La Frivolidad penetra el alma de los cubanos

Irina Echarry

HAVANA TIMES, 3 julio — Desde pequeña me llamaba la atención la palabra frivolidad, me parecía bonita, atractiva, hasta que supe el significado. En algún momento volví a sentirme atraída hacia ese término a causa de un tejido que se denomina como la versión en francés: frivolité.

Era el sonido lo que me gustaba. Con los años le he perdido el gusto viendo cómo daña a los humanos esa ansia de quedarse en la superficie de las cosas, de no escarbar hasta encontrar la esencia, de mirar sin ver, sin comprometerse.

Los cubanos y cubanas aún tenemos el privilegio de disfrutar de una variada programación cinematográfica durante todo el año. Aunque, para ser sincera, cada vez se torna más insoportable el calor en las salas de cine, lugares diseñados para aire acondicionado, que por lo general tienen las puertas muy distantes de las lunetas donde nos sentamos. Aún así, es una oportunidad de viajar hacia lugares a los que físicamente no podemos ir, por un motivo u otro.

Así, hemos llegado hasta Viet Nam, en un ciclo que nos hizo un recorrido por las ciudades y la parte rural del país, su historia pasada y la vida actual de la gente de a pie.  La sala del cine Infanta permaneció vacía durante toda la semana, apenas unas cinco o seis personas acudimos.

La Cinemateca de Cuba proyecta joyas en sus pantallas y nuevamente es para un grupito mínimo. Grandes directores que la gente desconoce y que, sin embargo, sus obras han sido exhibidas en nuestros cines sin afluencia de público.

La gran masa se reserva para películas comerciales, frívolas. Entonces, cuando llega el festival de cine y se desbordan las salas queda la imagen de que el cubano es cinéfilo, pero no es cierto.

Ahora llegó el Festival de Cine Francés, las salas permanecen repletas en todas las tandas. A pesar del calor, la gente resiste estoicamente en sus asientos, viendo comedias ligeras, complacientes, sonriendo y aplaudiendo a los directores y actores de la delegación gala.

Todo lo contrario sucedió con el interesante ciclo sobre cine haitiano donde los documentales nos acercaban al país, su pobreza, su gente y sus esperanzas desde lo más humano, sin que la política corrompiera el propósito del film.

No puedo dejar de comparar la reacción del público ante una película francesa Rosa y Negro, de muy buena factura, pero tan ligera que apenas daba chance a saborear la escenografía o las actuaciones, y la gente no paraba de reírse de la tontería mientras sudaba a chorros.

Al salir del cine, personas que considero inteligentes resaltaron la comedia que servía para “refrescar, distraerse” y confesaron que no fueron a ver el cine haitiano porque tienen bastantes problemas en sus casas. No lo dudo, todos tenemos problemas.

Lo cierto es que Haití Cherie, película estremecedora por la realidad que muestra, pasó inadvertida para la gran masa. La Mesa Redonda ha dedicado varios espacios a reflexionar sobre Haití, pero ninguno ha resultado tan certero como el visionaje de esta cinta, historia de muchos trabajadores clandestinos haitianos que huyendo de la violencia política y económica de su país, buscan refugio y una vida mejor en República Dominicana.

Allí se convierten en cortadores de caña, son explotados, humillados, viven en condiciones infrahumanas, en una moderna forma de esclavitud.

El cine Infanta es el único que por ahora mantiene el aire acondicionado encendido durante las proyecciones. Habría que ver qué sucede dentro de cada persona que prefiere “refrescar” dentro de una sala calurosamente llena, sin ventilación alguna, en vez de acercarse a la miseria de otro país, en una sala vacía con buen aire acondicionado.

¿Será que la frivolité (cual tejido bien confeccionado)  ha cubierto la sensibilidad de las personas y no son capaces de discernir lo que puede dejar mejor provecho?   ¿O, tal vez, la gente prefiera sentirse incómoda físicamente, sin dejar que nada ajeno conmueva su espíritu?

De cualquier manera el asunto es serio, digno de ser analizado por sociólogos. Claro, sociólogos que no hayan sido contagiados con el síndrome de la frivolidad.

2 thoughts on “La Frivolidad penetra el alma de los cubanos

  • En los últimos tiempos lo más que he logrado con el Festival de Cine Francés es un buen sueño en la luneta, una vez que he decido gastar dinero en la entrada al cine. Ellos andan por el universo del sueño profundo, enjaulados. Ellos olvidan que una vez existió un director de cine como Trufaut, y los cubanos olvidan que una vez tuvimos un programa de cine en televisión, a cargo de Mario Rodríguez Alemán, donde pudimos ver lo mejor del cine mundial; quizá también los cubanos estamos olvidando que no somos franceses, ni ingleses ni de ninguno de esos países del primer mundo. A lo mejor estamos metidos en otro sueño. Solo que el despertar va a ser mucho más duro que el de los franceses. Pero no importa, Iri, estás tú para pensar en los haitianos, y seguro habrá unos cuantos más.

  • Resulta muy gratificante encontrar alguien que exprese observaciones tan evidentes y tristes como las planteadas en tu artículo, gracias. Coincido con casi todo lo que expresas respecto al contraste entre la programación cinematográfica nacional y los gustos de los espectadores. Con el paso del tiempo estos reclaman, cada vez más, Rosa y Negro, menos Haití Cherie… y los festivales de cine han pasado a ser una suerte de pasarela donde el público va a exhibir sus frivolidades rosas y negras.

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