Jóvenes escritores cubanos y la Feria del Libro

Ernesto Pérez Chang

Foto: Juan Suárez
Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Ha concluido la Feria del Libro de La Habana. Me he mantenido al tanto de los reportes de los periodistas oficiales sobre los acontecimientos. Como en años anteriores, nuevamente no fue la literatura la que acaparó la atención de periódicos y noticiarios cubanos.

Una vez más, las presentaciones de libros de política e historia, así como las charlas con intelectuales de probada lealtad revolucionaria ocuparon los cintillos de las páginas culturales e incluso la primera plana de los órganos de prensa.

La obra literaria de los nuestros volvió a pasar inadvertida, a pesar del número de autores que presentaron libros nuevos, algunos de gran importancia. Solo de casualidad o para llenar un vacío periodístico, se informó sobre ellos. Los reportajes los mencionó de pasada y siempre en términos generales, desviando los temas hacia detalles extraliterarios de la producción editorial y a otros aspectos triviales.

De todo eso se deduce una verdad: a los efectos de la opinión pública, importan más las estadísticas. Ella demostrarían el interés del Estado en algo que realmente a nadie interesa, a juzgar por la pésima divulgación de los eventos culturales, por la carencia de una promoción efectiva, por la calidad de las impresiones y hasta por los pagos de los derechos de autor, un asunto largamente postergado y, al parecer, sin solución.

Tengamos presente las palabras reiteradas de los principales diseñadores del plan de salvación nacional. Infiero de ellas que la literatura nada o muy poco puede aportar a la economía si continuamos soportando el descrédito a la que es conducida. Incrementarán nuestros pagos en la medida que crezcan la producción editorial y nuestras ventas. De lo por seguro, en un par de años estaremos obligados a cambiar de oficio o a escribir a la manera de Corín Tellado o de Paulo Coelho si deseáramos dar de comer a nuestras familias.

Durante la Feria del Libro de La Habana pude asistir a varias lecturas y recitales de escritores jóvenes, muchos de ellos nacidos en la segunda mitad de los años 70 y en los 80. Las nuevas generaciones literarias en Cuba atraen la atención del público no solo porque han demostrado sus calidades en los certámenes literarios más importantes, sino porque están abordando desde la literatura esos temas bien candentes que ni siquiera la prensa, el cine o el teatro se atreven a tocar con la crudeza y la profundidad de análisis que lo hacen estos poetas y narradores que ya no creen ni en censuras ni en castigos sutiles. En consecuencia, en muchas de esas actividades estuvo ausente la prensa y la que logró estar ha quedado en silencio.

Conversando con varios de los extranjeros asistentes al Encuentro de Escritores Jóvenes celebrado en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, pude comprobar que acudían al lugar atraídos por la obra de algunos de los autores del patio que han sabido divulgar su labor literaria empleando medios personales y apelando a las redes sociales, sin ningún tipo de amparo institucional.

Conocían nombres, títulos, detalles que demuestran que solo la voluntad y un empleo mínimo de recursos alcanzarían para promover las letras cubanas en el exterior y romper progresivamente ese mito (sembrado muy a propósito de algo funesto) sobre la imposibilidad de vender nuestra literatura.

El Encuentro de Jóvenes Escritores fue de los acontecimientos más importantes, sin embargo, no fue divulgado como debió ser ni la prensa quiso darle el lugar privilegiado que le correspondía en la balumba de sucesos (algunos frívolos y sobredimensionados, otros no) que genera, a veces underground, la Feria de La Habana.

El significado real e indiscutible de este suceso lo demuestran las protestas (a nivel de pasillo, por supuesto) de ciertos escritores y escritoras considerados “vacas sagradas”, algunos de ellos dirigentes de instituciones como la UNEAC, que han expresado su descontento al no ser considerados las figuras centrales de algo que ha escapado de sus manos, siempre dispuestas a desvirtuar o manipular en favor de la exaltación de sus egos.

Ya los viejos tuvieron o les negaron su tiempo y sus espacios para decir, algunos lo aprovecharon y otros no. Ahora dejemos a los nuevos decir sus cosas, del modo que lo deseen, ellos tienen derecho pleno a expresarse y también a ser molestos: por el momento son escritores de verdad, no les pongamos bridas.

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