Pedro Luis Ferrer defiende la libertad de expresión en Cuba

Isbel Díaz

Pedro Luis Ferrer. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

“Si no decimos lo que pensamos, no podemos defender este país.” dijo Pedro Luis Ferrer ante quienes en el Teatro Mella lo escuchábamos con fruición.  Sus palabras despertaron estruendosos aplausos en la sala.

Para alguien que ha sufrido en carne propia la censura y la marginación, decir eso a los 58 años de edad es una lección de consecuencia y lealtad a los principios.  Pero decirlo con tan buen humor, y con tanta poesía por dentro, es otra cosa.

Yo sentía que me hablaba a mí mismo.  Me decía, de alguna manera, que criticar lo mal hecho en Cuba no puede ser un acto de traición, sino del más puro amor, de defensa verdadera de la patria.  Y no hablo de hacer una crítica de vez en cuando, como cualquiera, no, sino del ejercicio sistemático y profundo de la crítica, como vemos en la obra de este gran artista cubano.

Bastó que entrara al escenario para que una ovación total, de gente verdaderamente estremecida, removiera el teatro.  Aún no había dicho nada, no había cantado nada, pero la gente lo amaba desde antes.  La gente reconoce el valor, al igual que reconoce el buen arte.

Ferrer interpretó cerca de 25 canciones, con la estructura habitual de ir intercalando comentarios y poemas entre canción y canción.  El más fino humor, aprendido de sus abuelos, abarcada todo su discurso, donde la sátira, la ironía, y hasta lo escatológico, iba cargado de significado profundo.

Hacía rato que el trovador no se presentaba en un teatro grande.  Recuerdo que las últimas veces que lo escuché fueron en el jardín del Instituto Cubano de la Música, y en el teatrico del Museo de la Música.  En ambas ocasiones la entrega fue muy profesional, como si se encontrara frente a un inmenso auditorio.

Los asistentes este domingo 3 de julio, seguimos con total atención todo el concierto.  Yo, que soy un guitarrista frustrado, escuchaba extasiado los contrapuntos y melodías que dibujaba el músico en el tres o la guitarra.  Cualquiera con un mínimo de iniciación en la música reconocería como hazaña lo que Pedro Luis hacía como quien cose.

Pedro Luis Ferrer. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

Una vez más demostró su virtuosismo interpretativo y como compositor en las estilizadas variaciones de géneros populares cubanos.  El son, la guaracha, la canción, el changüí,  podrían colocarse sin el menor pudor al lado de las más ágiles piezas del barroco o del clasicismo musical europeo.  Un sentido preciso de la sobriedad y el buen gusto convertían cada pieza en una obra de arte.

De manera que el trovador volvió a demostrar que, en el sentido formal, era un verdadero artista.  Me complazco en imaginar que ayer estaban sentados, entre el público, algunos de aquellos hombres y mujeres que intentaron truncar su carrera.  Siento pena por ellos, pero no tanta, sobre todo al saber que sus epígonos censores continúan trabajando, hoy un poco más entre las sombras, pero siempre presentes.

Es por ello que la lucha por la libertad de expresión es un llamado perenne.  No la falsa libertad de expresión de la prensa capitalista, igualmente subordinada a poderes más o menos ocultos, sino de la gente común.  Hay tanto que decir, hay tanto que construir y reconstruir.

A Pedro Luis Ferrer su valentía le valió incomprensiones y censuras por parte de las instituciones estatales cubanas durante las décadas del 80 y del 90.  En aquellos momentos era casi imposible que el cantante fuera invitado a actuar en alguna plaza cultural de la isla, aunque sí le era permitido realizar giras internacionales por Europa y Estados Unidos.  Hoy miro a Escuadrón patriota, o los Aldeanos, y pienso que la cosa ha cambiado algo, pero no lo suficiente.

Ferrer reconoció que en esta ocasión no hubo censura ni fue preciso discutir con ningún funcionario.  Incluso, la inclusión de un tema como “Abuelo Paco.” que tanto estimula la sagaz imaginación del cubano, habla muy bien de los organizadores del concierto.  No obstante, la casi nula presencia del artista en la televisión nacional, revela lo incómodo que aún resulta su pensamiento en las esferas estatales, así como la vigencia de sus textos.

Fue curioso ver personas de edades tan disímiles, pedirle al músico canciones como “Inseminación Artificial.”  “Uno de la extrema izquierda.” o “Yo no tanto como él.” lo cual demostraba que era un público conocedor de la obra del trovador.  “100 percent Cubano.” junto a “Romance de la niña mala.” fueron las canciones más pedidas y más aplaudidas por los asistentes.

Isbel Diaz

Isbel Díaz Torres: Pinar del Río y La Habana son mis ciudades. En una nací, el 1º de marzo de 1976, y en la otra he vivido desde siempre. Soy biólogo y poeta, aunque eventualmente he sido músico, traductor, profesor, informático, diseñador, fotógrafo, o editor. Soy un gran inconforme y defensor de las diferencias, quizás por haber sido desde siempre un “niño modelo” muy reprimido. Nada me subyuga más que lo desconocido, la naturaleza y el arte me funcionan como fuentes de misterio y desarrollo. Un sorprendente activismo ha nacido en mí en los últimos tiempos. Aunque no estoy muy seguro de cómo utilizarlo, siento que es una energía noble y legítima. Ojalá tenga discernimiento para manejarla.

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