“La Partida”, el homosexualismo masculino en el cine cubano

Vicente Morín Aguado

La_partidaHAVANA TIMES — Está circulando de casa en casa, vía USB, La Partida (Antonio Hens) una película con escenas crudas referentes a las relaciones homosexuales masculinas, no recomendada para menores de edad si es que esta añeja regla cinematográfica aún conserva asideros en nuestra realidad. Escribo mis impresiones a la par de recomendarles el filme.

El vecino que me copió este “escandaloso” archivo cinematográfico, según decir, está alarmado por el inusual erotismo entre varones, además de los detalles descarnados de repetidas escenas sobre las relaciones amorosas entre jóvenes, sus vínculos con extranjeros de igual sexo, dinero por medio, particularmente por la forma desfachatada de presentar tales actos que a su decir, “ofenden la moral”.

Sin embargo, la película corre suavemente de barrio en barrio y, a escondidas o con alguna complacencia, no deja de ejecutarse en computadoras y reproductores de DVD.

La historia de La Partida es simple, tal vez lo sea demasiado, quedándose a medias de la vida real, de acuerdo a mi personal experiencia, alimentada por observaciones diarias en el Malecón habanero, junto a los criterios de otros analistas valorados por su desapego a la homofobia.

No es dable contar el drama. Los chicos viven indefinidos entre sus novias y ciertos deseos ocultos, desbordados cuando aparecen el alcohol y otras drogas más fuertes. El dinero es el protagonista principal, no sólo por las necesidades imperiosas de los consumos antes dichos, sino por otros de mayor demanda en cuanto a números, como las zapatillas deportivas o las camisetas, siempre de marcas altamente cotizadas en cualquier país de este mundo.

La impresión predominante es el vacío existencial de los muchachos protagonistas, agrego el vacío argumental del filme, pues faltan conexiones necesarias para explicar razonablemente el curso de las vidas que aparecen en la pantalla.

El experimentado Luis Alberto García interpreta a un tal Silvano, suegro de Yosvani (Milton García), chico que termina enamorándose perdidamente de Rey, un prometedor futbolista de barrio, interpretado por Reinier Díaz. Silvano vende ropas a la clientela juvenil, a sabiendas de su incapacidad para pagarle, creando compromisos imposibles de cumplir, cuyo final será la extorsión.

Nunca aparecen las familias de los protagonistas en su diario quehacer, superficialmente Yosvani se muestra en conflicto con el viejo machista, padre de su novia, pero realmente la contradicción es un asunto estrictamente económico con ligera fachada de rechazo a la homosexualidad.

De Rey, nada sabemos que no sea sus visitas al Malecón, donde probó suerte con un español unos cuantos años por encima de su juventud, ganándose unos pesos que no alcanzan para las deudas relacionadas con sus deseos de vestir a la última si de la moda se trata.

Por cierto, en tal concurrida área turística, la policía trabaja día y noche, de uniforme y de civil, utilizando jóvenes bien disfrazados como carnada, además de numerosos soplones, casi siempre reclutados entre los vendedores de refrigerios, conductores de bicitaxis y otros servicios habituales en la concurrida avenida junto al mar.

Lo usual es chequear a los adolescentes cubanos cuando conversan con extranjeros, si hay evidencias de encuentros anteriores los “conducen” a la unidad correspondiente de la policía, pero a los viejos corruptos y corruptores turistas, les dejan con la oportunidad de seguir cazando chicos.

Nada de lo anterior aparece en La Partida, aunque es una evidencia contundente.

La película avanza según el drama central, muy elemental por cierto, dejándonos a medias si se trata de comprender la conducta de estos jóvenes más allá de sus preferencias íntimas. Finalmente la trama pudo suceder igualmente entre heterosexuales, el asunto de lo que vulgarmente llaman en Cuba mariconería no justifica la tragedia.

Me preocupa, eso sí, el vacío existencial de estos jóvenes, algo comprobado y dable de constatar si algún investigador social se atreve a meterse de lleno en el tema. Los diálogos son pobres, redundan en las ropas, la discoteca, el dinero, los estimulantes y el sexo, no dialogado en palabras porque está fuertemente expresado en imágenes nunca antes filmadas en Cuba.

Se obvian las contradicciones generacionales, la confrontación Yosvani-Silvano es un asunto de negocios. De su pareja Rey no hay referencia alguna para entender por qué asume la conducta de vender su virilidad juvenil a cambio de pesos convertibles de origen extranjero, a no ser las deudas contraídas por las mercancías compradas. Sencillamente no es suficiente.

Tampoco se entiende la forzada lógica del final, tal parece que la tragedia era preconcebida en el guión y no podían sustraerse de ella. Del sexo crudo, quedan las dudas de hasta dónde las imágenes justifican el argumento cinematográfico.

Niego rotundamente que las relaciones amorosas homosexuales, en cualquier variante, sean contrarias a la plástica cinematográfica, empeñada en la belleza del amor. Se necesita encontrar el escenario ideal y fluirán como las emblemáticas escenas de La Isla Azul.

Mientras tanto, queda el nuevo intento de adentrarnos en un mundo hasta ahora tabú, reflejando ciertas porciones de la vida nacional calladas pero no por ello inexistentes, están en cada casa, se ven en cualquier esquina y somos partícipes del problema.

La película transita fácil durante hora y media, escandalizando a muchos, pero incitando a reflexionar a todos. El universo abordado es parte de nosotros mismos. Mientras espero ataques más acertados al tema les recomiendo ver La Partida.
—–
Vicente Morín Aguado: [email protected]

3 thoughts on ““La Partida”, el homosexualismo masculino en el cine cubano

  • Ño vi este filme y tremenda decepcion total me acaba de dar de en lo que ha quedado la realidad social de mi pais. Muchos vendran y dira, no pero yo no me prostituyo. La verdad es que muchos lo hacen, y desde lo más alto de nuestro gobierno comunista (diganse los hijos de los Castros) hasta las mas miserables victimas de nuestro bloqueo interno; encuentran en las relaciones con extranjeros… eso que nos falta.

  • Yo la vi tambien y no es nada especial. Si se cambiaran los personajes gays de la pelicula y pusieran personajes heterosexuales hubiese sido lo mismo: el jineterismo y las necesidades materiales y espirituales que dan origen a este. Es como una pelicula de como calentar el agua tibia.

  • Vicente:

    “Véndeme” una copia…

Comentarios cerrados.