), la historia de Oskar Matzerath, un enano que deambula siempre acompañado de un diminuto tambor y cuyos redobles van evocando un divertido retrato de la pequeña burguesía alemana.

Esta novela junto a El gato y el ratón (1961) y Años de perro (1963), conforma una trilogía donde su ciudad natal constituye el escenario en el que se desarrollan situaciones dramáticas, pletóricas de simbolismo, juegos de palabras y un tono satírico-grotesco, que caracterizó el estilo de casi toda su obra.

El rodaballo (1977), es considerada quizás la más ambiciosa de sus creaciones novelísticas, recurre al mito y a la historia para plantear una parábola de la condición humana y de la relación hombre-mujer que contiene, además, una historia del arte culinario y una aguda sátira del feminismo, magistralmente ilustrada en nueve capítulos.

Sus títulos siempre polémicos van desde Escarmientos (1978), libro que reúne sus discursos y escritos políticos, hasta Alemania, una unificación insensata (1990), donde criticó la reunificación alemana por considerarla demasiado acelerada y traumática para la República Democrática Alemana.

En el 2006 publicó la narración autobiográfica Pelando la cebolla, en la que hizo pública su condición de miembro de las SS durante su primera juventud. La noticia desató polémicas en todo el mundo, especialmente en su país, en el que no faltaron las voces que reclamaron la renuncia del escritor a su Nobel. Grass tuvo que salir al paso pidiendo perdón por su “pecado de juventud”, mientras que sus defensores esgrimieron su continua dedicación a la causa antibelicista y a la denuncia de los desmanes y horrores provocados por la guerra.

Fue un socialdemócrata convencido. Enjuició varias veces el capitalismo. Y en el 2012 el gobierno de Israel lo declaró persona no grata y demandó que se le retirara el Premio Nobel de Literatura por la publicación del poema Lo que hay que decir, en el cual critica el potencial atómico del ese país.

Mientras acá en América se lamentaba la muerte de Galeano, por azar, en el viejo Continente también Grass dejaba de estar entre los vivos. Llegó Aries con su fuego, dejando algo huérfana a la literatura universal.