Hacia un teatro libre en la escena cubana

Lynn Cruz

El niño que vuela. (2016)

HAVANA TIMES — Una de las manifestaciones que más ha sufrido los embates de la censura y la institucionalidad en Cuba, es el teatro.

Se le teme mucho al poder del actor cuando sale al escenario, pues una vez que arranca la obra, este es libre, si se atreviera, de hacer lo que quiera con sus parlamentos, obviamente si se pasara de la línea, vendrían las consecuencias.

Pero esto no invalida la posibilidad de que se geste un movimiento dentro de los teatros cubanos, como en otros tiempos se hiciera en obras como El perro huevero aunque le quemen el hocico (1870) que en medio de la represión que se vivía dieron muestras de patriotismo.

Llama la atención que el gremio teatral cubano, teniendo todas las armas en sus manos, sea el que más se pliegue a la censura, y el que más le tema.

Después del escándalo de “El rey se muere” de Juan Carlos Cremata, vino una sucesión de obras que de una manera más calculada fueron también silenciadas como es el caso de Kera, la hija del carnicero de Victoria Teatro bajo la dirección de Eric Morales y Marta Victoria Ortega. Ellos también tocaban de manera crítica la realidad, temas tabúes como la violencia, la figura de Fidel Castro, conformaron un discurso diáfano y valiente.

El rey se muere.

Estos jóvenes directores, enfrentaron la indiferencia del  gremio, además de que su actriz protagonista, aconsejada por “las voces de la experiencia” no volvió a trabajar con ellos alegando que estaba al irse del país y que no quería problemas.

Luego en su siguiente obra, El niño que vuela, puesto que el director estaba “bajo sospecha”, antes del estreno, le sentaron a un comité parametrador (censor) que trató de desalentarlo para que no estrenara la obra, porque supuestamente faltaba el respeto a la figura de José Martí, siendo todo lo contrario, una revisión del discurso martiano dentro de la revolución cubana.

Poco a poco se va extinguiendo cualquier idea revolucionaria, de modo que el teatro cubano sigue cifrando, a tal punto que las obras no se comprenden, algunas con más éxito hacen de lo cifrado un arte, tal es el caso de Antigonón, de Rogelio Orizondo, joven dramaturgo que ha sobresalido  por su carácter provocador en obras como  La hijastra, que también sufrió en su momento, los ataques de la institución.

Existe una tendencia a exhibir obras evasivas, comedias ligeras con chistes picantes pero sin traspasar “el umbral de lo permitido”, convirtiendo al teatro cubano, en un espacio meramente digestivo y de carácter conservador, que se niega a mostrar frontalmente la situación que se vive en la Cuba de hoy.

Eric Morales

Hay quienes han decidido hacer teatro en casas privadas, esto en sí mismo, ya es una posición política, pero debería aprovechar las libertades de contenido que  brinda el hecho de existir fuera de un espacio institucional, en lugar de repetir los mismos patrones que el teatro hecho dentro de los espacios establecidos.

Sacar al teatro fuera de la institución teatro, para que libere a dramaturgos, directores,   intérpretes y críticos de sus propias máscaras. Estos últimos caracterizados por el silencio, frente a obras demasiado incómodas. Solo la rebelión nacida de esa  libertad, creará  una expresión escénica, auténticamente revolucionaria.