Inna de Yard, el documental que se sumerge en el alma de Jamaica

Por A. D. McKenzie  (IPS)

HAVANA TIMES – Unos perros ladran a lo lejos, unos pájaros pían más cerca, mientras un hombre camina entre la niebla, rodeado de una exuberante vegetación. Y por encima de todo, la voz de un hombre con un vibrato muy distintivo canta “Speak Softly, Love (habla suavemente, amor)”.

Así comienza Inna de Yard, un documental que se puede definir como un poema de amor a la música reggae, o el “alma de Jamaica”, ya que la película está subtitulada con un juego de palabras en ese sentido.

 

Dirigido por Peter Webber (cuya primera película fue la aclamada La joven de la perla, de 2003), el documental llega en un momento oportuno, porque en noviembre el reggae se sumó a la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).

La película se proyectó, antes de su estreno formal, en París, en la sede de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas, en una sala donde la mayoría de los espectadores parecían conocer a los artistas y las canciones. Fueron muchos los que se pusieron de pie para bailar cuando un grupo de músicos actuó después de la proyección.

Inna de Yard nos conduce por las vidas de los grandes pioneros del reggae que se han unido para grabar música en un estudio en lo alto de una colina, antes de iniciar una gira de las leyendas de ese género jamaiquino. Se trata de una casa antigua y desgastada que ofrece impresionantes vistas de Kingston, la capital de Jamaica.

Está llena de discos de vinilo apilados que se salen de sus fundas medio rotas, mientras que un antiguo piano se enseñorea del porche.

El hombre que camina a través de la niebla al principio de la cinta es un afinador de piano, que les dice a los espectadores que el instrumento a veces se infecta de insectos, pero que va a dejarlo listo para que los músicos puedan usarlo. Más tarde se ve como lo hace usando alambres y otros objetos.

Entonces la música comienza en serio. Nos presentan a los artistas: Ken Boothe, Kiddus I, Winston McAnuff, Cedric Myton, The Viceroys y Judy Mowatt, mientras el vibrato de Boothe acompaña a las espectaculares tomas aéreas del paisaje.

Kiddus, quien apareció en la película de culto “Rockers (1978)”, explicacon su voz profunda y agradable que el proyecto es “una amalgama de unos viejos tocando música acústica”, y McAnuff agrega que el objetivo es capturar la música “en su estado original”.

Mowatt, que parece una diosa urbana con su túnica estampada, dice que la casa en las colinas “se sentía como el cielo” cuando la visitó por primera vez.

En una época anterior, Mowatt actuó con I-Threes, el trío de vocalistas que acompañó a Bob Marley y los Wailers. Pero más allá de su presencia, el extenso clan Marley no es el foco en la cita. Este documental pone la luz sobre los otros pioneros de la creación del género del reggae.

“Algunos países tienen diamantes. Algunos países tienen perlas. Algunos países tienen aceite. Nosotros tenemos la música reggae”, dice el bajista Worm.

Con imágenes de los años 60 y 70, el documental nos lleva al principio de los orígenes del género, mostrando cómo se desarrolló esa música, influenciada por el ritmo y el blues de Estados Unidos.

“Prestamos atención a lo que estaba sucediendo fuera de nuestras costas y lo amalgamamos con lo que estaba sucediendo aquí”, dice Mowatt a los espectadores. “La década de los 60 fue la época romántica, pero la década de los 70 fue la era consciente”, explica.

Ella resalta que el reggae “habló sobre las realidades de la vida” y que “toda Jamaica vivía las canciones que se cantaban”, por ejemplo, sobre violencia política, penurias del día a día y represión policial contra los seguidores del movimiento espiritual rastafarí. Fue la “edad de oro” de la música, añade la interprete.

El documental le da a cada uno de los artistas un espacio para recordar, incluso cuando describen sus vidas actuales. “Echamos de menos todo lo relacionado con esos días”, dice Cedric Myton, un espíritu alegre y juguetón en la película que dijo que a sus 70 años está “subiendo la escalera”.

Durante una de las escenas más memorables del documental, lo vemos salir en un bote y bromear con los pescadores mientras canta “Row, fisherman, row”, en su emblemático falsete. La película va del mar al estudio en las colinas, a Myton, que ilumina a los espectadores sobre el origen de las distintas letras.

Al igual que muchos otros, Myton comenzó en el negocio de la música con lo que parecía un futuro brillante, pero los problemas en Estados Unidos, relacionados con los “cargos por la hierba”, significaban que no podía actuar allí. Además, todos los músicos han tenido experiencia con productores de discos sin escrúpulos, o “ladrones”, como los llama Myton.

“No nos rendimos porque sabemos que nos esperan mejores días”, dice Myton, “pero financieramente ha sido una lucha”.

Algunos de sus compañeros han tenido más luchas personales. McAnuff perdió a su hijo Matthew, también cantante, en 2012, y su descripción de esa muerte “sin sentido” se encuentra entre las secciones más conmovedoras de la película. Parecida es la historia del músico más joven, Derajah, quien perdió a su hermana, víctima de la violencia con armas de fuego. Los vemos trabajando a través de su dolor a través de la música.

“Es un mensaje para la sanación”, dice Kiddus.

El proyecto Inna de Yard contacta a las leyendas pioneras con una nueva generación de del reggae que actúan con ellos en el estudio y en la gira, porque la película también habla de esos herederos artísticos. “Aprendemos de los muchachos más jóvenes y ellos aprenden mucho de nosotros”, comenta Kiddus.

Mowatt graba con dos cantantes jóvenes y su colega Rovleta Fraser la ardiente canción Jah 9. En forma apasionada, su letra introduce en la historia de la isla y el papel que desempeñaron los “maroons” jamaiquinos, aquellos afrodescendientes que lucharon contra la esclavitud y se convirtieron en personas libres, y su legendario líder Nanny.

Luego Rovleta y Mowatt cantan en el estudio el “primer himno en solitario” de Mowatt, la intensa “Black woman (mujer negra)”. “Es un toque de amor”, define Mowatt , al describir el afecto y la solidaridad que comunica a las intérpretes.

Acompañando a distintos músicos, el documental también lleva al espectador por áreas vírgenes de gran belleza natural de Jamaica (cascadas, piscinas naturales para bucear, zonas marinas boscosas).

Pero tampoco teme mostrar a los sectores pobres y tugurizados de Kingston, la capital, donde nació el género musical, al igual que la degradación ecológica de algunas playas y parajes. También se puede echar un vistazo a la cultura erótica del dancehall, otro género musical bailable surgido en Jamaica en los años 70, a través de unas cuantas escenas en un bar.

Sin embargo, Webber, el director del documental no estaba interesado en mostrar escenas “que harían estallar los ojos en Occidente”, como dijo en una entrevista tras su proyección parisina. Webber agregó que la moderación en la filmación de ciertos aspectos de la cultura fue “deliberada”, ya que no “sintió la necesidad de trabajar ese aspecto”.

Debido a este enfoque, los espectadores perciben el amor y el respeto por la música, a diferencia de algunos retratos sensacionalistas de los más famosos movimientos artísticos jamaiquinos.

Webber dijo que se introdujo en la música de la isla caribeña cuando era adolescente y vivía en Londres en Londres y rápidamente se convirtió en “un gran fanático del reggae”. Años más tarde, mientras trabajaba con el productor francés Gaël Nouaille en un proyecto para la platafoma Netflix, su colega le contó sobre los músicos y las grabaciones de Inna de Yard.

“Nunca antes había estado en Jamaica, en parte porque tenía una Jamaica en la cabeza, y sabía que si me subía a un avión, viviría una experiencia turística que no estaría a la altura de lo que imaginaba”, dijo. “No quería pasar dos semanas en una playa en Negril. Pero esta era una manera diferente de ir”, comentó.

Cuando llegó a la isla y se reunió con los músicos, inicialmente no estaba seguro de que realizaría un largometraje, y se preguntó si podría llegar a producir un documental que “convocara a una audiencia más general” que los tradicionales fanáticos del reggae.

También le pareció importante identificar y dar a conocer a músicos más jóvenes del reggae. Me preguntaba: “¿Son estos tipos como el último de los mohicanos?”, argumentó.

Sobre las razones por las que fue él quien terminó haciendo una película sobre el reggae, Webber explicó que “lo hice por mi amor y entusiasmo y porque tuve la oportunidad de hacerlo. Tal vez haya que preguntarse si el mundo necesitaba otro hombre blanco de mediana edad que fue a Jamaica”.

“Pero me veo a mí mismo como un medio. Soy un canal, y básicamente pongo a disposición mis habilidades técnicas y mi creatividad para contar su historia. No es una película de apropiación cultural”, subrayó.

Añadió que el documental se desarrolló en base a la “columna vertebral de la historia”, la de los músicos grabaron un álbum “en una casa en las colinas”.

La casa está de hecho en el centro del documental, pero desde allí, Webber y los músicos nos llevan en un viaje: de vuelta al pasado, alrededor de la isla, a los conciertos en París y al alma del reggae y de Jamaica. Y Webber lo hace con un toque artístico, donde hay un reflejo de su experiencia como estudiante de historia del arte.