Irina González, comunión con toda la tierra
Puente Musical desde Cuba
Osmel Almaguer
HAVANA TIMES — Irina González (Santa Clara, 1986). Trovadora, artista joven y talentosa que destaca tanto por su habilidad como ejecutante de varios instrumentos, como por la sensibilidad poética que exhibe en las letras de sus canciones. Es graduada de Nivel Medio en oboe, pero también toca la flauta, la armónica, el piano, la percusión menor y claro está, la guitarra.
Ha hecho trabajos como arreglista en varios conciertos junto a otros músicos de su generación. Ha participado en importantes de eventos del país como son el Longina de Santa Clara, las Romerías de Mayo, en Holguín, entre otros.
Formó parte del dúo Aire y Madera y ahora integra el proyecto El Gato Negro y La Loca Cebra. No tiene discos grabados.
Guajira
Cuando la tarde se cuela en mi taza de té / todo parece dar vueltas, todo un paripé / pero la magia consume mis gotas de fe / amor, yo te espero antes de ayer.
Cuando la tarde se escapa en puntitas de pie / la casa desespera y me vuelvo a perder / pero mis ojos te buscan estés donde estés / la noche cierra los caminos.
Duende, ven a mi guarida yo te haré feliz / siente la sed de mi cuerpo que llora por ti / niño hasta la maleza grita sin tu luz / vuelve que la hierba muere si no pasas tú.
Mi voz se apaga durmiendo las ganas de ti / despierta el alba sensible temiendo venir / mientras el sol aparece diciendo que sí / vendrás con la flor del pantalón.
Ay, si no te apuras el río envolverá mi alma / la tierra mis latidos, la semilla mi fin.
Cómo podría no quedar seducido, cómo podría no desear ser ese duende, si en casa me espera esta guajira con unos deseos telúricos que la inspiran, al tiempo que la hacen sufrir. Las canciones y los poemas utilizan ese lenguaje que la mediocridad cotidiana nos censura. Son deliciosas las imágenes que logra en esta letra; la manera en la que cuida las palabras, como todo resulta simbiótico: la llegada de la noche con el café, su efecto y el aparente girar de todo alrededor.
Personificaciones de la casa y la tarde revelan las inquietudes de esta mujer, en esa mezcla endemoniada de ternura, nostalgia y pasión, que desemboca en un estado imaginario, un estado donde todo tiene lugar.
La casa es nuevamente el hogar que lo espera (al duende), la hierba y la tierra se funden al cuerpo, le pertenecen, y toda ella llora en algún estertor. Algo que termina, que duerme y que renace cada día con el sol, pues la ausencia del duende dura demasiado.
Ella lo espera confiada, confiada en que vendrá, confiada de su amor pero también de marchitarse si no vuelve. Ella espera una muerte bella, que encierre un sentido filosófico y de comunión con toda la tierra, con el universo, con el constante morir y nacer de todo lo que existe.
Me encantó, Super!!!
Gracias, Osmel.